El crepúsculo de los lobos [saga Resiliencia •2]

Identidad descubierta

~Ryan~

Hace dos semanas, Isabella despertó en un estado preocupante, y hace un par de noches supe el motivo. Resulta que, durante su coma, revivió la última vez que vio a sus padres, que, por desgracia, también fue el día en que presenció su muerte.

Durante su estancia en el hospital, pensaba en todo aquello que aún no habíamos hecho juntos y tenía miedo de perderla. Así que le propuse ir juntos a cazar al alba, mientras daba vueltas a un solo pensamiento que no abandonaba mi mente. Recordé que mi hermano Hunter me había ofrecido su gimnasio en caso de que quisiéramos más privacidad.

Practicábamos defensa personal cuando fingió un tirón en el gemelo. Me acerqué con la intención de ayudarla a estirar, pero ella me hizo un barrido dejándome en el suelo, sorprendido. Se sentó sobre mis caderas y dijo:

—Vas perdiendo facultades, cariño.

—¿Con qué esas tenemos? —pregunté.

—No sé de qué me hablas —respondió con inocencia, cubriendo de caricias mi torso y aproximándose al borde de mis shorts.

—¿Eres consciente de que estás en una zona de peligro? —cuestioné, observando el trayecto que tomaban sus manos, con la respiración agitada y el corazón latiendo con premura.

—Tal vez quiera arriesgarme —respondió en un tono sensual, con sus ojos amarillos.

—¿Estás segura? —pregunté y ella asintió—. Quiero marcarte —añadí.

—Hazlo —contestó.

Nos fundimos en un apasionado beso, haciéndonos girar sobre nuestros cuerpos. Hacía mucho que esperaba este momento, y desconocía cuánto más podía contenerme. Bella lo había notado; enredó sus piernas en mi cintura y, susurrando en mi oído, dijo:

—Amor, hazme tuya porque voy a marcarte justo ahora.

—Mierda... —musité. Adentrándome en ella lentamente, me sostuvo de la nuca, inclinó mi cabeza y mordió la esquina de mi cuello, provocándome el mayor placer que había sentido en toda mi vida.

—¡Ryan! —jadeó, al marcar la esquina del suyo.

~Matías~

Seguíamos sin saber qué persona se escondía tras ese lobo negro que aún no hemos visto, pero sí nos ha dejado un trabajo minucioso por las calles de Camden, donde, al alba, las autoridades son avisadas de cuerpos desmembrados y sin una gota de sangre. Nuestros aliados trabajan juntos para evitar que grupos de cazadores de hombres lobo nos sorprendan en nuestro bosque.

Derrik y yo hemos unido nuestras manadas para encontrar a Charlie, Grayson y a ese lobo. Hasta ahora no hemos tenido éxito, pero no pienso darme por vencido.

Con los primeros albores, salí de casa y, orgulloso, vi cómo el grupo de mis mejores hombres seleccionados la noche anterior aguardaban mis órdenes.

—Gracias por venir. Les pedí reunirse aquí porque quiero que protejan lo más importante para mí ahora mismo —los observé a todos por unos segundos y añadí—: Pongo en vuestras manos las vidas de mis hijas y mis cuñados. Cubrirán cada extremo de mi casa. No quiero errores porque el precio sería muy caro. Y no lo digo como vuestro alfa...

Adriano me interrumpió:

—Como padres, rogamos mantener a salvo a nuestros hijos hasta que regresemos.

—Matías, no debes preocuparte. Daríamos la vida por esas niñas —intervino Austin.

—Igual con tus hijos, Adriano, los protegeremos —añadió Jeff.

—Gracias, chicos. Ahora a vuestros puestos —respondí—. Creo que tengo una idea de dónde pueden estar —añadí una vez nos quedamos solos.

—¿Qué tienes en mente? —cuestionó Adriano, de brazos cruzados frente a mí.

—Piénsalo, hay un solo lugar al que no hemos ido por el temor que causa en nuestros chicos —contesté.

—Donde la masacre, y posteriormente matamos a la bruja.

—Exacto —respondí.

—Bien, las niñas querían un beso de su padre antes de marcharse —añadió.

—¿Se han despertado? —pregunté.

—Sí, digamos que no les ha quedado de otra. Las oímos chillar cuando Luciano y Leonardo salían a toda prisa del dormitorio de ellas —nos reímos a carcajadas.

—Niños, ya tenéis a vuestro abuelo y padre aquí. Dadles un beso antes de que se vayan —dijo Anna en cuanto ambos entramos en la cocina.

—Papi, no queremos que te vayas —añadieron, haciendo pucheros Zaniah e Itzamara. Las cargué en brazos y respondí:

—Tengo que hacerlo, princesas, pero en cuanto los malos se vayan, prometo volver a vuestro lado. Así que necesito que hagan algo por mí hasta mi regreso.

—¿Qué cosa? —preguntaron con el ceño fruncido.

—Que sean muy buenas y valientes. No salgan afuera para nada y que se comporten con las nanas y la abuela —intervino Alessandra.

—¿Dónde está mi beso? —pregunté y ambas me dieron uno fuerte en cada mejilla.

Una vez nos despedimos, de la mano de mi esposa y junto a Adriano, nos reunimos en medio de la aldea donde ya nos esperaban el resto de los hombres. Lo sé, es extraño que salga junto a Ales, listos para una nueva contienda. Sigo teniendo miedo de perderla. Pero con los años he aprendido que es peor mantenernos lejos que unidos en la batalla.

—Connor y Ashley, dado el mayor número de bajas estas últimas dos semanas, los acompañará un equipo de veinte hombres al pueblo. Si sucede algo, comuníquense de inmediato.

—Descuida, lo tenemos controlado —respondió Connor.

—Christian, Alek y Áurea revisarán el lado sur de la arboleda; serán apoyados por un grupo de cuarenta.

—Sí, alfa —dijeron antes de marcharse.

—Adriano, vendrás conmigo y Alessandra al lugar donde murió la bruja.

—¿Cómo sabes que pueden esconderse ahí? —preguntó uno de los guardias.

—Solo lo sé. Quien tema acercarse a la antigua vivienda del alfa Oliver Miller puede quedarse aquí o ir con los demás —respondí.

—Iremos contigo —contestaron al unísono.

—¿Dónde me quieres a mí? —preguntó Alessandra.

—A mi lado, siempre —respondí—. ¿Recuerdas nuestra promesa? —pregunté.

—Nunca la olvido —contestó, antes de que nos transformáramos y adentráramos en la arboleda.




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