~Isabella~
Ahora mismo soy un manojo de nervios. No he visto a Ryan desde ayer por la mañana, cuando Hunter y Cameron lo arrastraron fuera de casa sin dejarle siquiera tomar el desayuno, alegando que habían planeado un día exclusivo para los chicos. En un día como hoy, es inevitable no pensar en las dos personas que más echo de menos: mis padres. Ojalá pudieran estar aquí.
He pasado los últimos días entrenando sin descanso, intentando liberar toda la carga emocional que arrastro con los preparativos de la boda… y con el último recuerdo que guardo de ellos. Me levanté de la cama, absorta en mis pensamientos, y me detuve frente a mi vestido. Es sencillo pero elegante, de seda blanca, con tirantes finos y un escote en forma de corazón. Cae hasta el suelo sin cola, ceñido a la cintura por un cinturón de satén.
—Mamá, papá, los extraño tanto que hasta duele —susurré con la voz entrecortada mientras sostenía entre mis manos las chapas militares de mi padre y la pulsera de mi madre.
—No llegué a conocerlos, pero algo me dice que, donde sea que estén, están más que orgullosos de ti —dijo Jimena, irrumpiendo en mi dormitorio.
Un nudo me apretaba el pecho, cada segundo con mayor intensidad, mientras las lágrimas corrían sin control por mis mejillas.
—Esto es lo único que me queda de ellos —le dije, mostrándole los objetos que apretaba entre mis dedos—. Daría lo que fuera por regresar el tiempo y hacer lo que no pude entonces: salvarlos —agregué entre sollozos, recordando la sangre... y los rugidos salvajes de mi padre. Jimena se acercó y me abrazó con fuerza, ofreciéndome consuelo.
—No podías haber hecho nada, cielo. Eras solo una niña. Y sus asesinos… ellos eran cazadores. Hoy es tu día, y sé que desearían verte sonreír —me dijo con dulzura—. Quédate con los recuerdos bonitos.
Asentí con una sonrisa débil, secándome las lágrimas.
—Tienes razón... gracias —le respondí antes de estrecharla en un fuerte abrazo. Poco a poco, el dolor comenzó a desvanecerse.
—Vamos, tenemos que prepararnos. Estoy segura de que Ryan se quedará sin aliento al verte —añadió con una sonrisa traviesa. Sentí cómo mis mejillas se teñían de rubor.
—¿Cómo está él? —pregunté, curiosa.
—Inquieto. No pegó ojo en toda la noche, así que él, Hunter y Cameron se quedaron viendo películas hasta la madrugada.
—¿Está en tu casa?
—Sí. La residencia de los alfas no es tan grande como aparenta. Al quedarse en la mía, evitamos que os crucéis antes de tiempo.
—Tienes razón…
—¡Nada de distracciones! Corre a ducharte. Yo sacaré lo que traje para maquillarte.
—Voy a buscar la ropa interior... espera… —dije, dándome la vuelta. Pero me detuvo con una sonrisa de lo más sospechosa.
—Eso ya lo tengo cubierto. ¿Confías en mí? —me preguntó con picardía.
—¿Sabes que das miedo cuando pones esa cara? —le dije, cruzándome de brazos—. ¿Qué estás tramando?
—Solo digo que, cuando Ryan descubra que no llevas nada bajo el vestido, puede que no quiera esperar hasta la noche de bodas —comentó entre carcajadas al ver mi cara de espanto.
—¡Jimena! —exclamé, sintiendo cómo el calor se me subía a la cara.
—Vamos, solo es una travesura inocente. Sabes que le encantará —rió con descaro.
—No tienes remedio —murmuré negando con la cabeza, aunque no pude evitar sonreír.
~Ryan~
—¿Cómo me veo? —pregunté, girándome hacia mi hermano.
—Impecable —respondió con una sonrisa orgullosa.
—¿Sabes…?
Me interrumpió enseguida.
—Lo sé. A mí también me gustaría que estuvieran aquí. Mamá estaría como loca con tu boda, y adoraría a Isabella —añadió con expresión serena, las manos metidas en los bolsillos de su traje.
—Lo siento… aquí estoy, hablando de mis cosas, de la boda, y tú…
—Eh —me cortó, acercándose y apoyando sus manos en mis hombros—. Hoy es vuestro día. No pienses en mí. Estaré bien, te lo prometo —dijo convencido, clavando su mirada en la mía.
—Gracias por estar aquí.
—¿Dónde más estaría? —bromeó justo cuando el tío Chase entraba a la habitación. Nos observó de arriba abajo y, por un instante, juraría que se le humedecieron los ojos. Me acerqué y lo abracé.
—No llores, tío, que me harás llorar a mí también.
—Y a mí —añadió Hunter con una carcajada.
—Perdonad... Es que te pareces tanto a él. Al entrar, por un momento, pensé que estaba viendo a tu padre —dijo mientras se secaba las lágrimas—. Estaría tan feliz… Siempre fue como un niño en las celebraciones importantes. Disfrutaba cada instante contigo, Hunter, y vivía con ilusión cada momento del embarazo de vuestra madre. Soñaba con este día, con ver a sus hijos casarse. Habría sacado miles de fotos para los nietos…
—Entonces hagámoslo —respondí, sacando el móvil—. Tomemos fotos de todo. Aquí tienes, tío Chase. Haz todas las que quieras. Luego haré un álbum familiar. Vamos a cumplir el sueño de papá. —Se lo entregué y posamos para varias fotos: primero mi hermano y yo, luego los tres juntos. Cuando terminamos, tío Chase recordó algo.
—Ryan, ya te están esperando. Venía a decirte eso.
—¿Ya llegaron todas las manadas?
—Claro. La mitad llegó ayer y el resto esta mañana. Por cierto, conocí a Nana Beca. —Sonreí al saber que ella también estaba allí—. Hablamos un rato. Le agradecí que te cuidara tan bien. Ahora debo ir con los demás, nos vemos luego.
—De acuerdo.
Miré a mi hermano, que percibió mis nervios.
—Tranquilo, hermanito. Ya no puedes echarte atrás —dijo alzando una ceja con malicia.
—¡Qué gracioso! Nunca huiría —respondí mientras él estallaba en carcajadas.
—Lo sé. Solo quería sacarte una sonrisa. ¿Vamos?
—Me sudan las manos —admití, inquieto.
—Lávalas, respira y vámonos. —Asentí y me dirigí al baño.
~Isabella~
—¡Por la diosa! —exclamó Jimena al verme, con los ojos muy abiertos.
—¿Tan mal estoy? —pregunté, alarmada.
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Editado: 23.09.2025