No, no podía, negué abruptamente mientras retrocedí preocupada.
En medio de nuestra caminata, nos detuvimos en otro ventanal. Yo lo obligue a detenernos al quedarme estática, fue cuando nuestra conversación se vio interrumpida por un grupo de hombres que pasaban en la dirección opuesta a la que habíamos llegado, la escena me dejó petrificada.
Todo lo que Nixon me había revelado aún era complicado de procesar.
Estos hombres de trajes relucientes y pulcros iban arrastrando a otro hombre, el cual se encontraba bastante golpeado, su ropa estaba manchada de sangre y rota. Mi cuerpo fue jalado hacia Nixon, retrocedí y accidentalmente pise uno de sus zapatos. Sentí como me sostuvo de un brazo y de la cintura con delicadeza. Ignore su toque y mi mirada permaneció en aquel hombre magullado.
Lo que había dicho se repite en mi mente: "Monstruos".
Criaturas feroces de dientes afilados, fuerza sobrehumana y capaces de destrozar cuerpos con gran facilidad. Las gotas de sangre quedaron en el piso. Me estremecí y evité mirar al hombre a los ojos. Nixon tomó mi mano y me incitó a caminar en la dirección contraria a la cual iban esos hombres.
Esto no estaba pasando. Fue el apretón en mi mano que me indico que me moviera.
Yo no debía estar allí.
Keyla debía seguir en su mundo y yo estudiando mi carrera en Física Avanzada.
Nada de lo que veía tenía sentido, las leyes físicas que me habían enseñado no parecían funcionar donde estaba, fue cuando me detuve de golpe.
Sus palabras seguían resonando en mi mente como un disco rayado.
—No —respondió en automático, tomando mi mano—, pero no podré garantizar tu seguridad de nuevo si vuelves a enfrentarte de la forma en la que lo hiciste a Hicks.
Aleja su mano con brusquedad, retrocedí unos pasos. Me miró confundido. No podía interrogarme, no podía dejar que sucediera, tal vez lo sospechaba, pero eso no implica que tenga que hacer lo que dice.
—Si no fuera por mí estarías junto con las demás personas que viste en esas celdas —fue cuando se dio la vuelta en mi dirección—, muerta en poco tiempo.
—Maya, cariño ¿Qué sucede? —pregunto Nixon volteando a verme.
Negué con la cabeza y volví a retroceder.
Espera ¿Cariño yo? Lo miro confundida, trague saliva sintiendo mi respiración entrecortada y mis manos sudar.
¿Por qué demonios no lo había pensado antes?
—Por mí. —una sonrisa triste se formó en su rostro—fui yo quien pidió que te sacaran de las celdas, mi jefe solo quería interrogarte, aún no lo ha logrado... —Nixon pausó, sus ojos de repente tuvieron motas amarillas que brillaban con una intensidad inusual, y su voz adquirió un tono grave y profundo—. Porque soy uno de ellos.
¿Por qué?
—Maya ¿Te encuentras bien? — repitió y se acercó a mi preocupado.
¿Por qué?
¿Por qué?
—Dijiste que estaba aquí por ti, pero ¿por qué? ¿Cuál es la razón por la cual realmente no estoy en una celda? —murmure en voz baja.
Frunció el entrecejo, noté como su cuerpo se tensó, miró a ambos lados del pasillo y acortó la distancia entre nosotros. Mantuvo una sonrisa incómoda en su rostro.
—Aún no es el momento. —Respondió entre dientes.
Sentí mi corazón latir acelerado dentro de mi pecho, tomé aire y di un paso al frente. La nave se movió en otra dirección, mire de reojo el espacio a través de los ventanales, la luz del sol que antes iluminaba el pasillo, se trasladó a un ángulo diferente, el pasillo se oscureció en consecuencia, solo levemente iluminado por las luces del pasillo.
—¿El momento de qué? —Susurre molesta.
Nixon cortó toda la distancia entre nosotros e inclinó su cuerpo en mi dirección. Un escalofrío recorrió mi columna cuando su aroma llegó a mi nariz. Un suave aroma a almizcle combinado con un toque de eucalipto. Sus ojos mostraron de nuevo el destello dorado.
—Para que conozcas la verdad.
Apreté los puños, lo observé con disgusto mientras retrocedía.
—¿Por qué no puedo saberlo? —Sentí mi cuerpo temblar, mi expresión fue seria.
Sonrió, volvió a acercarse.
—Te asustarías. —dijo en voz baja.
Abrí mis ojos por la sorpresa, sus ojos estaban por completo de color dorado, negué con la cabeza, sentí como poso su mano en mi cintura. ¿Yo asustarme? Una risa incrédula salió de mis labios, había visto suficiente durante el tiempo que me encontraba en la nave.
Me miró a los ojos. En su mirada había algo que aún no terminaba de descifrar.
Unos pasos pesados hicieron eco en el pasillo. Un grito grotesco ocasionó mi sobresalto, sentí la mano de Nixon tensarse en mi cintura, con un jalón acerco mi cuerpo al suyo, levante el rostro observándolo, se quedó mirando en dirección a donde habían venido aquellos hombres.
Un gruñido se escuchó por el pasillo, después diferentes gritos y quejidos.