El crepúsculo del emperador

Capítulo 00017.1 Keyla

Mi visión fue a Nixon el cual estaba sentado delante del escritorio de Hicks, el último se encontraba con una mueca de disgusto en su rostro, tome aire y camine unos pasos acercándome hacia ellos, no podía retirar la mirada de mis articulos, inclusive si no los había descifrado totalmente, sabía que se relacionaban.

De algún modo extraño…

—¿Por que tenias esto contigo? —anunció Hicks levantándose de su asiento.

La pregunta resonó en la sala, cortando el aire denso que se había instalado entre nosotros.

Trate de ocultar la sorpresa que bailaba en mis ojos.

—¿Por qué tenías esto contigo? —repitió, su tono era firme.

La calidez que había sentido en la entrada desapareció apenas puse un pie dentro de la estancia, el sonido de mi zapato chocando contra el suelo repetidas ocasiones acentuaba la incomodidad del momento.

Mis labios temblaban al intentar articular una respuesta coherente.

—¿Piensas responder, o tengo que obligarte a hablar? —su voz, ahora más amenazante, dejó claro que no estaba dispuesto a aceptar evasivas.

Un gruñido animal provino de la persona sentada.

El débil tic tac del reloj en la pared era el único sonido, marcando los segundos que se extendían como una eternidad. 

—Y-yo... —mis palabras se escapaban entre balbuceos, tratando desesperadamente de encontrar una explicación convincente. 

La figura frente a mí se mantenía imperturbable, con los ojos fijos en los archivos que yacían sobre la mesa. La gravedad de la situación pesaba sobre mis hombros mientras la pregunta resonaba de nuevo en mi mente.

La habitación parecía encogerse a mi alrededor, y el pulso acelerado en mis sienes coincidía con el ritmo frenético del reloj.

Sabía que la verdad estaba en cada línea de esos documentos, y enfrentar las consecuencias era inevitable. 

Fue entonces cuando pude verla allí, recostada entre los árboles, soltando sollozos silenciosos, su ropa empapada por la fuerte lluvia, cabello despeinado y maquillaje corrido. Desvié la mirada hacia la universidad; no había nadie a nuestro alrededor, Keyla no se había percatado de mi presencia aún.

Su cuerpo temblaba bajo la lluvia; dejó caer su peso al suelo, solté un suspiro. Ni siquiera la conocía, no tendría por qué importarme. Volví a mirar en dirección a la universidad esperando que alguien apareciera.

—No puedo creer que haga esto. —susurré. 

Caminé unos pasos acercándome; ella no se levantó, su cuerpo se tensó, pude escuchar cómo intentaba controlar sus sollozos. 

Dejé la sombrilla en el suelo junto a ella; fue entonces cuando alzó su mirada hacia mí. Extrañamente, pude verme a mí misma en sus ojos, como si fuera un espejo frente a mí, algo que había olvidado hace mucho y que conocía a la perfección.

Salí de allí rápidamente, esperando no cruzarme con ella de nuevo.

Hacía tanto tiempo que había empezado a olvidar su rostro, los rasgos eran parecidos a los de Keyla; tal vez, y solo tal vez, esa era la razón por la que sentía la necesidad de involucrarme. 

No lo pensaba muy a menudo; era un tema que prefería evitar o actuar como si nunca hubiera sucedido.

Dentro de la habitación de mi cuarto, dejé mi mochila de lado, me recosté en la cama y tomé el único peluche que conservaba desde mi infancia, un murciélago, su animal favorito. 

Mi hermana menor, con su cabello castaño claro y esa sonrisa maravillosa que siempre permanecía en su rostro, tenía una extraña obsesión con los murciélagos. Sin importar la repulsión que me daban esos pequeños animales, ella les veía el lado encantador. Sin embargo, escuchaba sus sollozos y se negaba a que pudiera consolarla.

Por las noches, entraba a mi habitación sin permiso porque había tenido una pesadilla; nuestros padres siempre estuvieron lo suficientemente ocupados como para prestar atención a sus palabras. 

Yo estaba allí cuando ella murió, vi como sus ojos perdieron aquel brillo.

Mi mirada se desvió al suelo; aquel recuerdo invadía mi mente, sus palabras resonaban dentro de mí.

“¿No te parece algo obsesionado lo que haces?”

Mordí mi labio inferior, tal y solo tal vez.

Todo lo hacía porque de algún modo ella me recordaba a alguien que perdí.

Solo un poco.




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