~Eloy~
Juntos diezmamos a la Sociedad Lunar. Si no poníamos fin a la tiranía de esta manada, seguirían dañando a las personas. Además, por nuestra intromisión la noche anterior en sus tierras, cabía la posibilidad de represalias futuras. Para evitarlo, acabamos con todos.
Lo que supuse que había terminado estaba lejos de un final. Craig Durand, guiado por la ira, llegó gritando que vengaría la muerte de su mujer y familia, matando a algunos heridos y a los médicos que los ayudaban. Los alfas que aún no nos habíamos marchado en las camionetas intervenimos para detener a este pequeño grupo, cuando algo inesperado ocurrió.
Era consciente de que podríamos sufrir bajas, pero no esperaba que fueran tantas. Sentía una opresión en el pecho mientras observaba mi entorno: padres llorando por el fallecimiento de sus hijos, hermanos tomándose de la mano mientras el sano acompaña al herido en su recuperación. Me enfurecía ver las vidas que se habían cobrado por la maldad del mundo; honestamente, desearía poder cambiarme por cada uno de ellos para que no tuvieran que sufrir.
No sabemos si Alexey sobrevivirá. Marc perdió a Cassandra, su Luna, por acompañarnos, y me siento culpable por ello; tienen un hijo, y ahora crecerá sin su madre. Leo, el beta de Brent, tiene un desgarro en medio de su torso, el cual fue suturado rápidamente. Hansel fue herido, pero se recuperará. Hank estuvo a punto de perder el corazón; mi padre intervino a tiempo, arriesgando su vida.
Me uní a mi hermano para distraer al brujo que estaba asfixiando a nuestro padre, pero entonces Matías me sacó del camino. Se fue en contra del hechicero, pero antes de llegar a este, Craig lo derribó, clavando sus garras profundamente en su pecho.
—¡Matías! —exclamé por el link, llamando la atención de mi tío. Encolerizado, sacó a Craig de encima de mi hermano. Poco después, se unieron Kenai, Ales, Adriano y los demás. Mientras sacaba a mi padre del campo, lo dejé con los heridos que quedaban en el lugar. Para cuando regresé junto a Matías, ya estaba rodeado, y mi tío intentaba reanimarlo sin éxito.
—Déjenme pasar —intervino Cristina.
—Por favor, dime que se pondrá bien —rogó Alessandra, con la voz temblorosa y el rostro cubierto de lágrimas.
—Me temo que su destino, esta vez, se ha tornado sombrío —contestó apesadumbrada, examinando la herida reabierta en el pecho de mi hermano.
—¿Qué quieres decir? —cuestionó mi tío.
—¿Cuándo despertará? —inquirí, con una pequeña esperanza que fue pisoteada con las siguientes palabras.
—¿Ves el color de la sangre de tu hermano en este momento? —preguntó Cristina, y yo asentí en silencio.
—Negro... eso solo quiere decir una cosa —irrumpió mi padre, uniéndose.
—Exactamente eso, vuestro alfa ha sido envenenado —añadió Henry.
—Pero él nos dijo que se encontraba bien —comentó asombrado Chase.
—No todos los venenos mata-lobos actúan con rapidez; unos pocos existen para destruir desde adentro. No sabemos cuánto lleva en su torrente sanguíneo, pero si alcanza su corazón, me temo que Matías morirá en las próximas horas —afirmó Cristina.
—Debe haber algo que podamos hacer para salvarlo; mi hermano no puede morir —contesté con desesperación.
—Preparaos, tendréis que despediros —dijo Cristina con tono apagado pero firme.
—¡No! —chilló Alessandra, con los ojos ámbar llenos de lágrimas y una furia desbordante—. ¿Es que se han vuelto locos? —observó con desconcierto a todos los que rodeábamos a mi hermano—. ¡¿Ninguno piensa decir nada?! —se creó un silencio sepulcral unos instantes y añadió—: ¡Me niego a aceptarlo! No me quedaré quieta sin hacer nada mientras veo a mi marido morir. ¡Mis hijas esperan ver llegar a su padre a casa! —había perdido el control. Se llevó las manos a la cabeza, sus uñas transformándose en garras, sus ojos centelleaban como dos faros, su respiración se tornó errática y, con un grito desgarrador saliendo de su garganta, cayó de rodillas.
—Hija, por favor, necesito que te calmes. Perdiendo el control no lograrás nada, princesa —intervino Adriano, arrodillado a su lado—. Tienes que ser fuerte, no estás sola, te ayudaremos —añadió con tranquilidad.
—No puedo abandonarlo, papá. Sabes que él haría lo mismo por mí, está así por salvarme, otra vez. Mi marido y el padre de mis pequeñas no puede morir así; este no puede ser su final. Me niego a dejar ir al hombre que amo —rota en llanto, se derrumbó en los brazos de su padre. Ninguno dijimos nada; no lográbamos salir del shock ante la imagen de Matías, tendido en el suelo, a un paso de la muerte una vez más, y una horrible mancha negra en medio de su torso desnudo que comenzaba a expandirse.
—Lo sé, cariño —respondió Adriano, intentando calmarla—. Tienes que ser fuerte, lo conoces; sabes que no se rendirá tan fácil. Luchará por volver, mientras todos nos pondremos manos a la obra; encontraremos una solución con la que podremos traerlo de vuelta a casa —añadió.
—Tiene razón, colaboraremos. Me niego a ver a mi hijo morir —agregó mi padre. Se giró hacia Cristina y dijo—: Usa el mismo hechizo que usaste en Alessandra para resguardar su cuerpo hasta que lleguemos a Camden.
—Buscaremos día y noche en los grimorios de Nana Rose si es necesario; no permitiré que muera —intervine.
—Hay que averiguar con qué clase de veneno fue envenenado, para poder hallar una cura —contestó Hugo.
—¿Dónde está Craig? —inquirió Ashley.
—Estaba... —contestó Kenai—. ¿Cómo se pudo levantar? —cuestionó.
—Parece que despertó y huyó malherido —añadió Brent.
—Entonces debemos mantener la alerta en las manadas. No podemos confiarnos en que no volverá a aparecer —contesté.
—Pero no será hasta dentro de mucho tiempo, le dimos una buena paliza —intervino Connor.
—Olviden a Craig; es uno y nosotros somos miles. Saquemos a mi hijo de Texas —interrumpió papá.
—Iremos en tu avión para cuidar de él —comentó Cristina.
#317 en Paranormal
#6824 en Novela romántica
amorverdadero, guerra licantroposvsvampiros, hombrelobo alfa luna mate
Editado: 10.01.2025