—¿A qué te refieres diciendo que son como tú? —mi pregunta sonó en un susurro.
Nixon se detuvo cuando llegamos a un ventanal en medio de un pasillo de la nave, nos encontrábamos solos en medio del pasillo, se quedó estático mirando hacia el espacio. El vasto escenario del espacio se extendía ante nosotros, la inmensa oscuridad cubría las afueras de la nave, sin embargo, con facilidad se podía apreciar las luces que en ella se encontraban.
—Monstruos. —gruño bajo.
A través de la ventana, podían ver otras naves más pequeñas flotando en el vacío, algunas cercanas y otras distantes, sus formas eran filosas, algunas de ellas, las más pequeñas parecían un triángulo que con dificultad irradiaba luz.
—¿Se consideran o lo son? — interrogué dando un paso hacia el lado, alejándome de él.
Las tonalidades oscuras y brillantes se mezclaban entre sí.
—Ambas, en cada mundo y lugar al que vamos.
En el fondo, dos planetas colosales giraban en silencio alrededor de una estrella distante. Sus contornos eran apenas visibles en la lejanía, pero su presencia imponente llenaba el espacio. Sonreí. Uno parecía ser un gigante gaseoso, adornado con bandas de colores y rodeado de lunas brillantes, mientras que el otro creí que era un mundo rocoso.
—No importa cuanto tiempo pase en esta nave, cada vez que miro hacia el exterior hay algo hermosos para ver. —dijo en voz baja Nixon hablando para si mismo.
El sol que se apreciaba a lo lejos, una esfera luminosa en el centro del sistema, emitía su luz dorada que se reflejaba en el metal pulido de las naves, creando destellos brillantes que danzaban en las paredes del pasillo.
Al ver a Nixon pude ver como la calma se reflejaba en su rostro, sus ojos eran de un color completamente diferente al que estaba acostumbrada a ver, ambos eran de un solo color, cerro los ojos por unos segundos y volvieron a la normalidad, uno amarillo y el otro violeta.
—Suelo tener mucho más tacto que los de mi especie, cuando se trata de hablar con los de tu especie —comento, miro su reloj—, por tu propia seguridad, no puedes permanecer aquí.
Asentí, poniendo la mano en mi cuello, fue cuando un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Voltee hacia él.
—¿Me mataran? —susurré en voz baja, el pánico lentamente empezaba a invadirme por dentro.
—No —respondió en automático, tomando mi mano—, pero no podre garantizar tu seguridad de nuevo si vuelves a enfrentarte de la forma en la que lo hiciste a Hicks.
Pude observar la desesperación en su mirada, soltó mi mano dejando una caricia, y tomo con ambas manos la carpeta negra.
—Intentaré no hacerlo —reí.
No le hizo gracia, negó con la cabeza.
—Si no fuera por mí estarías junto con las demás personas que viste en esas celdas —fue cuando se dio la vuelta en mi dirección—, muerta en poco tiempo.
Trague saliva, mi corazón empezó a latir más rápido, hice un esfuerzo por calmar mi respiración
—¿Por qué? —dije en un hilo de voz—¿Qué es lo que ganan con matar a tantas personas? —desvíe la mirada hacia el espacio que se asomaba por la ventana temiendo escuchar su respuesta.
—Esclavos—levanto la carpeta señalándome—. Cada cierto tiempo, vamos a un mundo diferente, se conquista y se obtienen recursos, es lo que cualquier imperio humano antiguo haría.
Negué con la cabeza y dando pasos hacia atrás, parpadeo muchas veces al sentir las lágrimas acumularse en mis ojos.
—Ya no estamos hace miles de años atrás. —levante el tono de voz— ¡Es diferente!
—Cada vez que alguien entra en esta nave es investigado, antecedentes, quién es, de donde viene, enfermedades —dio un paso hacia mí—, si es una amenaza o puede ser de utilidad.
¿No te has preguntado por qué no estás en una de esas celdas? ¿No te has hecho esa pregunta en ningún momento? Fruncí el ceño, cuando su pregunta anterior resonó en mi mente, apreté mis puños, el anillo en mi dedo seguía allí, me estorbaba y un impulso de querer quitármelo y lanzarlo lejos recorrió mi cuerpo.
—¿Por qué estoy aquí y no en una celda? —pregunte demandante.
—Por mí. —una sonrisa triste se formó en su rostro—fui yo quien pidió que te sacaran de las celdas, mi jefe solo quería interrogarte, aún no lo ha logrado... —Nixon pausó, sus ojos de repente tuvieron motas amarillas que brillaban con una intensidad inusual, y su voz adquirió un tono grave y profundo—. Porque soy uno de ellos.
Un escalofrío me recorre la espalda cuando las palabras de Nixon resonaron en mi mente.
Retrocedí instintivamente, mi mente estaba luchando por comprender lo que acababa de escuchar.
No.
—¿Qué quieres decir con "uno de ellos"? —preguntó con voz entrecortada, y un pinchazo apretando en el pecho.
Nixon dio un paso más cerca, su presencia ahora parecía más imponente que nunca.
—Soy un Hombre lobo, Maya —declaró, sus ojos cambiando por completo de un color de amarillo, a un profundo y vacío negro—. Y tú... estás en peligro aquí.