El Costo de un Paraiso Prestado

Capitulo 7

​🔪 La Furia del Capo

Alessandro Mancini

​Rossi acaba de decir que habían estado envenenando a mi pequeña princesa. Inaudito!

—​¡Chi diavolo ha avuto l'audacia di avvelenare la mia picola principessa!?—pensé, sintiendo la sangre hervir en mis venas.

​—Dobbiamo dargli una morte lenta e dolorosa a quella persona,— dijo mi hijo Luca, con una frialdad que me hizo sentir orgulloso.

​—Occupatene tu, Luca,— le dije a mi hijo.

​Estábamos tan acalorados en nuestra sed de venganza que no nos percatamos de Renata.

​—¡Renataaa!— gritó Marco.

Todos nos paralizamos y nos dimos la vuelta. Ahí estaba mi hija, cayendo lentamente al suelo. Por fortuna, no llegó a tocar el piso porque Fabio fue más rápido y la tomó en el aire, acunándola contra su pecho.

​—¿Qué le pasa?—le pregunté en pánico a Rossi.

​—Se ha desmayado,— dijo el doctor. —Deberían dejarla descansar y eviten discutir en frente de ella. No sé si lo notaron, pero tiene muchas cicatrices y hematomas. Así que, si no me equivoco, estuvieron maltratándola físicamente. Eviten estresarla y búsquenle ayuda psicológica.

​Lo que Rossi dijo me dejó sin habla. La rabia se mezcló con un dolor lacerante. Lo peor de todo era que no sabía que tenía una hija. Ni siquiera sabía con quién la había tenido.

Mi amigo, Giovanni Ricci, me dijo que, al parecer, tenía una hija que estaba huyendo. Me preguntó si quería ir por ella o si él se encargaba, ya que era amiga de su hijo. Solo le dije que iría por ella. No pregunté nada más. Siempre quise tener una hija, pero mi esposa murió y no pudimos tener más.

​Cuando fui a recogerla y la vi en la pista de aterrizaje, y vi lo idéntica que era a mí, supe que era mi hija. Tiene mi color de ojos, ese verde peculiar y extraño. Pero aún así, no he logrado preguntarle sobre su madre.

​—Fabio, llévala a su habitación, por favor,— le dije a mi hijo menor. —Y Rossi, te lo agradezco mucho. Estaremos en contacto.

​—No hay de qué, Capo,— dijo el doctor, haciendo una pequeña reverencia antes de irse.

​—¡Todos a la oficina!— les dije a mis hijos. —Ve por tu hermano, fabio, Dario."

​Me dirigí a la oficina. Saqué una botella de whisky y me serví un trago que bebí de una sola estocada.

​—Mis seis hijos entraron en silencio. —Saben, hijos, he estado intentando saber con quién pude tener una hija. Pero la única mujer con la que estuve después de la muerte de su madre no la recuerdo bien, porque estaba borracho, y la corrí,—dije, sirviéndome otro vaso.

​—Voy a tener que hablar con Renata para saber quién es su madre, y saber si ella es quien la maltrató. Y si ella fue quien le hizo daño, tendrá una muerte horrible.

​—Tomé el vaso de un trago. —Luca, tú y Marco se encargarán de vengar a su hermana.

​—Sì, Padre,—dijeron al mismo tiempo.

—Bien. Pueden retirarse,—les dije, y todos salieron de la oficina.

​Me sentía tan miserable. ¿Cómo pude no saber que tenía una hija? ¡Una hija a la que estaban maltratando y envenenando! ¿Cuánto habrá sufrido mi pequeña? Yo, que soy el mafioso más temido en el mundo, no pude dar con mi hija, y ella ha sufrido tanto por no llegar a tiempo.

​Lancé el vaso a la pared, y este se hizo añicos.

​Esa maldita mujer con la que me acosté y que no recuerdo bien, la que he estado buscando porque, según los análisis, me drogaron... ¡Esa maldita mujer, alguien la estuvo escondiendo de mí! Y voy a averiguar quién fue. Y tendrá una muerte horrible," dije, con una furia apenas contenida.

---

​📞 La Abuela

​Estaba en la oficina de mi casa, la rabia aún me quemaba, intentando reconstruir los últimos dieciocho años de mi vida. En nuestra familia, solo habían nacido hombres. Por más que habíamos intentado tener una hija, mi madre tuvo dos hijos, mi hermano y yo, mi hermano tiene 2 hijos varones y su hijo mayor tiene hijos varones, yo tenia 6 hijos varones, luego mi esposa murió. No había podido nacer ninguna... hasta ahora.

​El teléfono sonó. Era mi madre.

​—Dime, Madre,—le dije, mi tono más seco de lo habitual.

​—¿Así le hablas a tu madre, maldito mocoso?— me espetó.

​—Lo siento, Madre. Estoy muy preocupado y frustrado,— le dije, tratando de calmar la situación.

​—¿Pero qué puede poner así a alguien como tú, que mata sin compasión?—preguntó de forma burlona.

​—Verás, Madre, acabo de encontrar a mi hija. Y alguien la estuvo maltratando todo este tiempo. Así que disculpa si estoy de mal humor,—le dije con molestia.

​Se escuchó un silencio largo. Tan largo que tuve que ver el teléfono para confirmar que la llamada seguía activa.

​—¡¿Cómo que hija de qué estás hablando?!—gritó mi madre.

Eres idiota, Alejandro. Tu madre no sabe de tu hija.

​—Lo siento, Madre. No te lo había dicho porque teníamos que hacerle una prueba de ADN para confirmar. Pero me alegra informarte que por fin tienes una nieta,— le dije.

​Silencio de nuevo.

​—¡Comooo! ¡Esto es increíble! ¡Por fin tendré que ir a visitarte!— dijo con tanta emoción que, me irritó.

​—No, Madre. Dame un día. Como te dije, al parecer la estuvieron maltratando y necesito hacer algo primero. Así que solo dame un día para podértela presentar. Ahorita ella está descansando.

​—Pero, ¡chi diavolo ha maltrattato la nostra Principessa!? —¡Tienes que darme una explicación!—dijo Mi madre molesta, y mi madre molesta da terror.

​—Eso mismo quiero saber. Dame un día. Necesito que le digas a Padre. Pasado mañana pueden venir. Necesito hablar con ella antes y necesito que esté tranquila. ¿Crees que podrás?

​—Mi madre suspiró con frustración. —Está bien. Pero pasado mañana estaremos con tu padre a primera hora en tu casa. Y más vale que nos des una buena explicación sobre esto,— dijo y me colgó.



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Editado: 03.11.2025

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