El crepúsculo de los lobos [saga Resiliencia •2]

No me abandones

~Matías~

Al abrir los ojos, mi vista no tardó en volver a la normalidad, permitiéndome ver los vendajes que cubrían mi torso desnudo. Me duele horriblemente, pero ahora mi objetivo es otro; no importa lo que yo sienta, debo ir a buscarla. En un principio, me fallaron las fuerzas cuando intenté sentarme en la cama. Tan pronto como pude retirar la manta que me cubría, me quité las gafas nasales y los cables que me mantenían conectado a las máquinas, haciendo que mi padre se alarmara al oírlas sonar.

—Hijo, me tenías muy preocupado —dijo con lágrimas cayendo por su rostro.

—Lamento haberte preocupado, papá, pero debo salir de aquí —respondí.

—Estás grave, ya es un milagro que hayas despertado; pensamos que tardarías un poco más. Pero... ¿me podrías explicar qué estás haciendo? Si no guardas reposo como los médicos han indicado, podrías empeorar. Tenías una hemorragia interna, no deberías moverte —argumentó preocupado.

—Papá, ahora mismo me has pedido algo imposible. Si no voy a buscarla, se irá y no la volveré a ver. Debe comprender que lo que sucedió no fue su culpa, y que estoy bien —respondí, llevándome una mano al pecho. Realmente, dolía más que mis heridas el pensar que puedo estar a punto de perderla.

—No me gusta la idea de que salgas de la cama, pero puedo ir a buscarla a vuestro dormitorio —lo interrumpí.

—No se encuentra ahí, Look me lo ha dicho. Quiere irse porque cree que así nos podrá proteger a los tres.

—¿Sabes dónde ha ido? —preguntó mi padre y asentí.

—Al primer lugar al que la llevé cuando nos vimos en nuestra primera cita: el parque estatal de Camden Hills.

—Perdóname, llamaré a Nana para que revise tus heridas. No puedo arriesgarme a que tu salud empeore. Iré a por Adriano y juntos la traeremos hasta ti —respondió con la gruesa voz de alfa cuando da una orden, antes de salir por la puerta a toda prisa.

—Grrr —gruñí por no poder moverme, dando un golpe a la mesilla; e inmediatamente sentí las consecuencias.—¡Mierda! —exclamé al hacerme daño.

~Adriano~

Bajaba a preparar el desayuno de mis hijos y nietas cuando escuché que la puerta principal se abrió abruptamente. Al entrar a la cocina, me encontré con Scott muy agitado.

—Scott, ¿está todo bien? ¿Le ha pasado algo a Matías? —pregunté preocupado.

—Está despierto, pero sabes tanto como yo que no debe salir hasta que se recupere. Por ahora lo he detenido, pero si no encuentro a tu hija, el mío irá a recorrer el bosque de palmo a palmo hasta encontrarla.

—¿Qué sucede con Alessandra? ¿Hay algo que yo no sepa? —cuestioné.

—Ha decidido marcharse porque cree que así ellos estarán a salvo, y Matías, como comprenderás, está desesperado. Debemos reunir a nuestros hijos —respondió.

—¿Qué ocurre, cariño? —intervino mi mujer, apareciendo en la cocina.

—Nuestra pequeña está a punto de cometer un error del que se arrepentirá. ¿Puedes quedarte con los niños? Diré a las nanas que vengan a ayudarte con ellos —contesté.

—Ve y tráela de vuelta. No te preocupes, yo llamaré a las nanas —le di un beso en la frente y, junto a Scott, salimos corriendo de casa. Pero al salir por la puerta, no habíamos llegado al comienzo de la arboleda cuando oímos jaleo en el hospital. Como suponíamos, Matías y Look salieron como alma que lleva el diablo bosque adentro. Intentaron detenerlo, pero fue algo imposible, así que, antes que llevarle la contraria, lo acompañamos.

—Chicos, venid con nosotros —pedí a un grupo de nuestros guardias, y sin decir palabra, se transformaron siguiendo nuestro paso.

~Alessandra~

Lo tenía claro después de pensar durante la noche en el parque estatal de Camden Hills; estaba dispuesta a irme. Consideré la idea de hablarlo con Jess, pero no puedo ponerla en esa postura de hacerla elegir entre su mate y yo. Así que es mejor no decirle nada a nadie sobre a dónde iré.

—Demasiado tarde, el alfa te ha encontrado —intervino Kendra, mientras me alejaba para salir de Camden.

—¡Mierda! —exclamé, apresurándome e intentando alejarme lo más rápido posible. Pero el ímpetu que ponía para poder alcanzarme era impresionante, a pesar de que no estaba al cien por cien. Me seguía de cerca; sabía que no se detendría.

~Matías~

Por primera vez desde que fui nombrado alfa, me he visto en la obligación de usar mi postura como líder de la manada. Es algo que detesto, porque me sienta mal tener que imponerme ante mi gente como si fuese superior a ellos. Pero al ver que no habían caído en la cuenta de que si no recuperaba a mi luna, de igual manera yo podría terminar muriendo, tuve que hacerlo. Mis hijas no podían perder a su madre. Por supuesto, si me obliga, dado lo terca que sé que es, la traeré de vuelta arrastras.

Para que entendáis mi inquietud, Connor es mi mejor amigo, como mi segundo hermano. Jamás nos habíamos enfrentado, y al ver que se oponía a dejarme salir del hospital, me transformé en las mismas instalaciones, imponiéndome frente a él. Se sorprendió, pero ya me disculparé luego.

Este desasosiego que siento no es solo mío, es de ambos. Pude alcanzarla al salir de Camden Hills, pero huía de mí. Haciendo acopio de todas mis fuerzas, en cuanto vi mi oportunidad, la pude interceptar. Dimos vueltas sobre nosotros mismos unos metros, hasta chocar con el árbol más cercano, quedando sobre ella.

—¿Te has vuelto loco? —preguntó.

—No me abandones —supliqué.

—Pero yo por poco te mato, Matías, no puedo volver —respondió.

—Eso me da igual, vuelve conmigo —contesté.

—Las niñas, ellas... —la interrumpí.

—Están bien, pero necesitan a su madre. Me conoces, no me obligues a meterte en una de las celdas hasta que se te pase la cabezonería y cambies de opinión. Mírame, amor, estoy vivo. Pero si me abandonas, ni de lejos podría estar bien.

—Kendra... —masculló, rodando los ojos.

—Exacto, y Look... por favor, no te vayas —dije antes de colmar su rostro a besos, regresando a mi cuerpo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.