El crepúsculo del emperador

Capítulo 00026 Vacío

Lo reconocí. En mi campo de visión apareció Hicks, arrastrando consigo a un hombre magullado. Ahogué un grito y, inquieta, intenté separarme de Nixon, pero él no lo permitió. La escena me dejó horrorizada; el pobre hombre se desangraba mientras era arrastrado. Guardias marchaban detrás de Hicks, sin hacer nada para impedirlo aquella horrorosa escena.

Ninguno hacía nada para impedirlo. 

¿Por qué no hacían nada? 

La oscuridad en el pasillo, creo un ambiente lúgubre y grotesco debido a la posición de la nave, el suelo manchado de sangre era la cereza del pastel. Era el segundo que veía este día en malas condiciones. 

Tragué saliva. Mi visión se volvió borrosa al inundarse mis fosas nasales con el olor metálico de la sangre. No podía apartar la mirada de la escena. Sus pasos pesados retumbaban en mis oídos, y me acerqué más al agarre de Nixon. Una sensación de asco recorrió todo mi cuerpo.

El traje de Hicks, antes limpio y pulcro, estaba manchado de sangre. Su mandíbula estaba apretada, y el iris de sus ojos era negro. Un gruñido resonó por los pasillos, haciendo que mi cuerpo se estremeciera. Nixon retrocedió, apretándome contra él, mientras un escalofrío me recorría cuando Hicks se detuvo frente a nosotros.

El hombre gritó de dolor cuando apretó su brazo ejerciendo mayor presión, lo volteo a mirar. 

—Cierra la boca. —gruño, en su rostro las venas palpitan visiblemente en la sien— ¿Me estás sugiriendo que te arranque diente por diente? —refunfuño entre dientes,  con sarcasmo.

Un quejido de dolor salió de los labios del hombre, y entonces su vista cayó sobre mí. En un suave susurro, pude leer en sus labios: “Ayúdame, te lo suplico.” Retrocedí; no podía.

¿Qué había hecho ese hombre para terminar así? Su rostro se transformó en cólera en segundos ante mi negativa, y su grito retumbó en mis oídos.

—¡Ayúdame maldita perra! ¿¡Crees que eres diferente a esos monstruos!? —replico entre dientes.

Cuando levanté la mirada, vi a Hicks observando al hombre con desdén. Lo soltó y le hizo una seña a los guardias con la cabeza. Tragué saliva en medio del horror. Mi mano, inconscientemente, fue a mi cuello, recordando las vendas que permanecían allí. Al fijarme en el cuello del hombre, vi signos de ahorcamiento. Alcanzaba a notarlo en el hombre, sus músculos sangrantes lo expresaban en silencio, en medio de una protesta. No podía más, aun así el hombre se mantuvo en pie como pudo, arrastrando su cuerpo.

Antes de que pudiera llegar hasta mí, su cabeza fue estrellada contra el suelo de forma abrupta por uno de los guardias.

—¡Eres igual que ellos! —vociferó, con una sonrisa de ira en su rostro enrojecido— ¡Terminaras en una granja como todos los demás!

Lo levantaron y lo arrastraron sin piedad por el pasillo. 

—Evita que camine por los pasillos  —comento Hicks, aflojo su corbata y de su chaleco saco un pañuelo, para limpiarse las manos—, si quieres evitar que vea cosas desagradables. —añadió

Hicks nos dio una última mirada, para irse en la misma dirección. 

Me quedé estática, con un escalofrío recorriendo mi cuerpo cuando escuché a Nixon hablar.

—¿Estás bien? —Murmuró en mi dirección.

Balbucee, me quede viendo hacia donde se habían llevado al hombre.

¿Granja? ¿De esclava? Asentí sin atreverme a hablar.

 

 

 

 




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