~Derrik~
Sin poder pegar ojo desde que llegamos al hospital, no he salido de la habitación desde que la trajeron hasta esta mañana. Cuando una enfermera vino a tomar sus constantes, creí que los chicos se habían ido a casa y salí a por café de la máquina. Pero me encontré a Matías tomando el suyo y ofreciéndome uno. Alessandra dormía recostada, abrigada por la chaqueta de Matías, en uno de los sillones de la sala.
—Pensé que se habían ido a descansar —dije, dando un sorbo del café que me había ofrecido.
—No pensaba moverme hasta no tener noticias vuestras —respondió Matías.
—Gracias, no sé cómo... —me interrumpió.
—Tú harías lo mismo por mí. Además, los amigos y la familia están para apoyarse, ¿no? —contestó mientras me acompañaba de regreso a la habitación—. Mantenme informado —añadió por link antes de regresar con Alessandra.
Entraba absorto en mis pensamientos cuando la vi queriendo sentarse en la cama. Dejé el vaso que traía en la mesilla y me acerqué rápidamente a ella.
—Déjame ayudarte —dije, acomodando el cabezal de su cama—. ¿Cómo te sientes? —pregunté.
—Cansada —respondió, acariciando su vientre con la mirada perdida—. ¿Cómo está nuestro bebé? —preguntó.
—Perfectamente, gracias a la ayuda inmediata. Pero los médicos dicen que debes cuidarte bien, sobre todo las próximas dos semanas, después de la paliza que te dio tu padre —contesté entre dientes, con rabia contenida.
—Cariño, tranquilo. Estamos aquí juntos, los tres —dijo, colocando la palma de mi mano sobre su vientre.
—Lo sé, pero... —me interrumpió.
—Amor, una cosa a la vez. Primero tengo que salir de este hospital y descansar. Y en segundo lugar, tenemos hambre —añadió, haciendo pucheros.
—Parece que estás de suerte, traen el desayuno —dije al oír suaves toques en la puerta de la habitación.
Una enfermera traía una bandeja con unas tostadas, una taza de leche y fruta; la dejó sobre la mesa y se fue. En cuanto mi esposa comenzó a comer, escuché unas pisadas acercándose a toda prisa hacia nosotros.
—Derrik, ha pasado algo —dijo Stephan por link.
—Hola, chicos, adelante. Gracias por venir —intervino Ada. Jess y Ales, al verla despierta, se aproximaron a mi esposa, posando un beso en cada una de sus mejillas.
—Princesa, ahora vuelvo. Iremos a por cafés, ellas se quedarán contigo —dije, dejando un delicado beso en su frente—. Decidme qué está ocurriendo —pedí, una vez a solas con Matías y Stephan.
—Ezequiel y Paula mantenían la comisaría bajo vigilancia —comentó Stephan.
—¿Se sabe algo de ellos? —pregunté, llevándome las manos a la cintura.
—Tuvimos que enviar a varios de nuestros hombres —respondieron al unísono.
—¿Qué encontraron? —pregunté con desasosiego.
—Una masacre —intervino Matías.
—¿Cómo es eso posible si Grayson es humano? —pregunté desconcertado—. ¿Dónde están Ezequiel y Paula?
—Creemos que pudo obtener ayuda de alguien más —respondió Stephan.
—Y nuestros amigos están en el hospital de mi manada. Les habían drenado la sangre. Necesitan más para recuperarse, pero se negaron a beber sangre humana —añadió Matías.
—Son vampiros que, hasta donde sabemos, no son fáciles de matar. ¿Quiénes pudieron hacerles eso? —pregunté, confuso.
—Por las heridas y las marcas de garras en las paredes del mismo departamento de policía, posiblemente haya sido un lobo —agregó Stephan.
—Grrr... atraerán la atención de los cazadores. Es nuestro deber proteger a los humanos por nuestro pacto con los brujos. Debemos averiguar inmediatamente quién ha sido tan osado de cometer semejante barbarie —comenté.
—Desconocemos de quién se trata y cuál sería su lugar de procedencia. Llamaré a los otros alfas y preguntaré si saben algo —dijo Matías.
—Me pondré en contacto con Brent, Marc, Hunter y Callum —intervino Stephan.
—Yo hablaré con mi tío, mi padre, Matthew, Hansel, Ian y Jared —añadió Matías.
—Muy bien, pero mantenedme al tanto de todo —rogué.
—Las chicas se quedarán con vosotros aquí —añadió Stephan.
—De acuerdo, podéis iros tranquilos. Estaremos bien los cuatro —me despedí de ellos y regresé a la habitación.
~Grayson~
Planeaba mi fuga de estas celdas después de llamar a un amigo que me debe favores y haría cualquier cosa por sacarme de este lugar. Los uniformados de repente comenzaron a correr de un lado para otro, armándose, porque, según decían, estaban siendo atacados. Después de un rato, frente a mí, un enorme lobo negro apareció, convirtiéndose en un muchacho de unos 24 años; de ojos azules y cabello castaño enmarañado.
—¿Eres Grayson? —preguntó inexpresivo.
—Él... mismo —tartamudeé.
—No me temas, no tienes por qué. Solo he venido a sacarte de aquí; después de todo, luchamos contra un mismo enemigo —contestó.
—¿Qué enemigo? —pregunté con el ceño fruncido.
—El esposo de tu hija y padre de tu futuro nieto —respondió.
—¿Cómo me ayudarás? —cuestioné.
—Amigo, tienes un mundo sobrenatural amplio ante tus ojos y no has sido capaz de darte cuenta. Si vienes conmigo, prometo que no solo te lo mostraré, sino que te ayudaré a formar parte del mismo en el bando ganador —respondió el joven.
~Derrik~
A la caída del sol, Ales y Jess se habían quedado dormidas en el sillón, poco después de que el sueño venciera a mi mujer. Ojeaba mi teléfono en completo silencio, hasta que Ada comenzó a tener pesadillas en las que suplicaba, deshecha en llanto:
—Papá, detente, por favor. Hazme lo que quieras a mí, pero no a mi bebé.
Me acerqué rápidamente para despertarla, pero se levantó abruptamente, asustada. Aunque algo extremadamente extraño llamó mi atención: en cuanto nuestras miradas se cruzaron de soslayo, percibí cómo sus ojos cambiaban de su azul habitual a un ámbar más propio de los hombres lobo. Las chicas parecieron darse cuenta de lo mismo, por el asombro que mostraban.
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Editado: 09.11.2024