El Costo de un Paraiso Prestado

Capítulo 8

​💣 El Colapso de la Reina

Elvira

​Todo esto era un caos. ¡Un maldito caos!

​Renata, esa inútil, se fue y no podemos dar con ella. Más vale que esté muerta, porque si no, yo misma la mataré cuando la encuentre. ¿Cómo pudo salirse de control todo? ¿En qué momento se fue todo a la mierda? Me preguntaba, caminando en círculos por el vestidor destrozado de lo que solía ser mi habitación.

​Estaba perdida en mis pensamientos cuando, de repente, el teléfono que usó para comunicarme con Miranda sonó. Lo tomé de inmediato, esperando que me dijera que había encontrado a la mocosa.

​—Elvira, esto es serio,— me dijo Miranda, apenas respondí. Su tono era de hielo.

​—¿Qué pasa?— le dije, con cuidado, tratando de sonar profesional.

—Renata no dejó ningún rastro. Alguien tuvo que ayudarla. Y creo que fueron los amigos con los que se llevaba en el internado. Ellos son gente poderosa, Elvira. No puedo meterme con ellos de frente. Estoy casi segura de que alguno de ellos la ayudó.

​—Me puse de pie de un salto. —¡Esto no puede estar pasando!—le dije, con una frustración que arañaba mi garganta. —¿Y qué vamos a hacer ahora?.

​—Nada por el momento,—me respondió Miranda, cortante. —Hay que investigar con quién de ellos está y así veremos si hay alguna posibilidad de ir por ella. Mientras, quiero que estés pendiente para cuando me comunique contigo.

​—¡Espera, Miranda!—le dije, apresurada. —El dinero que siempre depositas, ¿cuándo lo mandarás?

​Escuché un suspiro largo y cargado al otro lado de la línea.

—¿Eres estúpida?—me preguntó, con un tono de molestia que me heló la sangre. —Te mandaba dinero porque tenías a Renata, y para que nuestro plan fuera bien. ¿Y qué hiciste? La dejaste irse. Eres una inútil.

​—Y ya sabes que los cinco millones que te daría cuando tuviera a Renata, no te los daré porque, como podrás ver, no la tengo. Así que deja de pedir dinero.

​Me cortó la llamada.

​Me quedé ida, viendo el teléfono. Luego grité con frustración. Iba a lanzar el aparato contra la pared, pero era la única forma de comunicarme con Miranda, así que me senté en un resto del tocador.

​Mis bebés están deprimidos. Toda su ropa no existe, sus habitaciones están arruinadas. Sus primos les donaron unas cuantas prendas de segunda mano, ¡y no comen, no hablan!

​Todo esto es un desastre. Vivimos con lujos, pero no tengo ahorros. No podemos permitirnos nada en este momento. Miranda era quien nos daba mucho dinero por mantener a la estúpida de Renata.

​—¡Todo esto es una mierda! ¡Ahhhhh!—Grité, jalándome el cabello con desesperación.

​Mi vida perfecta, mi fachada de lujos, mi venganza... todo se había ido a la basura por la inutilidad de una mocosa. Y ahora, ¿quién me iba a pagar por los casi dieciocho años?

​🗝️ La Confesión

Renata

​Comencé a abrir los ojos de a poco. ¿Cuándo me dormí? me pregunté, mientras veía la hermosa habitación. Recordé el salón, el desmayo, la palabra envenenamiento.

​Suspiré. Tenía ganas de llorar, pero las lágrimas no salían. Me quedé mirando mis manos, sintiendo el vacío.

​Escuché un toque suave en la puerta.

​—Principessa, ¿estás despierta?—preguntó mi padre. Ahora sí, podía decir padre con certeza.

​—Sí,—dije, con un nudo en la garganta. —Adelante.

​La puerta se abrió y él entró despacio. Cerró la puerta y se dirigió a la cama, sentándose a un lado mío.

—Principessa, ¿cómo te sientes?—me preguntó.

​Y entonces, mis lágrimas volvieron a caer como una cascada. Él me jaló hacia su pecho y comenzó a acariciar mi cabeza mientras cantaba una canción en italiano:

Dormi, bambina, dormi

Il vento della sera canta per te.

La luna è d'argento, i sogni son d'oro,

Nessuno ti farà più del male, piccolo tesoro.

​La canción era tan bonita que dejé de llorar. Me relajé en sus brazos. El dolor disminuyó y me sentí bien.

​—¿Quieres hablar con papá?—me preguntó.

​Me quedé en silencio, sin saber qué decirle.

—Está bien si no quieres hacerlo,—dijo mientras acariciaba mi cabello. —Pero recuerda, papá está aquí, mia principessa. Y puedo prometerte que nadie jamás volverá a ponerte una mano encima. Perché sei la principessa della mafia italiana, la più desiderata e sarai la più amata, mia piccola."

​No entendí lo último, pero me había calmado.

​—Quiero contarte todo,—le dije.

—​Tomé aire y comencé: —Verás, Mamá dijo que yo no tenía padre porque murió; que cuando iba de regreso a casa, lo asaltaron y lo mataron. Ella se casó con un hombre llamado Patricio Velasco, y él me dio su apellido. Patricio al principio fue bueno conmigo, hasta que cumplí cinco años. Cuando tenía tres, nacieron los mellizos, sus hijos con mi madre.

—Me mandaron a un internado en Estados Unidos llamado Sterling Hall Academy. Ahí viví siempre; solo me permitían volver a casa en vacaciones de Navidad. Me dijeron que mi padre había dejado pagado toda la colegiatura, así que debía asistir sí o sí.

​—Cuando volvía, todos me maltrataban. Mi madre me golpeaba si no hacía las cosas como ella quería. Mis medios hermanos me golpeaban, y yo me defendía. Entonces, me golpeaban por defenderme.

—​Las lágrimas volvieron a caer. —Una vez, mi padrastro me golpeó tan fuerte que terminé inconsciente en el hospital. Nadie me cuidó. Cuando me dieron el alta, tuve que irme caminando porque no tenía cómo regresar. Al llegar, mi madre me dijo que buscara hacer comida porque los mellizos tenían hambre. No se me permitía comer en la mesa con ellos; debía esperar a que ellos comieran, y luego yo debía comer las sobras en la cocina, en silencio.



#5398 en Novela romántica
#2035 en Otros
#384 en Acción

En el texto hay: #humor, #romance oscuro, #romance+16

Editado: 03.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.