~Connor~
Con los primeros albores del día, perezoso y con los ojos aún cerrados, me di la vuelta en busca de mi precioso ángel, pero me encontré con su lado de la cama vacío. Fue entonces que escuché el agua de la ducha correr y un dulce aroma a naranjas llenó el aire. Esbozando una sonrisa tonta, me levanté y asomé por la puerta para verla danzar de un lado a otro, envuelta en una exquisita lencería de encaje negro, trayendo a mi mente los recuerdos de la noche anterior. Su cabello suelto y su piel desprendían el delicioso aroma a vainilla de la crema que siempre usa. Embobado, la observaba apoyado en el marco del umbral, hasta que notó mi presencia y me sonrió a través del espejo.
—Buenos días, amor —dijo Ashley mientras comenzaba a peinar su cabello.
—Buenos días, me he despertado solo —contesté, haciendo pucheros.
—Dormías tan apaciblemente que me daba pena despertarte. No has dormido nada, así que pensé en bajar a desayunar con los chicos y luego subirte una bandeja cuando termine —respondió frente a mí. Pasó sus brazos sobre mis hombros y la atraje hacia mi cuerpo, fundiéndonos en un extasiante beso.
—Oh, podríamos también… continuar por donde lo habíamos dejado anoche —susurré en sus labios con picardía. Se alejó riéndose para terminar de arreglarse.
—Por muy tentadora que sea tu oferta, me muero de hambre —respondió.
—Trae, déjame ayudarte —tomé su cepillo y, con suavidad, comencé a cepillarla; la vi sonrojarse al instante.
—No es necesario —tartamudeó.
—Por favor, insisto; me gusta hacerlo y además, te mereces que te cuiden como la princesa que eres —sonrió como respuesta. Disfrutamos de la tranquilidad del momento. Al terminar, se giró y posó un efímero beso en mis labios.
—¿Y eso qué fue? —pregunté con la ceja alzada.
—Porque te amo —respondió.
—Yo también te amo —dije—. Ve adelantándote, me doy una ducha rápida y enseguida estoy con ustedes —añadí.
—Está bien —contestó. Con un último beso, salió de la habitación y yo me fui a bañar.
~Matías~
El sol entra por la puerta de nuestra terraza y su aroma llena mis fosas nasales. La noto moverse en la cama, así que aprovecho para hacerme el dormido y anticipar cuál será su próximo paso. Siento su respiración cerca de mis labios, luchando contra la tentación de lanzarme hacia ellos y devorarlos. Ella comienza a hacer suaves caricias, siguiendo el contorno de mi rostro: las mejillas, la mandíbula, la frente, el cabello, y finalmente baja muy despacio por mi nariz hasta mis labios, donde me roba un beso rápido.
—Buenos días, cariño —abro los ojos encontrándome perdido en sus dulces ojos azules y su amplia sonrisa.
—Buenos días, amor —respondí, robándole un segundo beso.
—¿Qué tal has dormido? —inquirió con la ceja alzada y una sonrisa ladeada.
—Como un bebé —nos reímos, pero de repente recordé algo. —Oye, pequeña...
—Lo sé, no te culpo, créeme. Me di cuenta de lo que pasaba al mirarte, y además ya son muchos años a tu lado. Te conozco bastante bien para saber que jamás me harías algo así. Me enfadé por la situación, no soportaría la idea de imaginarte en los brazos de otra mujer.
—Yo hubiera actuado de la misma manera, pero preferiría morir antes de serte infiel o aceptar a otra mujer en mi vida. Eres mi primer amor y eso nada ni nadie podrá cambiarlo. No te imaginas lo mal que lo pasé cuando te perdí; lo único que tenía en mente era el deseo incesante de morir para poder volver a tu lado —dije con tristeza, apartando la mirada al recordarlo.
—Amor, he vuelto, estamos juntos de nuevo, y no pienso marcharme a ningún lado. Eres el hombre de mi vida, el padre de mis hijas. Te necesito tanto como el aire que respiro, y te amo tanto que hasta duele. No cambiaría nada porque todo nos ha llevado hasta este momento y nos ha hecho más fuertes.
—¿Qué hice para merecerte? —cuestioné con una tonta sonrisa, cubriendo de caricias su mejilla—. Debes saber algo, y no te va a gustar —guardó silencio dejándome continuar—. Hay ocasiones en las que, cuando un alfa pierde a su luna, cabe la posibilidad de que la Diosa Luna le conceda una segunda pareja, otra mate —frunció el ceño, pero no dijo nada, así que continué—. Para poder traspasar el velo, tuve que viajar a las montañas de los Apalaches; durante el camino de regreso a Camden, percibí un aroma que solo indicaba algo que me negué a aceptar y me marché de inmediato del lugar.
—¿Una nueva mate? —preguntó. Me percaté de una lágrima que descendía por su rostro; agachó la vista, levanté su quijada y la obligué a mirarme directamente a los ojos.
—Cuando apareció por sorpresa en la discoteca, ya la había rechazado; no percibí su aroma de la misma manera que me sucede contigo.
—¿Por qué? —cuestionó.
—Porque ninguna de ellas sería tú, y si no lograba recuperarte y la muerte no me alcanzaba, preferiría una vida solo que una sin ti —aseguré. Se dejó caer en mis brazos y nos fundimos en un cálido y reconfortante abrazo—. Somos un equipo, arreglemos este problema codo con codo; traigamos a nuestras hijas y a los demás de vuelta a casa —se iluminó su cara con una gran sonrisa, dando pequeños saltitos.
—Sí, bajemos a desayunar —añadió con una sonrisa. Ella se vistió rápidamente con unos shorts y una camisa de tirantes, recogiéndose el cabello en una cola alta; mientras que yo opté por lo primero que vi en el armario: unos shorts a cuadros y una camisa de tirantes azul, sin preocuparme demasiado por el pelo. Bajamos tomados de la mano hasta el comedor, donde el resto ya nos esperaba. Pero al ver a Derrik llegar con el rostro desencajado, supe que algo sucedía, así que le pregunté.
—¿Derrik, qué ocurre?
—Me han llamado de la manada, dijeron que mi padre sufrió un ataque de pánico y huyó bosque adentro; no me llamaron porque creyeron que lo encontrarían ellos, pero lastimosamente no ha sido así. Lo peor es que no sé por dónde comenzar a buscar —respondió cabizbajo.
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Editado: 09.11.2024