El crimen de tus letras

Archivo 3-A-21

La noche estaba siendo despiadada, lo que le había dicho el fiscal le había sacado el sueño, sabía que no habían podido recabar pruebas suficientes, pero era un caso complicado, alguien se había encargado de borrar todas las pistas posibles. Se estaban quedando sin tiempo, sin evidencia ni indicios, el caso iba a ser archivado, la justicia nunca llegaría a dónde debía.

Casi parecía mentira, un testigo que no recordaba nada, una chica desaparecida de la que ni siquiera se sabía el nombre, sin cuerpo, sin datos, sin fotos, sin testigos. Podrían creer que era una mentira cualquiera, la única prueba de que había de la existencia de esa muchacha, que llamaban Girasol, era un video que retrataba el delito en cuestión.

Desde la terrible noticia en su mente se había implantado una idea, que al principio había sido un murmullo, pero en ese momento era un grito, como una orden, que le indicaba lo que debía hacer. Sentía adrenalina por lo que realmente estaba considerando llevarla a cabo, cosa que le dificultaba aún más descansar y era algo que realmente necesitaba. Siempre fue buena para reconocer los talentos del resto, ella tenía una gran carta bajo su manga y no la había utilizado hasta ese momento.

Lo único que la estaba parando para utilizar su as era los deseos de esa persona, como prácticamente suplicaba por no ser involucrada nuevamente en esas cosas. Ese último caso daño mucho su cabeza, entendía bien el por qué de sus acciones. 

Cambió de posición, se quedó mirando el techo, la luz de la luna se colaba entre las cortinas color marfil. Empezó a rosar su pulgar contra el dedo índice múltiples veces, típico gesto que tenía cuando pensaba.

Se levantó, caminó en medias por su departamento hasta llegar al living. No le gustaba dejar las cosas del trabajo en donde descansaba, así que tenía todos sus papeles allí. Había leído en algún lado que si trabajabas dónde dormías tu cuerpo confundía las horas de descanso con las de trabajo. Odiaba tener insomnio así que aunque el consejo le resultaba tonto lo había tomado.

Se sentó en el piso y permaneció mirando la pared, en ella había una red, como de telarañas que estaba llena de pistas, tanto en imágenes como escritas. Eso estaba succionando su salud y sabía que pronto debería poner un alto, tomar distancia o consumiría por completo mi cabeza, esa era una habilidad que poseía, el alejarse de las cosas cuando la estaban por sobrepasar.

Miró hacia un lado, encontró tirado en el piso uno de sus cubos rubiks, tenía muchos de esos juguetes en la casa de diferentes formas y tamaños. Lo dejó sobre la mesa ratona que se encontraba a sus espaldas, ahí divisó un manojo de papeles, donde anotaba todas las ideas que llegaban a su cabeza para poder resolver el gran enigma al que se enfrentaba.

Una pareja destruida, una desaparecida, un policía que murió fuera de servicio. Se sentía estancada, si no podía encontrar al culpable de este desastre nunca lograría salir de esta fase.

Se levantó con un frenesí desconocido, estaba muy acelerada, necesitaba encontrar ese pedazo de papel con el que se había despedido hace años antes de hacer algo de lo que quería. Necesitaba ver cómo iba a encararla, sabía que ella no era una persona fácil, era excéntrica, soberbia, pero muy apta, después de todo ella misma la había entrenado.

Corrió con el mayor sigilo que tenía, no quería que sus vecinos le preguntaran qué estaba haciendo corriendo a las 4 am por la casa. Se dirigió a su mesa de noche, abrió uno de los cajones y rebuscó entre sus cosas, encontró ese papel arrugado, que durante mucho tiempo leía una y otra vez para buscar consuelo.

Respiró hondo, era hora de ver algo que le había lastimado mucho en su momento, comenzó a leerlo.

“Hemos perdido, no puedo vivir con esto… lo siento Mayte.

Sé que esta no es la forma de despedirnos, me diste mucho más de lo que te estoy devolviendo en este escrito. Me diste lo más preciado para mí, el conocimiento. Escribo esto porque desde que la perdí tengo que mantener la cabeza baja y para decirte esto debo levantarla, pero no puedo, sinceramente no puedo. La vergüenza hace que no pueda verte a los ojos.

¿Cómo puedo explicártelo? En este tiempo cambié demasiado, todas las cosas buenas fueron producto de tus acciones, de tus enseñanzas. Me hiciste mejor, May… Es que ya ni siquiera puedo llamarla así, detective Paz. Ya no tengo el derecho.

Te fallé, les falle a todos, a Montés, a Lopez, a Acosta, a Ojeda, a la víctima. No sé qué me pasó, no sé si se me infló el ego, si no pude ver más allá de mis emociones, no sé que hice mal. 

El resultado habla por sí mismo, no hay justificación.

Gracias Paz, gracias a todos, no me busquen, por favor. No puedo con la realidad en la que me encuentro ahora, me dieron una lección de humildad, me obligaron a bajar el ego y nunca podré volver a recuperar la confianza para seguir ayudando al resto. 

Les suplico que no vengan a buscarme, apenas puedo verme al espejo después de esto, posiblemente haya perdido a la persona que más amé en mi maldita vida, y ahora está muerta.

 Perdón, perdón por todo.

Los quiere, su pequeña Compi.”

Nunca se pudo concentrar en ese aspecto tan débil de ella, en sus emociones, las consideraba inútiles. Era uno de los aspectos negativos de cargar con su nivel de inteligencia, no sabía cómo lidiar con sus sentimientos. Por eso respetó la carta de despedida de su compañera, porque no sabía cómo las personas enfrentaban los fracasos. 

Al fin de cuentas, se había prestado para eso, a pesar de que no quería que se fuera lo respetó, no la buscó, no la contactó, no la investigó. Ahora tenía una buena excusa para volver a verla, dudaba que se resistiera a un caso como ese. Podría estar muy traumatizada o dolida, pero no dejaba de ser una persona dulce, la cual nunca dudaría en ayudar a alguien desesperado.

Conocía bien sus capacidades, la entrenó durante un largo tiempo, conocía su intelecto, conocía sus límites y como buscaba siempre sobrepasarlos, como borraba las líneas de lo moral y lo inmoral a la hora de investigar. Había un punto en el que no podía separar lo personal del trabajo, desde que la conocía la regañaba por ese accionar, pero en ese momento era lo que necesitaba.



#4029 en Detective
#2101 en Novela negra
#13231 en Thriller
#7462 en Misterio

En el texto hay: amor, venganza, escritores

Editado: 04.10.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.