No me atreví a moverme de mi lugar, después de que Nixon se fuera sin explicar nada, me sentí impotente, un hombre de traje me había llevado con Hicks, su presencia en la estancia me ponía incómoda, algo en él me generaba desagrado, solo que aún no podía comprender del todo que era.
No sabía casi nada del lugar donde estaba, mis posibilidades de irme eran escasas, aún más si intentaba escapar.
¿Cuál era el sentido de todo esto? Keyla no estaba aquí.
No mencionó ni una sola palabra, solo estábamos los dos en la habitación, habían pasado dos días—creo—, desde que vi aquella horrible escena en las celdas, no había vuelto a ver a Nixon desde lo sucedido.
Sentía un nudo en la garganta de la impotencia que lentamente se acumula en mi pecho.
Me había obsesionado con una búsqueda del tesoro, no tenía a donde volver, y si lo hiciera sería una criminal.
Casa, esa palabra se había vuelto desconocida para mí, su significado era tan distorsionado que no podía llegar a definirlo, no en la situación en la que me encontraba.
—Hubo un momento en el que pensé que podrías ayudarme, es una lástima que no sea así. —levante la mirada, aunque él no me devolvió la suya, después de unos minutos de silencio continuó— Tienes mi permiso para permanezcas en la nave temporalmente.
Asentí.
Dejó de escribir con su estilógrafo y me observó directamente, se reclino en su asiento, para luego señalar la silla enfrente del escritorio indicándome que me sentara, me encogí en mi lugar sin querer acercarme.
—No creo que… —mi voz fue interrumpida, por la puerta abriéndose abruptamente.
Una chica de cabello castaño oscuro cayó al piso soltando un quejido, detrás de ella, se encontraban las inquietantes máquinas de aspecto humano.
—¡Ya les dije que no sé de qué hablan! ¿¡Acaso no me escuchan!? —gritaba molesta, desvié la mirada lejos de ella cuando un gruñido resonó proveniente de Hicks.
La joven, se veía de mi misma edad, pude notar su cuerpo temblar un poco al notar la situación donde se encontraba.
—Te dije que dejaras de gritar. —recostado en el marco de la puerta apareció Caleb con las manos en los bolsillos de su pantalón, en su rostro mantenía una mueca burlona y una sonrisa ladina.
—Pudrete… —se sentó en el suelo cruzándose de brazos.
Al fijarme mejor en el rostro de la joven, note su extraño parecido físico con Keyla.
Escuché como Hicks bufo con fastidio, fue cuando ella se fijó en él.
—¿Necesitas algo? —murmuró entre dientes.
El rostro de Hicks se descompuso en una mueca de asco hacia la chica, la escaneo y luego miró a Caleb como si se hubiera vuelto loco, escuché de nuevo un gruñido de su parte.
—Te equivocaste. —anunció dejando de mirar a la joven como si el solo verla le horrorizara.
Caleb, suspiro cansado.
—Levántate, nos vamos. —dijo hacia la chica, pareció ofendida, aún así obedeció.
Me quedé en mi lugar sin moverme, no comprendía lo que estaba pasando, después de unos pasos de la joven hacia la entrada, dio la vuelta de repente y golpeó el escritorio de Hicks.
—¿¡Se puede saber qué está pasando!? —alzó la voz— Se que algo raro está sucediendo aquí. —entrecerró los ojos analizándolo.
Señaló a Hicks con el dedo y acercó su cuerpo furiosa, el mencionado tenía una expresión seria en su rostro.
—¿¡Quién te crees que eres!? ¡No puedes mandar a secuestrar a alguien y luego decir que se largue! —golpeó su escritorio, me encogí en mi lugar— ¡Mucho menos sin dar explicaciones! ¡De dónde vengo las personas te lincharian por ello!
Su silencio y tranquilidad ante los gritos de la joven me pusieron inquieta, no pude evitar guardar mis manos en los bolsillos del pantalón cuando sentí que estás empezaron a sudar.
El era como una pared en blanco.
—¿Quién soy? —sonrió malicioso, se podían ver sus colmillos sobresalir de sus labios, unas mota de dorado aparecieron en sus ojos.
Ella también se percató de ello, se tenso y retrocedió un paso, miró a su alrededor y volvió a mirarlo algo preocupada.
—No es necesario que lo sepas— soltó con desagrado, borrando la sonrisa de su rostro—, será mejor que te larges.
Ella notó la advertencia, se cruzó de brazos y permaneció en su lugar. Caleb se acercó a ella, le susurró al oído, parecía molesta, después de unos segundos asintió.
Cada presente en la habitación desvío la mirada hacia la puerta, allí de pie se encontraba Nixon, sentí como su mirada se detuvo en mi por unos momentos, la comisura de sus labios se elevó en una sonrisa.
—Te estaba buscando. —anunció mientras se acercaba, rodeó los ojos evitando lo.
—Eres la última persona a la cual deseo hablarle. —tome distancia de él.
Indignada, cada vez que me encontraba cerca de él mi cuerpo y mente parecían no funcionar con normalidad, la última vez había actuado por impulso.
No puede evitar su cercanía, entrelazó mi mano con la suya y nos sacó a ambos de la oficina. Incluso si me negaba a hablar con él, de todos parecía la persona más sensata y racional.