El crepúsculo de los lobos [saga Resiliencia •2]

Inquebrantable

~Matías~

Después de quince años, nunca imaginé que podría volver a ver a mi madre, y mucho menos presenciar la escena que tengo ahora frente a mí. Mi hermano menor, con la ilusión de un niño, está encantado porque lo que tanto soñó se ha hecho realidad. Desde que llegamos, mamá y Eloy no han dejado de conversar.

Con gran dolor, revivo en silencio, como en pequeños flashes a cámara lenta, aquel horrible día que siempre he querido olvidar, pero me ha resultado imposible porque me persigue desde entonces. He pasado todo este tiempo culpándome por no haber salvado a mamá cuando la asesinaron frente a mis ojos, hace quince años.

—Мой храбрый маленький воин (Mi pequeño y valiente guerrero) —intervino mi madre, sacándome de mis pensamientos—. ¿Qué pasa por esa cabecita tuya, cariño? —preguntó sonriendo con calidez mientras se sentaba junto a mí.

—Solo... no es nada de lo que debas preocuparte. Estoy feliz de volver a verte y de que Eloy por fin haya podido conocerte —respondí, intentando desviar su atención, aunque no funcionó, pues me tomó de la mano y dijo:

—Sabes que no puedes ocultarme nada. Al igual que tu padre, eres muy transparente; nunca se te ha dado bien mentir. Así que cuéntame, ¿qué ocurre?

—Aquel día debí... —me interrumpió, envolviéndome en su abrazo, como hacía cuando tenía miedo de niño. Contuve las lágrimas y le correspondí.

—Escúchame bien, hijo, nada de lo que pasó fue culpa tuya. Tenías 10 años, por lo que no podías haber hecho nada contra tres vampiros, mi amor. Lo que me alivia es que los abuelos, el tío Niko y tu padre lograron llegar a tiempo para salvaros a ti y a tu hermano. Y así se lo hice saber a papá cuando lo vi.

—¿Él estuvo aquí? —pregunté, y ella asintió.

—¿Por qué no regresaste a casa cuando papá lo hizo para salvar a Matías? —intervino Eloy.

—Hay un proceso natural que no se debe obviar. Los padres no deben sobrevivir a sus hijos, como en el caso de Alessandra, Adriano y Anna. O como estuvo a punto de ocurrir en varias ocasiones en las que has enfrentado situaciones de vida o muerte, Matías. Veréis, vuestro padre estuvo conmigo en este lugar cuando te salvó la vida. En cuanto nos enteramos de lo que sucedía, estuvimos de acuerdo en que él debía regresar. Me pidió que lo acompañase, pero le dije que no y le hice una promesa: cuando sea su hora, estaré esperándolo.

—Sí, mamá, pero... —puse la vista en mi esposa, cerré los ojos con fuerza en un intento de contener mis lágrimas, pero estas cedieron.

—Lo sé, duele horrores. Sentí lo mismo al alejarme de tu padre y de vosotros, pero que me mantuvieras al tanto cada vez que visitas el parque estatal de Camden Hills me ayudó a sobrellevarlo y terminar aceptándolo. Te diré algo, cariño: no dejará de doler, pero, quién sabe, hay muchas cosas que nos pueden sorprender en el trayecto de la vida —sonrió como si supiera algo que yo desconocía—. Deberás ser fuerte, por tus hijas, mi valiente guerrero —añadió.

—¿Cómo...? —pregunté, pero me interrumpió.

—¿Creías que al saber que sería abuela me perdería la llegada de mis primeras nietas al mundo? —preguntó con una sonrisa ladeada y una ceja enarcada.

—¿Estabas allí? —asentí, y ella dijo:

—Fueron muy valientes, estoy muy orgullosa.

—Gracias —respondí.

—Dime, ¿cómo está vuestro tío? —preguntó.

—Su carácter cambió luego de tu partida, te echa de menos. Pero ahora que es padre, esperamos que eso le ayude a ser quien fue en el pasado —contesté.

—¿Qué tendrá? —preguntó con ilusión en su mirada.

—Ha tenido gemelos, un niño y una niña —intervino Eloy.

—¿Podríais darle un mensaje? —asentimos, y añadió—: Primero, decidle que lo que pasó no fue su culpa, que también lo extraño, pero que me prometa que será feliz y disfrutará la paternidad. Que es hora de dejar atrás el pasado.

—Se lo diremos —respondimos al unísono. Alessandra se levantó de inmediato al ver entrar a los abuelos en la cabaña; regresaban de hacer una ronda en el perímetro.

—¿Saben algo de Hank? —preguntó.

—¿Hank también está aquí? —intervine, y todos asintieron—. ¿Dónde está? —pregunté.

—Olivia se ha apropiado de este mundo. Visita a Henry, pues hay muchos de tus enemigos campando a sus anchas por este páramo, y son quienes la mantienen al tanto de todo lo que hacemos. Cuando Hank murió, vino a este lugar, y su propio hijo fue quien lo capturó y lo entregó a la bruja. Lastimosamente, no hemos dado con su paradero, y además nos superan en número —respondió el abuelo Justin.

—Podemos ayudaros a buscar —intervino Eloy.

—Estoy de acuerdo —añadí.

—No podéis —intervino mi madre—. Ya debe saber que estás aquí, Matías. Si viene a por ti y consigue capturarte, no podrás regresar con tu hermano a tu cuerpo —añadió.

—Y nuestras hijas te necesitan —dijo Alessandra, tomándome de la mano.

Sabía que tenía razón, pero había algo más que me angustiaba. El hecho de considerar que tenía que marcharme sin mi mujer me estaba ahogando.

—No puedo... yo... —tartamudeé al borde del llanto, con el corazón latiendo con premura mientras me perdía en su mirada.

—Ojalá todo fuera diferente, amor, porque tampoco quisiera dejarte ir; pero necesito que hagas algo por mí —tomó mi rostro entre sus manos y dijo—: Si no es en esta vida, te buscaré en las próximas, lo prometo por la diosa. Pero debes regresar junto a nuestras hijas, porque no hay nadie mejor que su padre para protegerlas —podía ver cómo se esforzaba en contener sus lágrimas, mientras yo lloraba como una magdalena. Al instante, la abracé con fuerza, ocultando mi rostro en la esquina de su cuello, y suplicante respondí:

—No quiero esto... no me obligues a continuar sin ti, lobita; no sé cómo hacerlo.

—Es la hora, campeón —intervino el abuelo Jasha, posando la mano en mi hombro.

—Cariño —añadió mamá, abriendo sus brazos. Inmediatamente me cobijé en ellos como un niño asustado. Odiaba tener que apartarme de ella nuevamente, pero soy consciente de que sin Cristina no puedo hacer mucho.




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