El corazón del playboy |#1|

Capitulo catorce

 

Me dio gripe.

 

Leer ese mensaje era algo que había estado esperando. Era obvio que se enfermaría porque no se cambió de ropa a tiempo, y el clima frío solo iba a ayudarlo a obtener un resfriado.

Allan había guardado mi número de teléfono, así que no había necesidad de preguntarse quien era el remitente de ese mensaje. Y al ver a su amigo con el que siempre esta, comer solo en la biblioteca de la escuela, era más que claro que se trataba de Allan Pemberton.

Desbloqueó mi teléfono que estaba en la mesa marrón de mi pupitre, mirando disimuladamente al profesor para evitar ser atrapada con el teléfono en la mano y una sonrisa se forma en mis labios al ver el emoji donde la carita sonrojada tiene un pañuelo en su nariz, lo que me hace imaginar al gran Allan Pemberton lucir tan adorable mientras tiene un resfriado.

No conteste a su mensaje y seguí con mi atención puesta en la clase, había pasado de ser la chica que se conformaba con un siete, a la típica nerd que odiaba los nueve. Pero debía tener un buen promedio si quería graduarme, y cierto playboy me estaba distrayendo de mi objetivo. 

Las clases transcurrieron con monotonía, no había nada extravagante que contar porque la vida universitaria era simplemente aburrida y el infierno personal para muchos, yo agradecía que mi primer año no estaba siendo más complicado que lo esperado.

Esta vez las gemelas y yo estábamos juntas, el día de hoy tuvieron descanso de la dichosa obra y me acompañaban a casa. La tía Margaret estaba ocupada en el hospital así que no había podido venir a recogernos.

Caminábamos con tranquilidad hacia la casa, yo me limitaba a escuchar los diálogos de las gemelas, aún estaban practicando para la obra pues Chelse tuvo el honor de interpretar a Julieta y Charlotte estaba incluso más emocionada que ella, así que la obligaba a ensayar los diálogos incluso fuera de clase.

En nuestro camino, sin pensarlo, me detuve frente una farmacia, y como si Allan Pemberton fuera una especie de clarividente; un mensaje llegó a mi celular con miles de emojis con cubrebocas.

– Madison – La voz de Chelse me sacó de mis pensamientos, volviendo mi mirada de la pantalla de mi celular; hacia las dos gemelas frente a mí, quienes se habían detenido al ver que yo no las seguía.

– ¿No estas pensando lo que creemos que estas pensando, verdad?

– ¿Qué clase de cuestionamiento absurdo es ese? – pregunté sin moverme del lugar donde me había detenido.

– Te conocemos mejor que nadie, eres nuestra hermana también, estuvimos juntas desde niñas así que es como si en realidad fuéramos trillizas– dijo esta vez Charlotte.

– Solo, no confíes mucho en Allan Pemberton, puede parecer diferente contigo, pero Madi, los rumores acerca de él no son nada bueno.

– Las personas siempre exageran para crear emoción, todo lo que digan acerca de él no es del todo cierto.

– Nosotras solo queremos que no vayas a sufrir por culpa suya. Allan Pemberton es una persona rota que no dudara en romper todo a su alrededor.

El silencio reino entre nosotras una vez más, las gemelas siguieron su camino a casa después de su advertencia y yo las seguí con algo de duda.

Allan no era como todas ellas decían, estaba, inexplicablemente, segura de ello.

 

 

 

 

|...|

 

 

Me senté en el mismo lugar de siempre, ignorando el hecho de que el dueño de mis insufribles días de colegio estaba en el pupitre de a lado.

—Creí que te cambiarías de lugar — dijo una vez tome asiento a su lado.

—No lo haría. Este es mi lugar y que tú estés sentado a mi lado no me importa en absoluto.

Lo escuché reír para después comenzar a toser con desespero, ganándose las miradas de los estudiantes en el salón, viéndolo como si fuera el incubador de un virus, y no estaba lejos de serlo. Él realmente lucía mal. Era más que obvio que un día no era suficiente para que su resfriado se fuera, y había sido muy estúpido el venir a la escuela en esas condiciones.

Cuando su tos logró controlarse, acomodo sus brazos en el pupitre para acomodar ahí su cabeza, logrando que sus mejillas se abultaran como un pequeño hámster, formando así un tierno puchero que adornaba sus rosados y finos labios.

—¿Qué te parece si eres mi enfermera este día? — balbuceo aún con los ojos cerrados.

—Me parece que ya estás comenzando a alucinar.

Me removí algo nerviosa en mi asiento, para después de unos segundos en los que me debatía mentalmente; saque de mi mochila la bolsa con medicinas que había comprado esta mañana en la farmacia. Tome la bolsa para dejarla caer en el pupitre de Allan quien me miraba extrañado. Desvíe mi mirada hacia la ventana para que él no notará el sonrojo que de seguro se encontraba en mis mejillas.

Era absurdo el estar avergonzada.

Pero lo estaba.

—¿Compraste esto para mí? — pregunto risueño mientras sacaba las pastillas del interior de la bolsa.

—Por supuesto que no — comencé a negar tratando de evitar su aceitunada mirada.

—¿No?¿Entonces porque traías estos medicamentos para el resfriado contigo? — cuestionó divertido. Se acomodo en su lugar recargando su cabeza en su mano derecha mientras mantenía su mirada puesta en mí.

—Yo..Yo suelo traer esos medicamentos siempre conmigo, las gemelas suelen enfermaste muy a menudo así que yo, suelo cargar con estos medicamentos para estar preparada.

Genial. ¿No pudiste inventar algo más creíble querido cerebro? Ahora entiendo porque siempre repruebo en geometría.

—¿Entonces porque el ticket de compra tiene la fecha de hoy?

Maldición. Ahora si deseaba ser una avestruz y enterrar mi cabeza bajo tierra para evitar esta vergonzosa situación.

—No responderé eso, mejor toma las pastillas y deja de cuestionarme, si no lo harás entonces devuélvemelo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.