El crepúsculo de los lobos [saga Resiliencia •2]

Lazos de sangre

~Zaniah~

—¿Dónde estamos? —preguntó Itzamara a mi lado, con voz firme.

No tenía idea de cómo habíamos llegado a aquel extraño lugar; un páramo helado y sombrío que hacía que cada paso crujiera bajo nosotras. La niebla espesa nos envolvía, y el aire cortante calaba hasta los huesos. Tomé a mi hermana de la mano, entrelazando los dedos con fuerza, y avanzamos despacio, con precaución.

De pronto, algo quebró el silencio. Se escucharon pasos entre la arboleda, y mi cuerpo se tensó, lista para protegernos. Sentí a Itzamara apretar mi mano, y una oleada de determinación me recorrió: juntas éramos fuertes, y no iba a permitir que nos hicieran daño.

—¿Quién está ahí? —pregunté, deteniéndonos.

—Zaniah… ¿por qué nos vemos más grandes? —dijo Itzamara, con seriedad.

Yo tampoco lo comprendía; era como si el tiempo hubiera avanzado de golpe, otorgándonos la apariencia de adolescentes. ¿Por qué nos habían transformado así?

Un hombre emergió de la bruma; su presencia imponente y serena me desconcertó. Podía percibir su aura de alfa, poderosa y tranquila.

—Bienvenidas, niñas. Me alegra conoceros al fin. He esperado este momento desde que llegasteis al mundo —dijo, conteniendo las lágrimas, con una sonrisa cálida.

—¿Cómo sabemos que podemos confiar en usted? —pregunté, manteniendo la distancia. Mi desconfianza era natural, aunque algo en su mirada me resultaba familiar.

—¡Vaya! Qué descuido por mi parte. Pero me agrada vuestra actitud. No tengo duda de que vuestros padres os educaron bien y os transmitieron valores sólidos.

—¿Conoce a nuestros padres? —inquirió Itzamara, con los ojos abiertos de asombro.

El hombre soltó una carcajada profunda:

—Claro que sí, sobre todo a vuestro padre. —Guardamos silencio, expectantes —. Después de todo, por nuestras venas corre la misma sangre. Soy su abuelo.

—Espera… papá nos habla de los abuelos, de ti… —susurré, mientras mi corazón latía con fuerza —. ¿Eres… el bisabuelo Justin?

Asintió, abriendo los brazos para abrazarnos. No hizo falta decir nada; emocionadas, corrimos hacia él y nos dejamos envolver en su cálido abrazo. Levanté la vista, aún atónita, y pregunté, con curiosidad:

—¿Por qué estamos aquí? ¿Y quiénes son ellos? —señalé a las personas que emergían lentamente de entre los árboles.

—Me llamo Bianca, y él es mi marido, Alessandro —dijo una mujer amable de cabello grisáceo.

—Los abuelos de mamá —susurró mi hermana, y ellos asintieron con sonrisas amplias.

—Me presento, princesas. Soy Jasha Ivanov —añadió el tercero, haciendo una divertida reverencia y guiñándonos un ojo. No pudimos evitar sonreír; tenía gracia.

De repente, un aroma nos inundó las fosas nasales; nos miramos, abriendo los ojos como platos. Su olor era inconfundible: el abuelo estaba allí. Salió el último de entre los árboles, tomando de la mano a la abuela.

—¡Abuelo! —gritamos al unísono, corriendo hasta caer en sus brazos. Nos recibió entre risas, levantándonos con cariño, aunque ya no éramos tan pequeñas como antes.

—Mis pequeñas, cuánto habéis crecido. Y qué hermosas estáis —contenía las lágrimas, sonriendo con felicidad —. Quiero que conozcáis a alguien especial —dijo.

—La abuela… es tan linda como papá la describe —dije con timidez. Todos se rieron, y la abuela nos abrazó con fuerza.

—Ustedes también son encantadoras. Me alegra finalmente conocerlas —enjugó sus lágrimas sin dejar de sonreír.

—Abuelo, ¿sabes por qué estamos aquí? —preguntó Itzamara, con voz firme.

—Todos hemos venido por la misma causa —intervino el bisabuelo Jasha.

—¿Por cuál causa? —pregunté, mirándolos a todos.

—¿Sois conscientes del poder que poseen ambas, verdad? —mencionó la bisabuela Bianca.

Asentimos.

—Veréis, pequeñas… quizás sea injusto, porque aún sois niñas. Pero en nuestro mundo, todo sigue un orden natural —dijo el abuelo, suspirando—. Tenéis dos posibles destinos, desafortunadamente.

—Explícanos, por favor —rogamos.

—El primero es que, si fracasáis, nuestra especie será eliminada del mundo que conocéis. El segundo, si vencéis al gran mal, traerá un cambio radical para el mundo sobrenatural. Entonces reinará la paz, como siempre hemos deseado… —lo interrumpí:

—¿Y no habrá más guerra?

—Ninguna —afirmó Jasha.

—¿Qué debemos hacer en la última batalla? —preguntó Itzamara, decidida.

—¿Habéis oído hablar de ella? —cuestionó Alessandro.

—Escuchamos a papá hablar de ello sin querer con los tíos Eloy y Connor —respondió mi hermana, sonrojándose.

—Bien, nosotros os enseñaremos a luchar. Debéis estar preparadas tanto en combate cuerpo a cuerpo como en vuestra forma de lobo —dijo Justin, serio—. Estas técnicas os harán imparables. Como lobas, vuestro poder de luz será vuestra mejor arma. Solo la familia y los allegados lo conocen. Al transformaros, se amplifica, otorgándoos fuerza y agilidad que otros lobos no poseen. Pero es fundamental saber cómo y cuándo emplearlo.

—¿Poder de luz? —pregunté, interesada y concentrada.

—Exacto. Supongo que ya lo habréis manifestado —dijo Bianca.

—Casi incendiamos un árbol mientras jugábamos en el bosque —recordamos, riendo con vergüenza.

—En vuestra forma humana, podréis canalizar esa luz en vuestros movimientos, amplificando cada golpe. En forma vuestra forma animal, cada ataque os permitirá herir incluso a la criatura más antigua —añadió la abuela.

—Es un don, pero también una gran responsabilidad —intervino Jasha, mirándonos con seriedad—. No solo aprenderéis a luchar; os entrenaremos como a vuestro padre y vuestro tío, en técnicas avanzadas: bloqueos, esquivas, ataques precisos… cada movimiento debe fluir. Seréis rápidas y letales.

—¿Podremos aprender juntas? —preguntó Itzamara, emocionada.

—Claro que sí. Vuestra unidad os llevará a la victoria. Pelearéis como equipo y juntas podréis anticipar y enfrentar cualquier amenaza —afirmó el abuelo, acariciándonos la cabeza.




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