El Corazón del Verdugo

Capítulo 14: El Refugio de la Sombra

CHIARA

El Laboratorio, París

​La mañana siguiente, el laboratorio ya no era un reino. Era un búnker.

​La advertencia de Alexei había envenenado el aire, convirtiendo cada sombra en una amenaza potencial, cada crujido del edificio en el paso de un asesino. El miedo ya no era una aguja fría; era un océano helado que amenazaba con ahogarla.

​Pero Chiara Cellini no era una mujer que se ahogara fácilmente.

​El miedo se transformó en una claridad febril. Su trabajo ya no era un acto de desafío, sino una carrera por la supervivencia. La Zmeya. La Serpiente. El nombre era un veneno en su mente. ¿Quiénes eran? ¿Y qué querían con este cuadro?

​Comprendió que la restauración ya no era el objetivo principal. El objetivo era encontrar una respuesta. Un arma. Algo que pudiera usar para negociar su salida de esta guerra.

​Con una determinación que bordeaba la imprudencia, ignoró la orden de Alexei y volvió a la empuñadura de la espada. No la tocó. No se atrevió. Pero la estudió a través de sus monitores, ampliando las imágenes que había salvado en su disco encriptado.

​El símbolo del Ouroboros la miraba, el ojo en su centro era una burla silenciosa. Buscó en su mente, en las vastas bibliotecas de su conocimiento. Sociedades secretas. Gremios de artistas. Órdenes de caballería. Nada encajaba. La marca era única, antigua, deliberadamente oculta.

​Entonces, su mirada se desvió. No al símbolo en sí, sino al espacio que lo rodeaba. A la textura del metal pintado. Y notó algo que en su pánico inicial había pasado por alto. Una irregularidad. Una minúscula imperfección en el borde del pomo, casi invisible.

​Aplicó un filtro de contraste a la imagen y amplió. Y entonces, lo vio.

​No era una imperfección. Eran letras. O más bien, fragmentos de ellas. Grabadas con una punta tan fina que parecían arañazos. Habían sido borradas parcialmente, desgastadas por el tiempo y cubiertas por la pintura, pero aún estaban allí.

...I...A... M...D...O...

​No era una palabra. Era un anagrama. Un acertijo.

​Su corazón comenzó a latir con una fuerza renovada. No era solo la marca de un propietario. Era un mensaje. Y Cecco del Caravaggio, el artista, no había sido solo un pintor. Había sido un cronista.

​Acababa de encontrar la primera pista. El primer hilo que podría llevarla a la salida del laberinto. O al corazón del monstruo.

ALEXEI

El Ático, París

​El sueño no existía. Solo una vigilia helada, alimentada por el café y la adrenalina.

​Alexei había convertido el ático en un centro de mando. En las pantallas que normalmente mostraban arte digital, ahora se veían mapas de París, imágenes de satélite y los rostros de su equipo de vigilancia repartidos por la ciudad.

​La noticia de la Zmeya había desatado una guerra silenciosa. Dimitri le había dado carta blanca, y Alexei la estaba usando con una precisión letal. Estaba cazando a los cazadores.

​Su teléfono seguro vibró. Era su hombre en Roma.

​—Lo tenemos —dijo la voz—. No fue fácil. El contacto del Vaticano se resistió. Pero el dinero del Zar abre puertas.

​—Habla —ordenó Alexei.

​—La Zmeya está buscando reliquias. Específicamente, cualquier cosa que perteneciera al Cardenal Scipione Borghese en la década de 1610. Están rastreando registros de subastas, inventarios privados… Están buscando un objeto específico. Un objeto que, según sus leyendas, contiene la clave de su origen.

​El mundo de Alexei se inclinó sobre su eje. Borghese. El patrón original de Cecco del Caravaggio. El primer propietario conocido del cuadro.

​No estaban buscando activos. Estaban buscando el cuadro. Su cuadro.

​—¿Saben que lo tenemos? —preguntó, su voz era un susurro peligroso.

​—No lo creemos. Creen que se perdió después de la Segunda Guerra Mundial. Pero están siguiendo el rastro. Y el último propietario registrado antes de que desapareciera fue un coleccionista judío en París. La familia Moreau.

​El nombre cayó como una bomba. Lucien Moreau. La conexión era real. La guerra no era solo por el poder. Era por la historia.

​—Entendido. Sigan excavando. Quiero saber qué es esa "clave".

​Colgó, un sudor frío recorriendo su espalda. El peligro ya no estaba en la puerta. Estaba dentro de la casa. La galería ya no era un búnker. Era una diana.

​Y Chiara era el corazón de esa diana.

​Tomó una decisión. Una que iba en contra de todos los protocolos. Una que lo ponía en un riesgo mortal con Dimitri. Pero la alternativa era impensable.

​*****

El Laboratorio, París - Tarde

​La puerta del laboratorio se abrió de golpe, sin previo aviso.

​Alexei entró, su rostro era una máscara de urgencia sombría. Llevaba un abrigo largo y en su mano, un maletín de aluminio.



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En el texto hay: mafia amor celos

Editado: 04.10.2025

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