Parada en medio de la arena movediza, en un hoyo profundo en el cual sus decisiones parecen no valer nada, Maya no tenía ni la menor idea de cómo responder ante la pregunta, ¿por qué tenía eso? Ni ella sabía por qué.
Sus labios se mantienen sellados, mantiene su mirada en el suelo, lo único que puede hacer es cerrar los ojos mientras espera que su intento de escapar de quien se encontraba en frente de ella funcionara, un suspiro molesto con resignación provino de Hicks ¿Que iba a hacer con la joven?
Con un gesto brusco, Hicks abrió un cajón en su escritorio y dejó caer una fotografía sobre la mesa con un estruendo sordo.
—Abre los ojos. —ordenó bajando el tono de voz.
Cuando maya lo miro, el aspecto de Hicks por primera vez desde que lo conocía era mucho menos aterrador, parecía relajado, sus ojos grises se mantenían fijos en la foto sobre su escritorio.
—Acércate.
Lentamente obedeció con cautela, tomó la foto entre sus manos, el sonido del tik tak del reloj sonó más intenso, volvió a mirar a Hicks con sorpresa soltó la fotografía de golpe, en su torpe intento de retroceder tropezó con sus propios pies y cayó al suelo, soltó un suave sollozo.
—¡Αλφα! —Nixon gritó, se levantó de su asiento con la respiración acelerada.
Hicks lo ignoró, continuó hablando.
—¿La conoces?
Maya asintió, mantenía su vista fija en aquella foto, pelo castaño casi oscuro, ojos marrones, piel blanca. Era ella.
—¿Cómo es que? —con dificultad pronuncio.
Fue en ese mismo instante cuando el hombre recordó a la mujer que había perdido hace tanto tiempo que no recordaba la fecha exacta.
—Retírate. —gruño para sí mismo, y la foto en el cajón otra vez.
—¡Espere! —Maya se levantó apresurada— ¿La conoce? —Hicks desvió la mirada.
Sin pronunciar palabra tan rápido como entró, la sacaron de aquella estancia, volvió a encontrarse en la entrada de la oficina, la suave calidez que tenía se había perdido, sin embargo los mismos tonos cálidos del pasillo se mantenían presentes.
Maya se mantuvo ahí mirando lo simbolismos de las paredes, eran iguales a los del Arco, ahora podía notarlo, con la mente aún aturdida la luz amarilla se sentía asfixiante, como un gran sol que deseaba comerse a la pequeña luna, incluso cuando esta no podía brillar por su propia cuenta y tenía que depender de un reflejo para dar luz, la gran alfombra roja con decoraciones de espinas en color ¿blanco? Frunció el ceño al verlas de diferente color.
¿No eran blancas anteriormente? Se preguntó al notar el color dorado en ellas.
Tomó una bocanada de aire, se dio la vuelta y abrió la puerta de golpe, dentro de la estancia ambos hombres dejaron de hablar al verla de pie en el marco la puerta, respiración acelerada y un ligero temblor en las manos, Maya sostuvo con más fuerza el pomo de la puerta con más fuerza.
—¿¡De dónde conoce a Keyla!? —gritó con fuerza, dio un paso adelante y azoto la puerta.
Las paredes temblaron resonando con más fuerza el gruñido animal del hombre, Nixon retrocedió en dirección hacia Maya, con una expresión de horror en su rostro, pero sin atreverse a intervenir.
—¡Responda! —Gritó con más fuerza dando un paso adelante.
Sonrió con superioridad, rodeo lentamente el escritorio hasta estar frente de ella, Nixon intentó interponerse de HIcks, pero unas palabras susurradas lo dejaron estático, el mencionado le agarró el brazo con fuerza cuando se acercó lo suficiente, lo miró con disgusto, y con facilidad lo alejó.
Su corazón se aceleró, Maya hizo el esfuerzo de mantenerla mirada, fue cuando sintió su cuerpo temblar, su instinto le decía que huyera, esos ojos grises, no reflejaban nada.
Vacío, frío y distante, lo suficiente como para helar la sangre.
—No te incumbe, humana. —dijo condescendiente.
Su voz se convertía en un eco siniestro con el paso de los segundos.
Maya trago saliva, apretó los puños y se mantuvo en su lugar.
—¡Estoy lo suficientemente consciente de que me incumbe tanto como a ti! ¡Estoy aquí por ella! —Gritó con mucha más fuerza mientras lo señalaba con determinación.
Pasó en cuestión de segundos…
Un grito quedo atrapado en su garganta, al mismo tiempo Nixon grito con desespero que la soltaran; su respiración fue cortada por la mano que sostenía su cuello, los ojos de Hicks habian cambiado de color a negro, un gruñido gutural, mientras apretaba su cuello, Maya araño con desespero su brazo, el terror se sembro en su rostro cuando noto que no le afectaba en nada, sus parpados empezaron a pesar y le estaba costando tomar aire con el pasar de los segundos.
—¿Qué dijiste? —Hicks pronunció entre dientes.
Un quejido salió de los labios de Maya.
La mirada de Maya pasó al costado Nixon la miraba a Hicks con una expresión de horror, sin embargo no podía mover su cuerpo para intervenir.
Se soltaba de golpe, su cuerpo cayó al suelo abruptamente, empezó a toser y sostuvo su garganta con pánico, miró hacia arriba a Hicks.