Maya caminaba entre los dos hombres, rígida, su respiración agitada. El agarre de Nixon en su brazo era firme, pero evitaba hacerle daño, el pobre hombre tenía una expresión de molestia. No hablaba. No la miraba. Maya no dejaba de mirar por encima del hombro, sus ojos fijos en Nixon, buscando alguna señal de que lo que estaba ocurriendo era un malentendido, una broma cruel, cualquier cosa que no fuera real.
¿Por qué?
Se sintió traicionada.
Maya se detuvo de golpe. Nixon también.
De pronto, con un impulso, Maya giró sobre sí misma y tiró del brazo con todas sus fuerzas. El movimiento fue brusco, casi desesperado. Nixon no lo vio venir.
Ella giró el rostro, fulminándolo con la mirada.
—No voy a ningún lado. —espetó.
Y entonces, se zafó. Su agarre se soltó. Un segundo. Solo un segundo de libertad.
—¡Te dije que me sueltes! —gritó Maya, la voz quebrada. Dio un paso atrás, lista para correr.
Caleb se acercó.
—Ah, no, no, no —dijo con calma, negó con la cabeza extendiendo un brazo frente a ella sin siquiera tocarla, solo bloqueando el camino—. No querrás que él lo vea, ¿verdad?
Maya se detuvo en seco.
Nixon ya había avanzado, con el rostro tenso, la mandíbula apretada. Tomó a Maya de nuevo, con más firmeza esta vez. No con crueldad. Con resignación.
Caleb lo observaba, sonriendo apenas.
—Tienes problemas, ¿lo sabías? Hicks no va a estar contento —murmuró, ladeando la cabeza—. Otra vez desobedeciendo, dudando.
Nixon lo miró.
Un vistazo, rápido, cargado de resentimiento.
—No me provoques —espetó.
—¿O qué? ¿Vas a soltarla otra vez? —preguntó Caleb,
acercándose un paso más. Su voz seguía siendo baja, pero había algo más, parecía estar disfrutando la situación— Vamos, Nixon. Hazlo. Quizás Hicks te quite el otro ojo esta vez.
Nixon apretó la mandíbula. No fue miedo lo que lo inmovilizó, sino un odio, enterrado tan hondo que solo Caleb sabía cómo tocarle los nervios. Apretó el agarre en Maya un segundo, no contra ella, sino contra sí mismo, para no golpearlo. Imbecil…
Tomó una bocanada de aire y aflojó el agarre.
No debía hacer lo que realmente quería hacer.
—Camina. —dijo entre dientes, y Maya, sin opción, obedeció.
Ella miraba de reojo a Caleb, había algo en el que la incomodaba.
Caleb los siguió, satisfecho.
La puerta de la celda se abrió con un quejido metálico. Maya fue empujada suavemente hacia dentro, sin brusquedad. Ella giró, clavó la mirada en Nixon, esperando una explicación. Él no la dio.
La puerta se cerró.
Nixon se tragó la rabia. Respiró hondo.
—Lo siento. —murmuró, sin atreverse a mirarla a los ojos.
—Ve con él —murmuró Caleb a un guardia, luego miró a Nixon—, Hicks te espera, y esta vez… no creo que se limite a hablar.
Nixon soltó a Maya y la miró una última vez.
***
No me van a creer, ya pasado tiempo desde que publique aún si tengo varios capítulos listos, se dañó mi computadora, admito que con ocupaciones y falta de editarlos no los he subido.
Está es una nota rápida, espero que la estén pasando bien.
Aún no abandono esto. No podría, tengo más libros por publicar ;)