El crimen de tus letras

Capítulo 3: Estancamiento

Lien tiró con toda su fuerza el tubo de teléfono contra una pared, suspiró agotado mientras llevaba ambas manos a su rostro en busca de autoconsuelo. Necesitaba pensar, pero no estaba teniendo mucho margen para hacerlo. Acomodó su pelo con algo de desprecio y se incorporó.

Su respiración estaba agitada, resonaba en la silenciosa habitación. Quería romperse las manos golpeando la pared para poder sentir algo de dolor, ese mismo dolor que en algún momento lo hizo despertar, ahora lo estaba ahogado. No le gustaba el dolor emocional, no es tan fácil de curar.

Agarró el teléfono que acababa de tirar, aclaró su garganta para seguir hablando. A pesar de lo alterado que se veía, su voz sonó clara y serena.

— ¿Podría repetirme lo que dijo, detective? 

Silencio del otro lado de la línea, solo podía escuchar su propia respiración y su corazón, enloquecido, casi desgarrándose del dolor. Deseaba poder ir a un doctor y que le diera algún medicamento para poder sanarse. ¿Qué medicamento puede curar la esperanza agonizante?

—Tenemos un plazo de seis meses para presentar pruebas o archivarán nuestro… Lo siento Morales.

No pudo seguir escuchando, tuvo que cortar la llamada. Su respiración agitada era lo único que sonaba en el silencio de la habitación. El lugar tan grande que había comprado para compartirlo se sentía vacío. Se dejó caer en la cama, silenciosamente, estiró sus brazos. Le resultaba complicado no llorar, miró el techo, la cama era tan grande, le gustaba mucho el frío, pero ese en particular lo estaba destrozando.

El duelo, el maldito duelo que aún no terminaba, cuando parecía poder aceptarlo volvía a caer en la negación, luego empezaba a deprimirse, y volvía a entrar en shock. Hace unos años hablaba con tanta frivolidad sobre esas asquerosas etapas, se burlaba y minimizaba ese dolor, se transformaba en una máquina, incapaz de reflejar los sentimientos del resto y ahora…

Y ahora…

<<Ahh, silencio estúpido, no vas a llorar. >>Se gritó mientras se colocaba en posición fetal y cubría sus ojos húmedos con sus manos. <<Quisiera que hubiera otra persona en el mundo que supiera qué mierda me pasa, así podría golpearme tan fuerte que dejaría de sentirme mal… Es lo malo de ser el único rey en este tablero, nadie es capaz de entender lo que siento.>> 

Respiró hondo y se incorporó, no quería llegar tarde a su siguiente encuentro con Ariadna, casi no había tenido tiempo para barajar la idea que le había propuesto. ¿Realmente era capaz de visualizar un mundo en el que todo lo que sucedió no influyera en nada? Quizás era que él, en sí, no tenía mucha imaginación a la hora de crear mundos, solo tomaba los objetos que tenía cerca y trataba de manipularlos. 

¿Cómo habría sido el mundo si no hubiera pasado esa maldita guerra? Era una pregunta muy filosófica, su practicidad y problemas actuales le imposibilitaba el pensar cosas como esas. Encontrarse con alguien con esa capacidad, por más de que no sea útil resultaba interesante. lo suficiente para tener una conversación de la que no intentaría huir. Era una forma de compensar lo que le faltaba, escribía sobre lo que veía, sobre lo tácito, no podía imaginar cosas con tanta soltura.

Se miró unos segundos en el espejo de cuerpo completo. Esa vez iba bien vestido, camisa gris, corbata negra, traje gris, todo era igual de gris que su vida y el clima. Le gustaba ir vestido de traje, no estaba seguro de por qué, pero era uno de sus pequeños placeres.

Caminó muy tranquilo al punto de encuentro, llevaba su morral y las manos en los bolsillos, era otro día nublado y frío. Si todos los días tuvieran el mismo clima sería perfecto, un clima gris a juego con un mundo gris y destrozado.

Escuchó unos pasos ruidosos y acelerados, se acercaban a toda velocidad hacia él, lo que lo hizo sentir en peligro, sin saber bien porqué, tal vez por puro instinto, levantó su codo, esperando que si alguien quería atacar lo recibiera en el estómago un segundo antes de acercarse.

Se sorprendió cuando ese algo lo esquivó muy rápido, para ponerse junto a él, a su lado. Ariadna caminaba acelerada, como metida en su mundo, ni siquiera parecía que acababa de hacer algún esfuerzo para evitar el golpe. Iba a llamarla, pero supuso que pronto se daría cuenta de lo cerca que estaban, se quedó estudiandola con la mirada.

Se veía más… ¿bonita? que el día anterior, su cabello estaba recogido en un rodete alto y algo desalineado. Sacó su celular y volvió a mirar lo que había encontrado sobre ella, se había graduado en ingeniería electrónica, sabía que se había recibido con un buen promedio de una capacitación para escuadrones antibombas. ¿Cómo alguien tan joven y enfocada en cosas como esas pasaba a publicar un libro? Parecía haber salido de la misma nada, alguien así no solía pasar desapercibida. 

Era desesperante, no encontraba ninguna entrevista, red social, nada de ella, era muy molesto y complicado. Parecía que se escondió muy bien de cualquier fanático que la buscara para molestarla. No era usual, pero algunas personas, sobre todo por el género que escribió Ariadna, podían volverse muy pesadas, así que era mejor estar prevenido. Mujer precavida vale por dos, algo que él no fue al volverse escritor y alguien con una opinión disidente.

Quería seguir investigandola, pero no tuvo mucho tiempo, quería saber más. Comenzaba a dudar de su juicio, empezaba a sentir que la chica no era tan plana como se lo imaginó. Cuando le costó mucho encontrar información de una persona que era la sensación en ese momento, supo que había algo malo. ¿Y si no era un cascarón vacío? ¿Y si en realidad tenía un escudo protector para esquivar su ojo crítico?

Empezaba a pensar eso, que la muchacha tenía una gran habilidad para esconder su identidad, eso le removía la curiosidad, pero a su vez le molestaba. Le molestaba que alguien pudiera escaparse de su habilidad analítica, significaría que ese cascarón tiene la misma capacidad de analizar o incluso más, como para tomar en cuenta los aspectos que tomaría y ocultarlos.



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En el texto hay: amor, venganza, escritores

Editado: 04.10.2021

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