El Costo de un Paraiso Prestado

Capitulo 9

​💣Las Piezas del Dominó

Alessandro Mancini

​Salí de la habitación de mi hija. Me había estado conteniendo, pero la furia ya no cabía dentro de mi cuerpo. Quería matar a todos esos hijos de puta. No me importaba si eran niños, como los mellizos; esto no podía quedarse así.

​—Vi a mi hijo Luca venir hacia mí. —¿Papá, qué pasa? ¿Estás bien?

​No le respondí. Seguí caminando, acelerando el paso, hasta llegar al estudio. Apenas entré, comencé a tirar todo del escritorio. Rompí lo que se me atravesó: papeles, plumas, un viejo portafotos. Estaba tan alterado. ¿Cómo pudieron hacerle eso a mi Principessa? ¿Quién les dio el valor de tocar a mi pequeña?

​Luca estaba a un lado, observando todo el desastre con una calma tensa, esperando a que me calmara.

​—Ve a llamar a tus hermanos,— le dije, mi voz aún rota por la rabia. —Tenemos que hablar.

​Luca me hizo caso y salió a buscarlos. Yo comencé a servirme whisky. Sentía que iba a explotar.

​Utilicé el comunicador directo a la cocina y le pedí a Silvana si podía llevarle algo de comer a Renata. Ella respondió que sí, y corté la comunicación.

​Mis hijos comenzaron a entrar. Al ver el desorden, se quedaron en silencio. Buscaron dónde sentarse, mientras Luca se quedaba de pie, observándome.

​Exhalé, forzándome a bajar la temperatura.

—Hijos,— les dije. —Esto que les diré es algo horrible respecto a su hermana.

​Procedí a contarles todo lo que me había dicho Renata, sin omitir nada: la mentira de la muerte, el internado, la comida en la cocina, los golpes, las cicatrices, el hospital, el envenenamiento gradual y la conversación del Acta de Defunción Falsa.

​Ahora, todos estábamos alterados.

​—¿Cómo es posible que esto pasara?— dijo Luca, caminando de un lado a otro. —Nuestra pobre hermanita ha sufrido mucho, y nosotros sin saber de su existencia.

​—Marco preguntó, su voz dura: —¿Sabemos quién es la persona que pagaba el internado? ¿La que orquestó todo?

​—Sí,—les dije. —Es alguien que todos conocemos muy bien.

​—¿Quién es?— preguntó Giovanni.

Tragué un sorbo de whisky.

​—Su querida tía Miranda.

​Todos se quedaron en shock. No podían creer que la hermana de su madre, la esposa de mi hermano, estuviera involucrada en todo esto.

​—¿E... estás seguro?—me preguntó Stefano.

​—¿Conocen alguna otra Miranda que se mueva en carros blindados, y que sea cercanos a nosotros?— les dije, el sarcasmo lleno de veneno. —Renata la vio cuando fue a hablar con su madre. No le dije quien era.

​—Así que vamos a confirmarlo en un rato,— les dije, volviendo a la calma controlada del Capo. —Renata clonó el teléfono con el que se comunica Miranda y la madre de Renata.

​—Me dirigí a Dario. —Necesito que le consigas un nuevo teléfono a Renata. Y ya sabes qué hacer con el teléfono viejo cuando te lo entregue.

Él asintió con la cabeza. No dijo nada. Todos estaban en shock. No podían creer que su tía, que tanto estaba al pendiente de ellos y solía venir los domingos, fuera capaz de algo tan atroz contra mi hija.

​—Bueno, necesito que si ven a su tía actúen con normalidad. Necesitamos saber todo lo que pueda decir, y quiero que la mantengan alejada de Renata. Ella no debe saber que sabemos de la existencia de Renata.

—​Todos asintieron. —Bien, pueden retirarse,—les dije.

​Me quedé solo y vi el retrato de mi esposa. Aunque haya muerto, sigue siendo mi esposa y mi luz.

​—Mi amor,— le dije a la foto, mi voz apenas un susurro. —Te amo tanto, pero tu hermana pagará por lo que le hizo a mi principessa.

​Miré la pared destrozada por mi furia. Le daré la tortura más cruel que pueda existir.

📱Normalidad en la Jaula Dorada

Renata

​Estaba disfrutando de un sándwich delicioso que Nana me había subido, hablando con ella sobre lo increíble que era tener una tina de hidromasaje.

​Escuché que tocaron la puerta. "Adelante," dije.

​—Era Dario. —Hola, ¿Puedo pasar?.

​—Claro,—le dije.

—​Nana se puso de pie. —Me retiro, Principessa. Si me necesitas, búscame.—Me besó la frente y salió.

​Dario se sentó conmigo en el sofá de la habitación.

​—Te traje algo,—me dijo. Sacó una caja y me la extendió.

​Me limpié las manos y la tomé. La abrí. Había un teléfono nuevo, el último modelo, con un forro rosa.

—¿Estás seguro?— le pregunté.

​—Claro que sí,— me dijo, sonriendo. —Para nuestra Principessa, lo mejor.

​—Su sonrisa se volvió seria. —Pero necesito que pases lo que tengas que pasar y me entregues el teléfono viejo. Usarás un nuevo número por protección. Está encriptado y nadie puede rastrearlo.

​—Oh,— dije. —Gracias. Solo tengo lo necesario: unas cuantas fotos de mi graduación con mis amigos y sus números. Así que será rápido.

​—Está bien, tómate tu tiempo,—me dijo. —Yo estaré en el salón si necesitas algo. Me avisas.

​—Okay, muchas gracias,—le dije.

​—No tienes que agradecerme. Aquí tú eres una Principessa. Lo que pidas, te lo daremos. Tú solo pide.—Y se retiró.

No sabía cómo reaccionar a todo esto. La verdad es que recibir un teléfono tan caro de un hermano que acabo de conocer se sentía surrealista, pero también reconfortante. Era su forma de decir: "estamos aquí."

​Comencé a configurar el nuevo teléfono y a pasar mis fotos y contactos. Le mandé un mensaje privado a Abril, pidiéndole que guardara mi nuevo número, me agregara al grupo y eliminara el antiguo.

​En menos de media hora, todo estaba listo. El viejo teléfono, con todos los secretos de mi madre y Miranda, estaba listo para ser entregado.

​Me quedé pensando... ¿quién será esa mujer llamada Miranda? ¿Será algún socio de trabajo de papá? ¿Por qué quiere hacerle daño utilizándome a mí? Todo esto parece una telenovela mexicana... ¡Qué frustración!



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En el texto hay: #humor, #romance oscuro, #romance+16

Editado: 03.11.2025

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