El corazón del playboy |#1|

Capitulo quince

Observé la caja de pastilla en mis manos mientras la pasaba de mi mano derecha hacía la izquierda en un movimiento constante.

El clima era irremediablemente frío el día de hoy, el pronóstico del tiempo indicaba que el invierno estaría más frío en sus últimos días a comparación que sus inicios.

Exhale después de haber tomado una bocanada de aire, dejando salir el vaho invernal de mis labios con cada respiración. Estaba en el patio de mi casa, observando el césped como si éste fuera lo más interesante del universo, a pesar del tempestuoso clima que hacía, yo me mantenía fuera de mi casa en lugar de arroparme en la comodidad de mi cama, mi padre estaba en un viaje de negocios así que podía darme el lujo de pasearme deliberadamente por la casa.

Estaba hundido en mis pensamientos viendo fijamente las rosas que mi madre había plantado en el jardín y los recuerdos de mi niñez me invadieron. Recordaba aquellos días donde el cáncer aún no atormentaba a mi hermana y ambos jugábamos en esta gran casa donde ahora solo quedaban los fantasmas de aquellas risas, de aquella alegría que la rodeaba cuando mi madre estaba con nosotros. Cuando ella se fue, no solo se llevo el corazón de mi padre, si no, también nos arrebato nuestra felicidad.

 

– ¿Qué estas haciendo aquí afuera amigo? Acabas de salir de ese infernal resfriado y ahora quieres tener otro.

Brian había llegado, como todos los días, él estaba conmigo. Desde que mi madre se marchó de casa y Betty enfermo, Brian nunca me dejo solo, siempre trataba de no dejarme solo para no hundirme en la melancolía. Él no era solo mi mejor amigo, Brian también era mi hermano.

 

– Solo estoy pensando.

 

– Entonces debemos celebrar ese milagro.

 

Reí ante su comentario. El pelinegro se acercó a mí y se sentó en uno de los fríos escalones a mi lado mientras restregaba sus manos entre sí para lograr entrar en calor.

 

– ¿Porque traes esa caja de pastillas como si fuera un amuleto de buena suerte? – preguntó al ver la caja de pastillas que sostenía en mis manos.

 

– Madison me lo dio.

 

– Ahora entiendo el problema.

 

– No se que es lo que pasa conmigo últimamente. Cada vez que me doy la vuelta, ella esta ahí y entonces mi cerebro deja de funcionar correctamente y sin pensarlo, ya estoy frente a ella de nuevo.

 

– No es novedad que tu cerebro deje de funcionar amigo mío.

 

– Esto es serio Brian.

 

Observó con molestia al chico a mi lado. Brian sonríe amistosamente.

 

– Solo bromeaba. Pero no entiendo realmente cual es el problema. La chica te gusta, no hay que hacer tanto revuelo por eso, los sentimientos, son algo que no podemos controlar y surgen sin siquiera pensarlo. No podemos prohibirnos el amor porque éste siempre nos espera a la vuelta de la esquina.

 

Exhale nuevamente el aire que retenía en mis pulmones, dejando salir ese suspiro de aire frío que estaba reteniendo hace unos instantes debido a las palabras de Brian, yo no necesitaba al amor. No lo necesitaba en absoluto. Me negaba a creer que me estaba enamorando de alguien.

 

No podía enamorarme. Porque todo me sería arrebatado después de ello.

 

—No es tan simple como lo haces sonar. He vivido todos estos años escuchando a mi padre contarme la misma historia cientos de veces. Desde que era un niño, sólo he escuchado esa historia, donde mi madre nos abandona y mi padre cae en ese limbo que hasta ahora no ha podido salir.

 

Brian negó con la cabeza ante mis palabras, formando una mueca de disgusto en sus agrietados labios.

 

—No es así Allan, has escuchado tantas mierdas de tu padre todo este tiempo, pero él está equivocado. Él te cuenta sólo lo que él quiso ver, pero nunca has escuchado la versión de tu madre

 

—¿Qué versión quieres que escuche? — interrumpí con molestia. — No hay una versión que escuchar porque yo lo vi con mis propios ojos. Vi como esa mujer se marchaba con otro dejando a mi padre devastado.

 

El recuerdo de ese día me había dejado un sabor amargo en la boca. No me gustaba recordarlo, no me gustaba la idea de afrontarlo. Siempre me perdía entre tantas mujeres sin entregarle mi corazón a ninguna, sólo por el hecho de que fue una mujer, que fue mi primer amor quien quebranto la pureza de mi concepto de amar al dejarnos sólo cuando solo éramos unos niños y al abandonar al hombre que la amó con todo su corazón.

 

—Se lo que pasaste amigo, pero no debes de ser infeliz sólo por el hecho de que la historia de tus padres no haya sido feliz. Su historia no tuvo un final feliz pero no sólo por ellos vas a renunciar a crear la tuya propia.

 

El frío comenzaba a colarse debajo de mi ropa y sentía el cuerpo entumecido debido a ello. Quizá él tenía razón. Quizás mi padre ya debería dar vuelta a esa amarga página del pasado, pero aunque él lo hiciera, las cicatrices quedarían ahí, esas cicatrices que nos recordarían siempre ese pasado que nos dejaba vulnerables, la desconfianza en el amor no la recuperaría solo porque una chica había irrumpido en mi vida.

 

— Esta bien, ya no hablemos del tema. Estaba un poco pensativo pero ya estoy mejor — dije levantándome de los escalones donde estaba sentado. Sacudí el polvo inexistente de mis pantalones y me encamine hacia la entrada de la casa.

 

—Acerca de Madison..

 

—Ya no importa ¿Entraras a la casa? — pregunte al abrir la puerta color caoba frente a nosotros.

 

—No debes darle tantas vueltas a eso Allan. No puedes obligar a tu corazón a dejar de pensar en ella, así que debes aceptar ese amor antes de que vayas a lastimarla.

 

Negué con pereza ante sus palabras, observando la caja de pastillas en mis manos. No. Madison no me gustaba.




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