~Brent~
Hola, ¿cómo están? Soy Brent Anderson. Tengo 33 años y soy de Nueva Orleans, mi ciudad natal. Crecí en una familia humilde, rodeado del respeto y el amor de mis padres. Mi padre, Isaac, es un alfa de 50 años, nacido en una pequeña aldea en medio del bosque de Nueva Orleans. No cree en las diferencias de razas; es querido tanto por los hombres lobo como por las brujas del Barrio Francés. Mi madre, Madison, tiene 55 años y es una luna muy dedicada a su gente. Soy hijo único y le debo todo a mis padres; hoy soy quien soy gracias a ellos y los valores que me han inculcado.
Siempre hay algún rebelde que se aventura en nuestro territorio, un forastero que pasa desapercibido hasta que causa estragos. Es un fallo que debemos subsanar. Somos tres clanes distintos; los lobos y los brujos vivimos en armonía. Sin embargo, con los vampiros es otro asunto: siguen sus propias reglas y a menudo se escapan de nuestro control. Son astutos e indisciplinados. Hace años, formaron una rebelión que nos forzó a los lobos y a los brujos a formar una alianza, la cual mantenemos desde entonces.
A pesar de mi amor por viajar y descubrir nuevos lugares, reservo tiempo libre para pasear por la ciudad con mis padres. Nos reciben con sonrisas cálidas y, a veces, con invitaciones a compartir una comida o simplemente disfrutar de una taza de café juntos. Estos gestos de hospitalidad siempre son gratamente apreciados.
Asumí el papel de alfa a los 18 años, cuando mi padre decidió retirarse para explorar el mundo, deseando disfrutar lo que le restaba de vida después de haber dedicado tanto a nuestra manada. Desde entonces, mis padres viajan con regularidad, a menudo llevando consigo a algunos miembros de nuestra manada.
Recién he llegado de Camden para continuar con las reformas de todo mi pueblo. Mi padre optó por hacer un viaje a lo grande y se ha llevado a toda nuestra gente, otorgándonos el tiempo y el espacio necesario a los que nos hemos quedado para las obras.
Al regresar, fui recibido por mi esposa, Abby, de 29 años. Nuestro encuentro ocurrió durante uno de mis viajes, mientras exploraba la naturaleza en forma de lobo. Adam, mi lobo, detectó el inconfundible olor a sangre. Guiado por el mismo, encontré a una loba herida, atacada por otro de su misma especie.
Siguiendo los cuidados que mi madre me enseñó de pequeño, la protegí y cuidé en mi tienda de campaña durante semanas, alimentándola y sanando sus heridas hasta su completa recuperación.
Nuestro vínculo se fortaleció con el tiempo, y cuando la diosa luna nos eligió como almas predestinadas, Abby finalmente compartió conmigo la verdad sobre su ataque y el porqué. Fue entonces cuando juré ser el mejor hombre, esposo, padre y persona para ella y nuestros futuros hijos.
Me convertí en su protector y ella en el mío. Es una loba repudiada de su manada, pero para mí es la mujer más extraordinaria que he conocido. Cada mañana me siento afortunado por despertar a su lado y cada noche dormir abrazados.
Me confesó que su antigua familia era radical, una amalgama de razas que nunca especificó por completo; pero eso no me importó tanto como lo que me dijo después, lo cual me llenó de ira. Resulta que el desgraciado que casi acaba con su vida era su compañero, su mate; un chico presuntuoso con una reputación de malo. Un hombre dominado por los instintos más primitivos de su parte animal. Celoso hasta el extremo, pero sobre todo un necio que eligió creer los rumores de las otras chicas que deseaban tener un poco de él, antes que confiar en las palabras de su propia pareja destinada, a la que ni siquiera le pidió explicaciones.
El individuo en cuestión se llama David Durand: arrogante, impulsivo y un verdadero mujeriego. Sin duda un personaje peculiar, ¿no les parece? Tras un ataque de celos enfermizos, le propinó un brutal zarpazo cerca de la yugular, con la clara intención de acabar con su vida, y luego la abandonó en el corazón del bosque, dándola por muerta.
Compartió conmigo que las mujeres que rodeaban a David estaban dispuestas a cualquier cosa por captar su atención. Cuando la vieron junto a él y la presentó como su pareja, los celos consumieron a las demás, llevándolas a agredirla cada vez que la veían a solas. Hasta que un día, como cualquier otro, regresó a casa y se encontró con que sus padres la esperaban en compañía del alfa y David, con la decepción en sus rostros.
La tildaron de serle desleal a su compañero, pero descubrí que seguía siendo virgen cuando la marqué como mi luna, viendo las cicatrices en su cuerpo de cuando aquel indeseable la atacó. Yo me encargué de hacerle saber que debía sentirse orgullosa de ella misma y de su fortaleza, recordándole, ante su desnudez, lo hermosa que es mientras besaba cada una de sus heridas.
Desde que nos encontramos, me he dedicado con esmero a hacerla feliz, y ahora ella es la mujer más radiante del mundo. Cada curva de su cuerpo, sus finas facciones, su piel clara y sus labios carnosos, junto a esos profundos ojos azules, me tienen completamente enamorado; cada vez que sonríe no puedo evitar admirarla con total devoción. Ahora somos una familia feliz, junto a nuestra hija Ángela, de cinco años, y además esperamos otro bebé; está de cinco meses y esta vez serán dos niños.
Y así, regresando a la realidad, fui recibido por mi maravillosa esposa y mi pequeño ángel, a quien, agachándome a su altura, tomé en mis brazos. ¿Se me puede derretir más el corazón?
—Hola, cariño, no sabíamos que volvías hoy —añadió Abby luego de darme un cálido beso.
—Si me recibes así cada vez que regreso, viajaré más a menudo —dije, e inmediatamente un rubor cubrió sus mejillas.
—Qué tonto eres, ¿tienes hambre? —contestó.
—Sí, vamos, corre papi, hemos hecho galletas con la yaya —intervino nuestra pequeña, rodeándome con sus pequeños brazos mientras sostenía su firme abrazo. Sonriendo, besé su mejilla y ella me devolvió el gesto.
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Editado: 09.11.2024