El Corazon Se Da Por Nada...

confesiones

La oficina de Asdrúbal por defecto permanecía en la penumbra.  Una lámpara de brazo proyectaba un aro de luz sobre el escritorio, dejando el resto del espacio sumido en un estado de resplandor fuliginoso.  El humo de su cigarrillo sólo era visible dentro del aro de luz, del mismo modo que la hoja sobre la que escribía y el esfero.   Adriana entró acompañada de Henry y las dos sombras se pararon frente a un mundo oscuro, en el que los bordes de un hombre parecían mirar con atención. 

—¿Por qué no tienes luz?

—Me gusta estar a oscuras, me ayuda a pensar fríamente.

En un instante se encendieron todas las bujías y la oficina quedó totalmente iluminada, con sus pinturas originales como objetos sobresalientes.

Asdrúbal se puso de pie, agiblemente, y fue a besar la mano de Adriana.

—¿Recibiste mis flores?

—Si.  Gracias.  Fue sorpresivo y deslumbrante. 

—Es lo que mereces, inicialmente.  Mereces mucho más.

—Gracias Asdrúbal.  Tu siempre has tenido grandes detalles conmigo.   Lo que hiciste por mí en…

—Calla, calla.  Fue algo que hice más que por negocio, por gusto.  Sacarte de un apuro, me hizo sentirme de nuevo un hombre renovado.  Me he vuelto muy frío, calculador, indolente quizá.

—Es decir que tienes la capacidad de reflexionar sobre ti mismo – Adriana se fijó taladrante en la mirada de Asdrúbal, de una reserva misteriosa.

—Si, sin duda.  Llegamos de algún modo a ser extraños hasta para nosotros mismos.  Yo imaginaba que haciendo dinero sería muy feliz.  Pero descubrí que el dinero solo produce placer.  Y el placer, en exceso,  termina produciendo zozobra…. – Era tan perfecto en aquella manifestación de fe en el hombre, en sí mismo -  Alimenta al egoísmo, un monstruo que llevamos dormido en las entrañas.  La gente toma distancia de nosotros, no nosotros de ellos.  Y empiezan a decirnos que ya no somos los mismos, que el dinero nos ha cambiado, cuando los que han cambiado son ellos.   Pero no quiero aburrirte con tantas tonterías…

—Cuándo salí hace quince años iba movida por la ambición.  Soñaba con tener mucho dinero, conseguirlo con esfuerzo, en los lugares y espacios donde tuviera una oportunidad.  Sin embargo no me fue bien. 

—La fortuna es esquiva, muy esquiva.  Yo he tenido mucha suerte.   Ya ves, obtuve una gran fortuna y sin embargo…

—Sé que vas a decir.  Pero Asdrúbal, todas las mujeres de los alrededores se han rendido a tus pies.  No elegiste por puro capricho, por desidia o quizá porque amas ser libre.

—Tu nos dejaste viendo un chispero, a los dos.  Al día siguiente él estaba como perdido, deambulaba por las calles, sin sosiego.  Lo vi, me detuve a mirarlo, porque era como un espejo para mí.  Yo también había perdido el norte, y estaba como loco.  Bebí muchos días, meses, sumido en la desesperanza.  Él se volvió jugador compulsivo y yo bebedor irredimible.

Adriana se asomó a la ventana.    En ese momento vio irse al tren.  Quiso estar allí, alejándose, sin pensar en nada.




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