El "coso"

Callejones y un saco

Esperaba que me apartara de un empujón, es cierto que me ayudó en primer lugar y estaré eternamente agradecida, pero ese fue un favor de un hombre que parece ser todo un caballero hacia una pobre mujer (esa soy yo) con pinta de loca a punto de derramar un estupendo plato de pasta italiana encima de un hombre, probablemente su preocupación era por David no por mí. No me empujó, en un mismo susurro me preguntó.

- ¿Qué pasa?

- El demonio... -Digo bajito. – Viene hacia acá. Ha de querer mi alma.

- Lucille. – Dice Crissa. Y no oigo su risa pero la siento vibrar, después de todo estamos muy juntos, le salté encima y bueno... de pronto se me olvida que el demonio viene de la mano de David caminando con paso decidido hacia nosotros, siento la firmeza de su agarre, de su tórax, casi siento sus músculos definidos a través del exquisito traje, y ¡rayos! Huele delicioso. Estar así se me hace más peligroso que Lucille ahora mismo.

- Vámonos, de inmediato. – Le pido con urgencia. ¿Por qué salté sobre él? Si él se iba, iría directito a David y demonio, seguro le diría algo así como: es el prometido de Kendra. Ella diría algo así como: ya lo quisiera ella, pero ni en sus sueños más profundos. Y como cree que es ama y señora de lo que le venga en gana, le detendría, le interrogaría y no tengo porque meterle en más líos. Y creo que debo añadir que bien pude haberle dicho sin más: por favor, no te vayas por allí, toma un taxi. Pero, no sé porque no lo hice. Quizás mis hormonas me den la respuesta después. Así que me separo (muy a mi pesar) le tomo de la mano y nos vamos en dirección contraria, yo a la carrera y él siguiéndome sin esfuerzo alguno. Le grito a Crissa que pague y que luego nos vemos. No me detengo a oír su respuesta. Damos vuelta a la esquina, es un lúgubre callejón pero no me importa. Avanzo y él sigue pegado a mis talones, veo un pequeño rincón oculto, me dirijo allí y lo pongo a él sobre la pared ocultándolo, mientras ruego que Lucille no quiera ensuciar sus caros tacones al seguirnos por ese sitio.

- ¿No debería ser yo quien te esté protegiendo de... del demonio?- Percibo un atisbo de diversión y menos mal, otro en su lugar estaría insultándome.

- No te has enfrentado a ella, se comería tu alma. – Le digo medio en broma y asomándome un poco. Cuando oigo el repiquetear de sus tacones. Estoy por cubrirle a él de nuevo esperando que no nos vea, cuando cambiamos de posición en un abrir y cerrar de ojos y soy yo la que está contra la pared, ha sido muy rápido. Alzo mi vista confundida y él simplemente pone un dedo en sus labios y hace shhh, entiendo, debo callarme. Pero que agilidad, seguro va al gimnasio religiosamente, tiene pinta de espía secreto ¿ya había dicho que huele delicioso? Sí, a pesar de que tengo cerca un contenedor de basura, la espalda contra una sucia pared y huyo de Lucille, en lo único en lo que pienso es que todo en él es delicioso, debí terminar ese plato de pasta. Aunque este apetito es diferente. El repiqueteo de los tacones de Lucille se oye más cerca y de pronto se detiene, enseguida él me aprieta más contra la pared reduciendo la distancia a nada entre los dos, el aliento se me va y no por Lucille...

Concentrada en sentir todo lo que pueda ese solido cuerpo sobre mí, mis hormonas ya tienen una fiesta en todo su esplendor, mi cara queda justo sobre su cuello, me acerco más fingiendo que oculto mi rostro al amparo de su hombro, podría besarlo, ¿Qué pasaría si...? Un alarido gatuno me sobresalta, menos mal que apareció el maldito gato, oigo el chillido de Lucille y sus improperios mientras se aleja, me importa un bledo, estaba a punto de pasar mi lengua por la piel expuesta que me dejaba su camisa ¿en que rayos estaba pensando? En nada más que en eso, por supuesto. Siguen pasando los segundos y él no me suelta ¿No oyó a Lucille yéndose? Sigue apretado a mí y si no fuera por mi propia confusión, mis hormonas seguirían dominándome, carraspeo y me obligo a hablar.

- Creo que se fue. – Susurro.

- ¿Sí? – Dice con la voz algo más ronca de lo que recuerdo ¿será posible que él también sintió algo?

- Sí. – Digo moviendo la cabeza intentando ver sobre su hombro.

- No estoy tan seguro. Quizás deberíamos quedarnos aquí un rato más. – La voz sigue algo ronca pero percibo ese toque divertido que ya viene siendo habitual cuando habla conmigo, debo ser su "momento hilarante del día". Muy a mi pesar le empujo suavemente y pese a la ligera penumbra del callejón alzo el rostro y le miro, que condenadamente guapo, me lleva...

- Yo sí, sé que no aguantaría más de un minuto en un sitio como este. ¿Nos vamos?

- Claro, en cuanto me sueltes lo haremos.

- ¿Qué...? – Con la mirada señala mis manos, estas están sujetándole por las solapas del traje, parecen que están aferradas como garras, hasta arrugas le he hecho, me sobresalto y lo suelto. Claro, oigo sus carcajadas. –Gracias, por... por todo. Y mil disculpas, tengo que irme...

- Espera... - Me llama. Pero voy casi corriendo a la calle. - ¿Me usas y luego me desechas? – Me dice detrás de mí ¿Por qué avanza tan rápido? Yo voy casi jadeando y a él se le oye normal.

- No volverá a pasar. – le digo sin detenerme.

- Por mí, encantado. – Asombrada me doy la vuelta tan rápido e ignorando que estaba tan cerca me doy de lleno con su pecho. Me retiro enseguida, que duro y fibroso que es... alzo la vista con cuidado para ver su reacción y en ese proceso veo que le he dejado una tremenda huella de mis labios en la parte derecha del saco, llevaba labial rosa, hay una buena impresión de ellos justo cerca del hombro. Me llevo la mano a la boca horrorizada.

- Lo siento. – Digo mortificada.

- ¿Qué cosa? ¿Qué esté encantado de que me uses? – Dice sonriente.

- No, de eso. –Y señalo la mancha, cierro los ojos esperando su colérica reacción, sería de lo más justo, pero cuando los abro, se está quitando el saco, ¿alguien dudaba de que no disfrutaría de semejante espectáculo? Se ve tremendamente sexy mientras se desabrocha, mueve los hombros y los brazos y lo saca de esa perfecta espalda masculina, su cara no demuestra enojo alguno y suspiro de alivio y placer por las geniales vistas. Pone enfrente suyo el saco evaluándolo.




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