El crepúsculo de los lobos [saga Resiliencia •2]

Un refugio familiar

~Jessica~

Estas vacaciones han sido una auténtica bocanada de aire fresco. Stephan y yo llevábamos tiempo necesitando un descanso, y no hay mejor lugar que la casa de campo de mis padres, perdida entre esos bosques frondosos donde la naturaleza parece envolverte por completo.

Desde que llegamos, la energía ha sido increíble. Papá no ha parado de hacer bromas y contar historias sobre sus días de juventud, siempre exagerando un poco para hacernos reír. Stephan y su padre salieron al amanecer para sacar a sus lobos por unas horas. Desde que entré en su vida, me he dado cuenta de lo unidos que son Stephan y su padre.

Mientras ellos exploraban el bosque, mamá, mi suegra y yo aprovechamos para ponernos al día en la cocina. Preparamos algunas recetas de ambas familias, esas que siempre llevan ese toque especial que solo las madres saben darle. Nos reímos mucho recordando las travesuras de mi infancia, como aquella vez que intenté cocinar sola y casi incendié la cocina. Stephan entró justo a tiempo para reírse con nosotras, recordándome que no he mejorado mucho desde entonces.

Las noches aquí son algo que no cambio por nada. Nos reunimos todos en la sala, con la chimenea encendida, y simplemente disfrutamos de la compañía. Anoche sacamos el karaoke, y mi suegro, que siempre ha sido el alma de la fiesta, nos sorprendió con una interpretación apasionada de una canción ochentera. Papá y él son un dúo dinámico, siempre compitiendo para ver quién cuenta el mejor chiste o quién canta más desafinado. Se han vuelto grandes amigos y terminamos haciendo una competición de canto entre ellos y nosotras. Fue muy divertido.

Stephan y yo también cantamos, aunque lo nuestro fue más una actuación cómica que un verdadero intento de cantar bien. Aun así, fue uno de esos momentos en los que te das cuenta de lo afortunado que eres por estar rodeado de personas que te quieren tal y como eres.

Hoy, mientras empacaba para regresar a casa, sentí la familiar presión en mi espalda baja, recordándome que no solo cargaba las maletas, sino también el peso de una vida creciendo dentro de mí. Me detuve un momento, respiré profundo y acaricié mi vientre, sintiendo esa conexión indescriptible que se intensifica cada día. Stephan me observó con la preocupación y ternura que tan bien conozco.

—Amor, déjame llevar eso. Ya te he dicho que no deberías esforzarte —dijo, acercándose para tomar las maletas de mis manos.

—Estoy bien —insistí con una sonrisa, aunque en el fondo agradecía su gesto—. No quiero ser una carga.

—No lo eres —respondió, firme, mientras papá se unía a la conversación.

—Escucha a Stephan, hija —intervino, dirigiéndome una mirada llena de cariño—. Tú y el bebé ya están haciendo suficiente trabajo.

—Está bien, lo siento —me disculpé.

—No te preocupes, cariño. Solo cuidamos de ti y del bebé —contestó mi madre.

Mamá y papá tomaron mis maletas y las subieron al coche de mi marido, mientras Stephan me ayudaba a caminar despacio hacia el asiento. Sentir su brazo rodeando mi cintura con tanta suavidad me hizo sonreír. La forma en que me cuidaba, tan atento y protector, era una de las razones por las que lo amo tanto y me confirmaba lo que ya sabía: que sería un padre maravilloso. Cada pequeño gesto suyo, desde sostenerme hasta asegurarse de que estuviera cómoda, me llenaba de ternura el corazón. Stephan tenía esa capacidad de hacerme sentir segura, amada, y, lo más importante, nunca estaba sola en este proceso.

Estas dos semanas fueron exactamente lo que necesitábamos, un tiempo para desconectar antes de que nuestra vida cambie por completo. Aunque mis pies estuvieran hinchados y mis noches fueran interrumpidas por el bebé que ya se movía dentro de mí, cada momento aquí ha sido un recordatorio de lo fundamental que es la familia.

Stephan y yo somos de naturalezas diferentes, pero nuestras familias han encajado de una manera tan natural que parece casi mágico. Ver a papá, con su calma y firmeza, y a mi suegro, siempre con esa energía inagotable, llevarse como si fueran amigos de toda la vida, me ha llenado de felicidad. Y ver a mamá y a mi suegra riendo, compartiendo recetas y consejos sobre maternidad, me ha emocionado profundamente. Saber que pronto estaré en sus zapatos me hace apreciar aún más esos momentos.

Cuando nos subimos al coche, me tomé un último momento para mirar la casa. Siempre he amado este lugar, pero ahora, después de estas vacaciones, significa algo más para mí. Se ha convertido en un refugio, un lugar donde lo único valioso es estar juntos. Con la promesa de que volveremos pronto —esta vez, con nuestro bebé en brazos—, emprendimos el viaje de regreso a casa en la mañana temprano. Mientras nos alejábamos, supe que estos recuerdos durarán para siempre, y no puedo evitar imaginarme regresando aquí, con nuestro hijo, para crear aún más momentos inolvidables.

~Alessandra~

Como era un viaje largo, ayer en la mañana salimos desde Hawái hacia Camden. Estamos agotados; las niñas pasaron gran parte del viaje entretenidas entre siestas y libros, excepto cuando hicimos alguna parada para comer. Sin embargo, nos quedamos con los buenos momentos y los recuerdos que guardamos de esta experiencia, que sin duda repetiremos alguna vez. Antes de salir del aeropuerto, envié un mensaje a Christian para avisarle que estaríamos de regreso pronto. Ahora vamos de camino a la manada. Llegamos a primera hora a Camden, hicimos algunas compras en el centro comercial, tomamos los tres un helado, y ya estamos en camino de vuelta a casa.

Matías ha estado muy pendiente de todos nosotros, y he descubierto una parte suya que me encanta, algo que sospechaba que tenía pero que no había visto tan claramente. Ese niño interior que todos llevamos dentro y que él ha dejado salir en este viaje. Lo he visto más relajado, más sonriente, y creo que realmente necesitaba esto. Eloy está de acuerdo conmigo. Han disfrutado como niños con nuestras hijas, que son su mayor alegría. Me podría pasar horas observando esos momentos, con una sonrisa de tonta enamorada, mientras juegan a las guerras de cosquillas o al 'veo, veo'. Las risas han llenado todo el trayecto, y las bromas no han parado entre los hermanos. Aunque Eloy muestra más esa faceta alocada, Matías mantiene su lado alfa, y no me quejo, porque me encanta cuando me da órdenes. Pero me enamora aún más verlo sonreír todo el tiempo.




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