El crepúsculo de los lobos [saga Resiliencia •2]

Despertares

~Matías~

Con los primeros albores, hemos decidido dejarlo todo preparado para nuestro inminente viaje, en el que, por supuesto, me llevaré a algunos hombres, pero dejaré Luz de Luna en manos de mi padre y hermano hasta mi regreso. Anoche me comuniqué con mi tío Nikolay para avisarle que hoy partiríamos hacia Rusia. Hemos pasado por demasiado, y tanto mi esposa como yo sentimos que es el momento de reencontrarnos con nuestras hijas y volver a reunir a las familias de Luz de Luna, que se vieron obligadas a separarse todo este tiempo.

Aprovecharé la ocasión para conocer a mis primos. Durante la cena con mi padre, hermano y Adriano, mencionamos nuestro plan de traerlos de vuelta a casa. Mi suegro, ansioso por reunirse con los niños y su esposa, ha comenzado a prepararles una cálida bienvenida junto a mi padre desde las primeras luces del día.

Con todo listo en los coches, hicimos una breve parada en nuestro hospital para visitar a Ada y Derrik, y ver cómo se siente Jessica antes de tomar nuestro avión.

~Stephan~

La preocupación me ha mantenido despierto toda la noche. El médico que nos atendió ayer mencionó que los resultados de los análisis estarían listos hoy, así que nos recomendó pasar la noche en una de las habitaciones del hospital en Luz de Luna, y aquí estamos. Al anochecer, decidí avisar a los padres de Jessica sobre su estado, y dijeron que estarían aquí por la mañana.

Después de que Matías y Ales se marcharon, parecía que finalmente el sueño me había alcanzado; sin embargo, unos suaves golpeteos en la puerta me hicieron enderezarme en el sillón de inmediato.

—Adelante —dije.

—Buenos días, lamento haberlos despertado, beta —saludó el doctor de ayer, avergonzado desde el umbral de la puerta.

—Tranquilo, por favor, pasa, no te quedes ahí —respondí con tono tranquilizador y una cálida sonrisa.

—Gracias, he venido con los resultados —contestó con una amplia sonrisa.

—Buenos días, doc... —intervino Jessica, tallándose los ojos y sentándose en la cama.

—Ahora que está despierta, señorita, podré informarles lo que reflejan los resultados —dijo el doctor.

—Díganos qué sucede —supliqué.

—Su mujer está embarazada —me tendió los papeles.

—Voy a... vamos a... —no me salían las palabras. El doctor soltó una pequeña risa antes de salir de la habitación.

—Iba a decírtelo antes de que pasara todo esto —intervino mi esposa.

—Eso no importa ahora, están bien, gracias a la Diosa —contesté, cubriendo su vientre de suaves caricias.

—¿No estás enojado por ponernos en peligro? —preguntó, haciendo pucheros.

—De nada me sirve enfadarme por algo que ya ocurrió, pero sí me preocupa que sea algo que vuelva a repetirse si la ocasión se da —agregué. Levantando la mano derecha y adoptando una postura erguida, igual que en un juramento en la corte, dijo:

—Papá, prometemos no ponernos más veces en peligro —inevitablemente me reí, negando ante su actuación. Tras un suspiro pesado, tomé su rostro entre mis manos, conectando su mirada con la mía.

—Eres una cabeza loca, ¿qué voy a hacer contigo, brujita?

—¿Amarme? —cuestionó, haciendo pucheros con una tímida sonrisa. Nos fundimos en un suave y tierno beso prolongado.

—Gracias por hacerme el hombre más feliz del planeta. Los amo —añadí al separarnos. Me abrazó, ocultando su rostro en mi pecho.

—Nosotros también a ti —respondió.

—¿Qué pasa? —pregunté al ver la incertidumbre en sus ojos.

—¿Cómo se lo tomarán Ada y Derrik ahora que...? —la interrumpí.

—Crecí con él, estoy seguro de que estará feliz por nosotros.

—¿Podemos ir a verlos? —preguntó.

—Por supuesto, pero nada de caminar —dije.

—Amor, estoy embarazada, no enferma.

—No has desayunado todavía; ayer te agotaste por la cantidad de magia que usaste. Tú eliges: en una silla de ruedas o en brazos —advertí.

—¿Así va a ser esto por nueve meses? —preguntó, exasperada, rodando los ojos.

—Y solo es el comienzo —añadí con picardía.

~David Durand~

Se acercaba el día en que nos despediríamos de mi hermana Lina, pero en este momento mis prioridades son otras. Sé que ella lo habría entendido, y tanto papá como Ezra estuvieron de acuerdo conmigo. Resulta que decidí quedarme en Camden, ocultando mi aroma gracias a uno de nuestros brujos. Me escondí en el bosque, agazapado entre los árboles, con un objetivo claro en mente: averiguar de dónde había llegado el alfa que logró desconcertarme por el aroma que traía consigo.

—Te amo, hermanita, pero sabes que lo que estoy a punto de hacer es importante para mí —pensé.

Si la maté hace años, no comprendo por qué su hedor perdura en ese alfa. Ella era mi alma predestinada, y si continúa con vida, le recordaré a quién le debe lealtad y respeto. Ella es mía, y no permitiré que viva con otro hombre. No importa lo que tenga que hacer para asegurarme de eso.

He seguido al alfa Brent hasta la ciudad en la que vivimos hace unos cuantos años: Nueva Orleans. Nada más llegar, me di cuenta de lo bien protegidas que tenía las calles y a su gente; los hombres lobo campaban a sus anchas.

Lo seguí a una distancia prudente hasta el comienzo de una pequeña población en el bosque, donde, a su paso, las personas lo saludaban con una sonrisa y él les correspondía. De repente, detuvo su andar, enfocando su vista en una pequeña que corría hacia sus brazos. Se agachó a su altura y la cargó. Fue entonces cuando la vi, muy embarazada, en sus brazos tras recibirlo con un beso; era ella, Abby seguía con vida.

—Grrr, Abby... con que sobreviviste. Después de todo era cierto cuando decían que eras una deshonra para esta familia. Pagarás caro tu infidelidad; si no eres mía, no serás de nadie —dije antes de transformarme y adentrarme en el bosque. Solo era cuestión de horas; debía esperar al anochecer para llevar mi plan a cabo.

~Anakin~




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