El crepúsculo de los lobos [saga Resiliencia •2]

Un rayo de sol

~Paula~

Ayer me uní al paseo en familia de Matías y Alessandra, junto a sus dos torbellinas. Matías tuvo la idea de mostrarles a las pequeñas una vieja receta de dulces que, a su edad, él preparaba con Alisa. Así que fuimos al mercado de la manada por algunos ingredientes y algo más. En uno de los muchos puestos, vi en una esquina las flores favoritas de mamá y, sin pensarlo, compré un ramo para llevárselas más tarde. Algunos vendedores nos obsequiaron frutas frescas, como manzanas rojas y rollos de canela.

De regreso a la casa de los chicos, me di cuenta de que no había sabido nada de Ezequiel en las últimas horas. Lo llamé y le escribí, pero nunca me respondió. Me despedí de ellos y regresé a casa esperando encontrarlo allí. A quien no esperaba ver era a la persona parada junto a mi marido: parece que papá había regresado.

···

[Al atardecer]

Cuando entré en casa y lo vi, dejé caer las rosas blancas y me lancé a sus brazos.

—¿Papá? —dije con la voz quebrada.

—Sí, tesoro, soy yo —contestó, abrazándome fuerte.

—Te he echado mucho de menos. ¿Cómo estás? ¿Dónde has estado? —pregunté, con lágrimas contenidas.

—Yo también te he extrañado cada día. Ezequiel me ha puesto al día sobre todo lo que ha pasado. Lamenté lo de Scott, pero comprendo lo que hizo. Yo haría lo mismo por ti —dijo, acariciando con suavidad mi cabello.

—Sí, lo sé —sonreí ligeramente.

—Dime, ¿cómo estás? —inquirió, separándonos del abrazo y tomando mi mano.

—Estoy bien... —dije, pero me interrumpió.

—Paula... —murmuró, mirándome con seriedad.

Suspiré y lo admití con tristeza:

—La echo mucho de menos, papá. Mamá era la luz de nuestras vidas, era única y especial con su personalidad alocada. Y ahora simplemente ya... no está.

Me dio un leve apretón en la mano y conectó su mirada con la mía, levantando mi quijada.

—Lo sé. Ella era vida y luz. Confieso que durante un largo periodo me mantuve cegado por la sed de venganza. Hasta que una noche, sus recuerdos invadieron mis sueños y me hicieron rememorar el día en que naciste. Entonces me detuve y me propuse aprender a vivir con el dolor de su ausencia, atesorando los momentos compartidos con tu madre. Una vida guiada por la venganza no es vida, especialmente si me impide compartir tiempo con mi hija y crear nuevos recuerdos juntos. Nunca debí irme; debía haberme quedado a tu lado. Fui egoísta, perdóname, tesoro.

Lo volví a abrazar fuertemente para evitar que rompiera en llanto.

—Papá, comprendo por qué actuaste de esa manera. No te preocupes, lo que importa ahora es que has regresado a casa y volvemos a estar juntos.

Apretó más el abrazo y, al separarnos, con una amplia sonrisa añadió:

—¿Qué te parece una noche de series después de una productiva caza? ¿Qué dices, Ezequiel, te unes?

—Me encantaría —contestó mi esposo.

—¿Juego de Tronos? —inquirí, con un ligero rubor cubriendo mis mejillas.

—¿No la has terminado? —cuestionó con el ceño fruncido. Negando, respondí:

—Da igual cuánto tuviera que esperar, no la quise continuar sin ti —dije, y posó un suave beso en mi cabeza.

—Veo que compraste flores para mamá —comentó. Asentí y él continuó—: ¿Se las llevamos?

—Sí —dije, y juntos salimos de casa para visitar la tumba de mi madre.

···

Parece que papá y yo nos quedamos dormidos en el sillón, como cuando era una niña, viendo la serie anoche. Estaba tan a gusto que, perezosa, no quise moverme. Escuché la puerta principal abrirse y vi a Ezequiel entrar con una cálida sonrisa. Volví a caer en un profundo sueño, hasta que sentí un beso en mi frente y suaves caricias. Poco a poco, fui despertando.

—Buenos días, preciosa. ¿Cómo has dormido? —preguntó Ezequiel, posando un suave y delicado beso en mis labios.

—Mucho mejor —sonreí, con un ligero rubor cubriendo mis mejillas. —Parece que sabías exactamente lo que necesitaba —comenté, levantando una ceja.

—No hay nada mejor que un abrazo de un padre, ¿verdad? —contestó. No respondí, solo lo abracé y cubrí su rostro de besos, haciéndolo reír.

—Gracias. ¿Qué huele tan bien? —inquirí.

—El desayuno que les espera en la cocina. Mientras dormían, fui un momento al mercado; se nos había terminado el café.

Noté la jarra de agua que había recogido del suelo junto a él.

—¿Para qué...? —pregunté curiosa, y él, con una sonrisa traviesa, me dijo:

—Espera y verás.

Entonces, vertió la jarra completa sobre papá, quien dormía plácidamente en el sillón. Papá se incorporó de un salto, cayéndose del sillón y mirando a su alrededor con sorpresa. Ezequiel no pudo contener la risa, y yo los observaba divertida.

—¡Qué fría! —exclamó mi padre, recuperándose del susto.

—Te lo debía, después de lo que me hiciste ayer mientras te esperaba fuera de la cafetería —dijo Ezequiel, con los brazos cruzados, una ceja alzada y una sonrisa ladeada.

—¡Ahora verás! —exclamó papá, levantándose a la velocidad de un vampiro y persiguiendo a mi marido por la sala en busca de propinarle un buen mamporro.

—El desayuno está listo, niños —anuncié, alzando la voz, pero ellos seguían a lo suyo. Papá perseguía a Ezequiel, y este se reía a carcajadas. —Me comeré todo y los dejaré sin nada si no me acompañan —informé, conteniendo la risa desde el umbral de la cocina.

~Matías~

A primera hora, después de varios días lluviosos y cielos grises, el sol finalmente nos ha regalado su calidez. Hoy, los pájaros revolotean alegremente entre los árboles, llenando el aire con su alegría contagiosa. En el desayuno, nos unimos a los demás miembros de la manada en el comedor común. Recordé un viejo consejo que Derrik me dio y decidí llevarlo a cabo hoy. Llamé la atención de todos poniéndome de pie frente a ellos y se los dije. Los más pequeños saltaban emocionados, sus padres se reían felices, y encantados, poco a poco, al terminar de desayunar, se marcharon a sus casas a tomar sus cosas.




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