- ¿Sabes? Creo que te refrescaría más el que tomaras algo de lo que está dentro.
Esa voz. Maldición. Menos mal que habló antes de que empezara a golpear el frío cristal con mi frente. Justo era lo que iba a hacer.
- Aunque... ¿no sería mejor un café? – Me sigue diciendo, sé quién es, esa clase de voz no se olvida. El adonis que me encontré cuando quería la pintura para mi coso. ¿Cómo es que nos encontramos aquí de nuevo?
Mi instinto protector (y cobarde, muy cobarde) me dice que me de la media vuelta y corra en sentido contrario, que el propietario de esa voz sería una súper mega ultra distracción para mis objetivos y que seguro tiene su propia Lucille. No quiero saber nada de novias celosas, vengativas, rencorosas... me percato que no me he despegado del cristal y me siento idiota.
- Ya tomé café. – Y es todo lo que digo al quitar mi frente del cristal, lo digo sin mirarlo siquiera, para no seguir viéndome más tonta, intento abrir la puerta del frigorífico y no puedo, me apoyé sobre la superficie helada con las gafas puestas, estas se han empañado y no veo nada.
- Déjame ayudarte. – Me dice y con toda soltura y suavidad, me sube las gafas a la cabeza. En serio, quiero ir a mi cama, hacerme bolita y no salir de allí por lo menos en una semana.
- Gracias. – Digo y pongo pies en polvorosa, ósea me voy a la salida como alma que lleva el diablo.
- ¡Oye, tu bebida! – me dice al ver que me alejo.
- ¡El frío de la puerta fue suficiente! – Exclamo sin detenerme y juro que oigo una risa.
Es medio día, he tenido la bendición (casi me arrodillo y digo una plegaria) de que Lucille no está, corre el rumor de que lleva varios días con cara de enferma, cosa que no sé, porque trato de no toparme con ella. Ya se me hacía raro que no hubiera intentado atormentarme por varios días seguidos. Olvido rápidamente el tema pues no me interesa e ingreso a la página que me encanta y a la vez odio: YouTube. Llevaba días sin frecuentarla, después de mi terrorífica creación, pero ahora necesito despejarme un poco y tengo minutos libres, necesito olvidar que actué como una perfecta idiota enfrente de uno de los hombres vivos más sexys del mundo. Carlos se quedaba corto al lado de este.
Solo teneís que cortar de esta manera, pegar de esta otra y ¡listo! Así de fácil.
Minutos después miro con rabia a la pantalla. Solía seguir a esa youtuber española, un as en cuanto a técnicas en cartón para hacer muebles. Después del coso, ahh, todo ya es un antes y después del coso.
No es que tenga que ver con que el día que lo creé conocí al Adonis. Quité mi suscripción y le mandé un sentido mensaje mitad reclamación y mitad amenaza. Menos mal que usé un seudónimo porque creo que me ha bloqueado. No la culpo.
Veo la hora y justo faltan cinco minutos para el almuerzo, voy al baño a retocarme el maquillaje o más bien a ponerme un poco. Obviando el encuentro con el hombre sexy, el día no va mal, estuve sola toda la mañana, todos andaban fuera de oficina. Entro al cuarto de baño y voy al espejo, pego un grito, uno fuerte, maldito espejo de dimensiones estratosféricas. Me refleja en toda mi miseria, ojos hundidos, aun rojos y piel pálida y apagada. Soy un desastre, menos mal llevaba mi bolsita salvavidas, la que toda chica debería tener, me tengo que maquillar mejor de lo que lo intenté en la mañana, vuelvo a gemir al recordar que así me vio el hombre sexy. Al parecer ya humana salgo del baño, pero no puedo olvidar que tengo mala pata, verse como un esperpento frente a una Adonis no es algo que ninguna mujer quiera JAMAS. Me entras unas terribles ganas de golpear algo.
Minutos después estamos en una de las mesas de afuera de Figaro's uno encuentra excelente comida italiana solo que preparada estilo casero. No es nada glamuroso pero cualquiera que se precie de tener buen paladar ha ido y sigue yendo a este lugar. Lo frecuentamos desde hace años con Crissa y gozamos del cariño de la abuela de la familia y del resto, por lo que solemos encontrar mesa aunque esté a reventar, así sea dentro de la cocina, lo que según sé es un privilegio. Estamos frente a nuestros platos de pasta y Crissa ríe a carcajadas al escuchar mi historia de la mañana, las gafas empañadas y todo lo demás. Termino encontrándolo gracioso, quizás porque el día mejoró.
- Bueno, no estuvo Lucille cerca y lo viste de nuevo ¿Qué más puedes pedir?
- No sé... ¿Qué dejes de reírte? – Le digo y ataco mi pasta.
- No puedo. – dice y sigue riendo sin importar que se la queden mirando, con Crissa siempre es así, por lo que me encuentro haciendo a veces tonterías con ella sin que me importe quien me vea. De pronto deja de reírse. - ¡Wow! – exclama.
- ¿Qué? – digo sin dejar de comer.
- Mira el hombre que viene allí, el que trae las gafas negras estilo aviador, traje gris y corbata azul cobalto, pelo negro corto, caminar de actor de cine en película de los años 50s y es guapo a rabiar. ¿Acaso están filmando un comercial por aquí?
Automáticamente escupo lo que estoy comiendo. Ni he visto quien es, pero lo sé. Mi cuerpo me avisa, es él, lo sé.