El crepúsculo de los lobos [saga Resiliencia •2]

Lina

~Alessandra~

No todos pueden decir que han tenido la oportunidad de regresar de la muerte. Créeme, al principio no es agradable, dado que mi cuerpo llevaba casi una semana sin ninguna movilidad, lo que me dificultaba poder caminar. Gracias al apoyo constante de Henry y Scott a lo largo de estos días, he logrado comenzar a andar por mí misma de nuevo. Me sorprendí al verme en el espejo y notar el buen estado en el que mi cuerpo se hallaba. Cristina me explicó que, el mismo día de mi muerte, usó un viejo hechizo de conservación con la esperanza de poder traerme de regreso. Lo que tengo entendido es que no ha sido nada fácil.

Sé que acabo de verlo, pero ese recuerdo parece estar a años luz en este momento. Aguardo con ansias ver a mi marido llegar a casa para poder abrazarlo con fuerza, sentir su calor contra mi pecho y hacerle saber que no permitiré que nada ni nadie vuelva a separarnos.

—¿Cómo estás? —preguntó Scott, tomando asiento junto a mí en el sillón de la sala.

—Mal, porque esto se pudo haber evitado si hubiese cuidado bien mis espaldas aquel día —contesté con tristeza—. Le habría ahorrado a Matías... —me interrumpió.

—No fue culpa tuya. Sin embargo, ni luego de la pérdida de Alisa lo vi tan destrozado. Pero algo sé con seguridad, y es que juntos podréis superarlo.

—¡Chicos, a desayunar! —intervino Henry desde el comedor.

—¿Qué huele tan bien? —pregunté, guiada por el aroma hasta la mesa, donde me esperaba un delicioso plato que contenía una torre de tortas, frutos del bosque con miel por encima, zumo de naranja, café y tiras de bacon. Un desayuno completo—. Qué buena pinta tiene todo, gracias —añadí.

—Son deliciosas, tienes buena mano —dijo Scott tras dar un primer bocado a sus tortas. Durante el desayuno, Henry nos deleitó con relatos de su pasado inmemorial, revelando su verdadera edad. Con su estatura imponente de metro noventa, su tez oliva y cabello oscuro, Henry encarnaba la fuerza de siglos. Sus ojos azules, profundos y penetrantes, parecían reflejar la sabiduría acumulada a lo largo de dicho tiempo. Y es que resulta ser que él es el hijo del primer híbrido original.

Mientras lo escuchábamos con atención, pude notar cómo Hugo tenía más semejanza a su madre que a su padre; pero, de cierta forma, encarnaba la herencia familiar, marcada por la magia y los buenos linajes de sus dos progenitores.

Nos habló de cómo vivió la masacre de su manada de híbridos a manos de las mismas sombras de Olivia que intentaron acabar con la nuestra. La desesperación de Henry en aquel momento, al intentar resguardar a su familia mientras las raíces lo aprisionaban a cada paso, hasta quedar atrapado dentro de un árbol gigantesco.

—Pero ahora estoy con mi familia luego de una larga espera, y es lo único que me importa —dijo Henry tras un largo suspiro, dedicándole una sonrisa a su esposa mientras la tomaba de la mano.

Desde el momento en que conocimos a Hugo, su aura singular y etérea siempre me intrigó. Es como si el tiempo se detuviera a su alrededor, preservando su juventud en un envoltorio de misterio y encanto. A pesar de ser un hombre de milenios, su rostro refleja la frescura y vitalidad de alguien que apenas ha tocado la superficie de la vida.

Lleva en su sangre el legado de los mismos vikingos, una herencia que se manifiesta en su fortaleza y sabiduría. Su humor jovial y su compromiso con su trabajo son solo dos facetas de un ser profundamente complejo y fascinante.

Su linaje lo conecta con la magia, pero no nació siendo brujo, sino como híbrido; su poder resurgió años más tarde tras su primera transformación. A pesar de su vasta experiencia y conocimiento, hay un anhelo en Hugo por encontrar a su alma gemela. Su nobleza y grandeza de espíritu son evidentes para todos los que tienen el privilegio de conocerlo, y sé que la diosa luna le reservará un amor digno de él.

Con el sol en el cenit, sentí su aroma familiar, como una brisa cálida que anunciaba su llegada. Con el corazón latiendo con fuerza, me puse en pie de un salto, dejando que la emoción inundara mis sentidos. Miré directamente a Scott con una sonrisa radiante.

—Ha llegado —dije con entusiasmo.

—Iré a recibirlo, no te muevas de aquí —pidió apacible, saliendo de la casa de los Lennox y dejándome cruzada de brazos, haciendo pucheros. Mientras tanto, los otros tres contenían la risa por mi actitud.

~Matías~

Acabo de llegar al fin a casa, pero con un mal sabor de boca, me temo; pues a medio camino me encontré con la desafortunada sorpresa de una segunda pareja, a la cual, por supuesto, rechacé sin dudar.

—Hola —saludó Adriano, recibiéndome con un abrazo.

—Hijo, me alegra teneros de vuelta; estaba preocupado. ¿Cómo te encuentras

—Lo lamento, papá, no quise preocuparte. No te puedo mentir, no estoy bien, pero lo estaré —sonreí forzado.

—¿Dónde estaban? —preguntó con curiosidad.

—En los montes Apalaches —intervino Eloy.

—¿Qué hacían allá? —cuestionó.

—Necesitaba volver a verla, al menos una vez más; así que fui en busca de un chamán que me ayudó a encontrar a Alessandra —dije. No recibí respuesta, solo una sonrisa de complicidad y un guiño antes de que la aldea se llenara de gritos repentinos, anunciando el regreso de nuestra luna, es decir, mi esposa había vuelto a mi lado.

La vi en el horizonte caminando hacia mí. Sentí como si el mundo se detuviera. Mi corazón, que había sido un torbellino de emociones, parecía recomponerse al verla acercarse. Mis ojos contenían las lágrimas que amenazaban con salir, hasta que no pude más y me deshice en llanto. Caí de rodillas, abrumado por la dicha y la incredulidad de tenerla de vuelta.

Entonces, ella cayó frente a mí, tomó mi rostro entre sus manos y, con una sonrisa que iluminaba mi mundo, me aseguró con sus palabras llenas de promesas:

—Tranquilo, amor, ya te tengo. Nadie más nos volverá a separar —susurró en mis labios antes de fundirnos en un beso dulce y delicado.




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