El crimen de tus letras

Capitulo 1: Demoras en un día gris

Sentir la lluvia golpear su campera y casco era un pequeño placer para su estresante vida. Todos los sonidos quedaban amortiguados por el impacto de las pequeñas y rápidas gotas de lluvia de su casco. 

Los tonos grises eran mirados con ojos encantados. ¿Por qué usaban el gris como sinónimo de negativo? Ese también era un color, y uno muy bello, quizás ta. Era un descanso visual, el cielo solía ser de un color tan fuerte que le resultaba molesto .¿Quién pensaría que alguien, en ese mundo arruinado, podría disfrutar del clima de esa manera? 

Hace un par de años, las tormentas no solo hacían llorar a los niños, también a los padres, y muchos adultos aún siguen sufriendo por ellas. Por eso trataba de disfrutar al máximo el no tener que soportar ese tipo de carga, buscarle el lado bueno a lo que tenía.

Se detuvo en un semáforo en rojo, reposó todo el peso de su cuerpo en una pierna. Frotó sus manos entre ellas para tratar de mantener el calor, le dolían de lo frías que estaban, un cartel publicitario llamó su atención. Empezó a dar pequeños saltitos con su pierna floja, un tic que tenía cada vez que estaba ansiosa.

En la pared de un kiosco bien iluminado, se veía pegada una pancarta que hablaba sobre la importancia de ir a terapia, junto a este había un número de un grupo de apoyo terapéutico para la Generación protagonista y sus hijos. “La terapia era solo para los enfermitos de la generación, no para el resto de personas”, esos comentarios eran usuales y muy prejuiciosos. La realidad no era tan equitativa como cualquiera desearía, la publicidad no contribuía en nada, incluso podrían ser contraproducentes.

Suspiró, esos carteles siempre le dieron una sensación de incomodidad, le costaba mucho acostumbrarse a ellos, y eso que estaban desparramados por toda la ciudad. Sentía que eran contraproducentes, pero ¿qué iba a saber ella de marketing o ayudas sociales?

Bostezó y sus ojos lagrimearon por el sueño, estaba haciendo un enorme esfuerzo por mantenerse despierta. Después de una noche sin dormir ni la ansiedad, ni los nervios, ni siquiera el enojo podían mantenerla alerta.

Dentro de su cuerpo había una bomba de tiempo que esperaba explotar contra cualquiera. Era muy imprudente de su parte manejar en ese estado, el apuro la había vuelto una inconsciente. Quizás siempre lo fue.

El semáforo se puso en verde, se acomodó para continuar su camino, tratando de controlar su nerviosismo. Sabía muy bien el motivo por el que estaba así, pero estaba negada a admitirlo, no sabía si por algún tipo de orgullo, o porque si no lo admitía no existía. Había esperado muy emocionada que llegara ese momento, su primer día de trabajo con su escritor favorito, más bien con su ídolo, Lien Morales.

Las cosas no habían salido del todo bien esa mañana, se quedó dormida y se pasó la  hora de reunión. Estaba nerviosa, mal dormida y manejando muy rápido bajo la lluvia. Podría impactar en cualquier momento, contra algún otro auto que no le estuviera prestando la atención suficiente para esquivarla. Lo malo es que le importaba muy poco las consecuencias de sus actos.

De milagro logró reunir los reflejos y concentración suficiente como para esquivar un auto que se había atravesado de golpe frente a ella. Un bocinazo, insultos, el sonido de su corazón evitaba que escuchara bien, latía con rapidez por el sobresalto. Respiró hondo y trató de continuar, aunque con un poco más de precaución.

<<Se muoio in questo viaggio, almeno lo farò portare sulla coscienza a mia madre>> pensó Ariadna irritada. Era un pensamiento sádico, producto de su enojo.

La culpaba a ella, después de todo fue quién no la dejó dormir en toda la noche. La llamaba una y otra vez, al menos cada media hora. ¿La razón? Era simplemente dejarla despierta durante todo el tiempo posible. Después de cuatro horas sin dormir, decidió apagar el celular, con algo de culpa.

Siempre lo tenía prendido por si el hospital la llamaba por alguna emergencia, el cansancio fue el que la hizo actuar. A pesar de sus intentos no salió bien librada, su mente no paraba de reproducir el, ahora irritante, tono de llamada.

De no haberlo apagado, podría haber escuchado la alarma, fue un milagro que se despertara a las 9 am, el problema fue que ya era muy tarde, debían haberse visto hace media hora. Era invierno, hacía frío, dudaba seriamente de que alguien estuviera esperándola en la calle.

No entendía por qué una madre quería sabotear a su propia hija, su mente no concebía la idea de que pretendiera que se quedara sin ningún trabajo. Sabía que no le gustaba que se dedicara a la escritura, insistía en que desperdiciaba la inteligencia, esa misma que utilizó para graduarse a tan corta edad. Esa inteligencia que fue una bendición para alcanzar sus objetivos, pero una maldición que la hizo perder el rumbo para entrar en un pozo, del que le costó salir..

Suspiró y volvió a concentrar su vista en el camino. Quizás no era la mejor situación en la que se encontraba, pero estaba cada día más cerca de desplegar sus alas y comenzar a volar. No le importaba los intentos de su madre para frenarla, no iba a permitir que nadie más interfiera.

<<Soy una Diosa, no permitiré que me pares… Mamma>>

Decidió aumentar la velocidad de su moto, pero esa vez, con un nivel de concentración que no creía que podía tener en ese estado.

 

Del otro lado de la ciudad, un joven de cabellera negra corría lo más rápido posible, intentando no resbalar con el piso mojado. Respiraba agitado, transpiraba, pero, a su vez, tenía frío. Era tan contradictorio como solo él mismo podía ser.

Quería quejarse, comenzar a insultar a todos, pero sabía que no podía, todo lo que estaba pasando era producto de 24 horas ininterrumpidas de malas decisiones, bueno, a decir verdad, era una vida de malas decisiones. A la única persona que podía maldecir era a si mismo.



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En el texto hay: amor, venganza, escritores

Editado: 04.10.2021

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