El crepúsculo de los lobos [saga Resiliencia •2]

El legado de un padre

~Scott~

Finalmente, cumpliendo con lo prometido, dejé a Derrik en transición, recostado en una cama junto a Ada. Antes de marcharme, me despedí de Hank y Bastián, quienes, al igual que muchos otros, me aseguraron que seguirían al lado de mis hijos y los acompañarían en cada futura batalla. Agradecido, me encerré en mi despacho, esperando que Eloy no estuviera cerca, pero parece que se había despertado. Así que, aprovechando el momento de soledad, me sumergí en recuerdos que hicieron desbordar mis lágrimas tras cada palabra escrita en la carta que dejaré despidiéndome de ellos. Al terminar, la guardé en mi cajón y tomé el teléfono de mi mesa para hacer lo siguiente de mi lista antes de dirigirme a la casa del bosque.

—Scott, ¿va todo bien? —cuestionó Nikolay al descolgar la llamada.

—Me temo que no —contesté, rompiendo en llanto.

—Voy a viajar inmediatamente. Dime qué es lo que está pasando.

—Es Matías, él está muerto; no logramos salvarlo —dije, enjugando mis lágrimas. El otro lado de la línea enmudeció en un silencio sepulcral, hasta que, conmocionado por la inesperada noticia, preguntó:

—¿Cómo están Alessandra y las niñas? ¿Y Eloy?

—Ales se desvaneció en los brazos de su padre; ella presenció todo. Las niñas aún no saben nada, y Eloy tampoco —respondí.

—¿Quieres que vaya como apoyo para contarles? —inquirió.

—Sí, te necesito en Camden por los próximos días. Pero hay algo más que necesito de ti.

—Te conozco, ¿qué planeas? —cuestionó.

—He sabido que hay un ritual antiquísimo que puede devolverle la vida a Matías. Tú me conoces, y no estoy dispuesto a vivir en un mundo en el que uno de mis hijos ya no esté. Ahora eres padre, sabes que no podemos soportar vivir más tiempo que nuestros hijos; no es natural. Además, no puedo dejar a mis nietas sin su padre. Esto, Nikolay, no debió pasar; Matías no debió haber perecido.

—Entiendo tu decisión; como padre, lo comprendo.

—Hay algo más que quiero contarte —agregué.

—Soy todo oídos.

—Hace poco recorría estos bosques junto a Eloy. Casualmente nos topamos con una mujer humana. Fue inesperado, pero Adeus la reconoció como su nueva compañera.

—Scott...

—Ahora somos híbridos. Si no nos matan, viviremos por la eternidad. Niki, estoy seguro de que sabes lo que pienso.

—No quieres esa eternidad sin mi hermana. Recuerdo que, al despedirnos de ella, prometiste en la ceremonia que jamás te entregarías a otra mujer. Tu amor verdadero era Alisa —contestó.

—Me sacrificaré y mi alma devolverá la vida a mi hijo. Sé que mi partida será un duro golpe para ellos, y Matías se culpará por mi elección. Les dejaré una carta con Christian; él se encargará de entregárselas cuando reciban la noticia de mi muerte. Sé que Luz de Luna es una gran familia y no estarán solos. Pero necesitarán que...

—No tienes que pedirlo. Dejaré a Tom a cargo y viajaré de inmediato hacia Camden.

—Muchas gracias.

—Gracias a ti por amar tanto a mi hermana, por darme dos maravillosos sobrinos y por lo que estás a punto de hacer. Lamento que no podamos despedirnos en persona. Solo quiero que sepas que ha sido un verdadero orgullo ser parte de esta familia y un honor haber luchado codo a codo contigo. Eres un gran hombre y un padre grandioso.

—Estoy orgulloso de ti y me siento afortunado de poder llamarte cuñado. Me voy tranquilo porque sé que mis hijos estarán protegidos y en buenas manos.

—Así es, ellos estarán bien. Por favor, abraza a mi hermana de mi parte.

—Lo haré. Nos veremos en la otra vida —contestó.

—Así será, te veré en la otra vida —confirmó antes de colgar. Suspiré con pesadez cuando fui consciente de que no estaba solo.

—¿Cuánto llevas ahí? —cuestioné.

—Lo suficiente.

—Adelante, no te quedes ahí —pedí con un ademán, indicándole que tomara asiento frente a mí.

—¿Estás seguro de que es la única opción? —inquirió.

—Hemos intentado lo imposible, en una carrera a contrarreloj, y hemos sido alcanzados por el tiempo. Mi hijo se halla sin vida en una de las habitaciones de nuestro hospital —se quebró mi voz.

—No tengo palabras para los últimos acontecimientos. Mi hijo Connor, en cuanto supo del fallecimiento de Matías, perdió el control, se marchó hacia el bosque y aún no ha regresado.

—¿Enviaste a Ashley?

—No tuve que. Ella lo siguió —contestó.

Metí la mano en el cajón de mi mesa a la derecha y saqué un sobre.

—Quiero que les entregues esto a mis hijos, pero una vez yo me haya ido. No quiero que Eloy intente impedir que cumpla con lo que me corresponde —dije—. Además, necesito que se lo entregues una vez Matías haya despertado.

—Tranquilo, haré lo que me indiques —respondió con lágrimas contenidas—. ¿Finalmente es una despedida, hermano?

—Así me temo, hermano —contesté con tristeza—. Pero ten por seguro que será un hasta luego; no te desharás tan fácilmente de mí —agregué con una ceja alzada, en un intento de aligerar el ambiente. Se rió a carcajadas, se levantó, sirvió dos vasos de whisky y, uno frente al otro, hicimos un brindis.

—Por la familia —dijo.

—Por la familia —repetí. Chocamos los vasos y bebimos de un trago el whisky.

—Te respeto y te admiro; siempre has sido un ejemplo de superación para mí. Hemos crecido juntos y combatido lado a lado durante mucho tiempo. Cuando más te necesité, tras perder a la madre de Connor, estuviste ahí; te convertiste en un segundo padre para él. Te lo debo todo, Scott, y soy afortunado porque me consideres tu hermano. Gracias —nos abrazamos deshechos en lágrimas.

—También te echaré de menos, hermano —contesté en el abrazo.

—¿Quieres que vaya contigo? —cuestionó.

—¿Dónde? —inquirí con el ceño fruncido—. Iba a la habitación de Matías; quería verlo por última vez antes de marcharme —añadí.

—Quería decir que me gustaría acompañarte a la casa del bosque.

—No es necesario; no quiero que veas cómo...




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