El corazón manda

Capítulo 3: Allison

Allison


Fantástico.


Solo esto me faltaba, quedar mojada en medio del trabajo. Si no encuentro un uniforme de repuesto me tocará trabajar lo que queda de la fiesta así como estoy.


Voy hacia la cocina con la charola llena de vidrios, soportando todas las miradas que me lanzan las personas que vieron el accidente y me enojo, Kaden me ignoró como si nada después de todo lo que pasó, claro, llegan los amigos y qué se va a estar acordando de la camarera con la que chocó, bufo por lo bajo y bajo un poco la cabeza de vergüenza, la gente me sigue con la mirada así que camino más rápido.


Al llegar a la cocina veo a Sadie quien abre los ojos inmensamente cuando ve mi estado. Deja de hablar con uno de los meseros y vievi corriendo donde mi.


–Mi niña, por Dios, ¿Qué te pasó? _Dice escandalizada.


–El cumpleañero chocó conmigo y todas la copas que yo llevaba en la charola me cayeron encima y se hizo un desastre en el suelo. _Contesto con rabia mientras tiro los vidrios y pongo la charola en la pila.


–¿Kaden? ¿Mi niño? _Sadie adora a Kaden, lo trata como a un hijo, igual que a mí. –¿Pero como sucedió eso? Ven a los vestidores, te daré algo para que te pongas.


Vamos al cuarto que está detrás de la cocina, el cual los empleados lo usamos de vestidor. Cada uno tiene un cajón con llave en alguno de los armarios.


–Yo estaba repartiendo bebidas cuando él se volteó de repente casi encima de mi, así que chocamos y ya te imaginarás el resto.


–¿Qué te dijo él? ¿Se disculpó? _Pregunta mientras abre un armario para buscar un uniforme de repuesto.


–Sí, se disculpó y me ayudó a recoger los vidrios grandes. Ahorita tengo que ir a limpiar lo que queda, no vaya a ser que alguien se corte o se resbale. _Me quito el antifaz y el delantal.


–No te preocupes por eso, seguro que ya lo limpiaron y si no, ahorita mando a alguien. _Suspira y voltea a verme. –No hay otra mudada de tu talla, vas a tener que ponerte alguno de los disfraces que compramos de repuesto.


–Pero Sadie, no puedo trabajar con un disfraz, sería raro e incómodo.


–No te preocupes y déjame buscarte uno. _Va a otro armario y empieza a revisar las tallas. Son bastantes y selecciona varios. –Mira estos son de tu talla, escoge.


Me acerco y los reviso, las opciones son: Caperucita, mimo, Cleopatra con peluca y todo, de enfermera y soldado. Rápidamente descarto el de enfermera pues es demasiado corto, el de soldado es de pantalones súper anchos, el de Cleopatra es largo y dificultaría que trabaje eficazmente, por lo que solo me queda el de Caperucita y el de mimo.


Escojo el de Caperucita.


Entro a uno de las baños y me cambio, el disfraz es un vestido blanco en la parte superior y rojo en la falda con diseños negros, un corsé falso color negro y por supuesto una capa roja, el vestido y la capa me llegan a la altura de las rodillas por lo que podré caminar con facilidad. Me pongo los mismos zapatos negros con los que trabajo y salgo del baño.


–Hmmm. _Sadie me ve de arriba abajo y me dice: –Suéltate el cabello, te verás aún más bonita.


–No tengo que verme bonita para repartir bocadillos y bebidas. _Le digo.


–Es cierto, pero no vas a repartir nada. Te voy a mandar a la recepción, no hay nadie ahí y tú vas a cubrir el puesto por hoy, por si surge algo y para despedir a los invitados. También para que contestes el teléfono, ya sabes. No, no, no, ni te niegues que ya lo decidí, aparte desentonarías con el resto de los meseros, es mejor que estés en recepción. _Me empuja para que salga de los vestidores y me rindo. –Ah, toma, te faltaba la canasta del disfraz. _La pone en mi mano y me lleva hasta la recepción.


La recepción es un pequeño espacio que queda justo en frente de la puerta de entrada, es decir, cuando llegas al restaurante y entras, lo primero que ves es la recepción, que consta de una silla y una mesa un poco larga, encima de la mesa está el cuaderno de las reservaciones, una Tablet y un teléfono.


Así paso mi turno, contestando el teléfono para programar las reservaciones para dentro de dos meses que es cuando hay espacio.


Cuando son las dos de la madrugada los invitados empiezan a irse, muchos van borrachos y otros no tanto. Es gracioso como grandes artistas pierden el su “glamour” cuando están en ese estado.


Faltando veinte minutos para las cuatro de la madrugada escucho que abren la puerta que da al salón del restaurante y a pesar de mi cansancio preparo una sonrisa para despedir al invitado que se va, pero siento unas manos en mis hombros y una respiración en mi oreja.


–Hola Caperucita, aquí está tu lobo. _Susurra con palabras un poco enredadas una voz ronca.

Sorprendidame volteo y veo a Kaden, quien me sonríe.

Se nota que está un poco ebrio.

–Señor Stone, me asustó. _Le digo mientras me levanto rápidamente de la silla y quedó frente a él.

–Tienes unos ojos hermosos. _Dice y se acerca un poco más.




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