El crimen de tus letras

Capítulo 5: Adicción

Estaban frente a una mañana tranquila. Ya era viernes, habían pasado dos semanas desde que Lien y ella se habían conocido. Todo eso había sido agotador, sólo deseó que llegara el viernes para poder descansar de él por unos días. ¿Por qué le consumí tanta energía sus conversaciones? Ni siquiera ella estaba segura, no se trataba de un problema matemático complejo o algo así, por lo que sentía que no había motivos para sentirse tan cansada. 

Estaba por ingresar por el arco en el que se encontró por primera vez a Lien, cuando se encontró al mismo parado, contra una de las columnas de la estructura. Tenía puesto auriculares y movía ocasionalmente su cabeza al ritmo de una canción que no podía escuchar, Se acercó con paso lento y sereno, aunque sentía algo de curiosidad, solía encontrarlo en la cafetería.

—Que sorpresa encontrarlo acá, Morales —habló serena y fingiendo desinterés.

—Sí, no estoy acá por gusto.

Hablaba muy tranquilo para sonar tan malhumorado, se sacó los auriculares y se quedó en silencio.

— ¿No es un lindo día? —le preguntó sonriendo simpáticamente.

—No me gusta el sol, además tenemos un pequeño problema. Hoy no abren la cafetería, así que no podremos ir a trabajar ahí.

—Oh… No sé que decirle —acomodó la mochila que siempre traía con ella—. ¿Podríamos ir a una plaza o…? —la interrumpió.

— ¿Te molesta ir a mi departamento? —le preguntó con el entrecejo fruncido, como si que el proponerle eso le molestara.

Se quedó en silencio, esa propuesta había sido algo incómoda. Respiró hondo, sabía que no lo dijo con segundas intenciones, pero le había provocado una sensación muy molesta.

—Am… No, creo que no…

—Entonces sígueme.

La muchacha lo siguió confundida, ese día se veía un poco extraño. Había algo en él, no sabía qué cosa en específico, su voz, su movimiento, sus expresiones, sus palabras, lo demandante que hablaba, su actitud. Algo raro estaba pasando, se veía más jovial que de costumbre.

— ¿Buena mañana? —le preguntó la muchacha, la mirada seria de Lien hizo que quisiera que la tierra la traga—. ¿Mala?

—No te molestes en preguntar —le respondió. <<Mantente profesional>>se pidió a sí mismo.

La distancia, la bendita, y a su vez, maldita distancia. Necesitaba mantenerla. Trabajar de esa forma era molesto, pero no tenían otra opción. Ojalá poder tenerla.

—Wow, Sherlock está misterioso —le sonrió—. ¿Está en medio de un caso? —cuestionó burlona. Se prometió que ese sería su último intento de entablar una conversación, si no lo notaba o lo rechazaba entonces procedería a dejar de ser amigable y se limitaría solo a trabajar.

No quería tener una relación tensa, y tristemente esa era la única forma que conocía para acercarse a las personas era provocarlas para tener discusiones amigables. Le hubiera gustado que existiera un manual para conversar y acercarse a las personas, se lo aprendería de memoria. Quizás por eso no tenía muchos amigos, aunque no se quejaba de los poco que tenía.

— ¿Sólo conoces a Sherlock como detective? —le preguntó hastiado de ese apodo. <<Típica persona que desconoce de literatura, solo conoce ese detective, todos los días me pruebas que eres superficial y aburrida.>> No quería reconocerlo, pero estaba buscando cualquier excusa para poder encontrarla desagradable.

Trataba de convencerse a sí mismo de que no tenía motivos reales para acercarse a ella, desde el momento cero la definió como una persona aburrida de mente simple y que quería mantenerse así. No quería conocerla más, no quería que le mostrara sus otras facetas, quería que entrara en el cuadro que metió.

—No sé si Pepe Carvalho te sonará conocido, o el padre B Brows, creí que para “los mente simple” Sherlock Holmes le sería algo más cercano… —se burló de forma soberbia.

Silencio como respuesta, Lien levantó una ceja, entretenido.

—Alguien estuvo haciendo su tarea…

— ¿Tarea? Solo me dedico a ser espléndida —le respondió sonriente mientras gesticulaba de sobremanera mientras daba unos pasos delante de él, lo miró por sobre el hombro. Cuando se ponía a bromear con que era egocéntrica le gustaba mover sus manos de forma exagerada y extravagante—. Gabriel habló sobre el vínculo maestro-alumno, quizás pueda enseñarte algún día a ser espléndido.

Lien se quedó mirándola y sonrió, sus movimientos eran exagerados, pero le gustaban, se asemejaba a los de la reina blanca de Alicia en el país de las maravillas. Comenzó a reír bajo, el pulso se le aceleró y la sonrisa más sincera que se le había formado desde hace mucho tiempo. La imaginó con el pelo blanco, se vería muy tierna así.

 —No sabía que daba tanto asco —le habló divertido.

—Yo nunca diría algo como eso —sonrió animada. No iba a admitir que admiraba muchas de las formas en las que dio a conocer sus poesías, como escribirla en rosas y dárselas a los transeúntes, ponerla en grafitis, hacerla llover papelitos con un mensaje de paz en un discurso político de odio. Lien era muy listo, admiraba su creatividad y su desprecio por la autoridad, le resultaba interesante—. Solo le falta excentricidad, es lo que diferencia a alguien bueno —lo señaló— de alguien espléndido —se señaló a sí misma.

Volvió a reír.

—Está bien, te tomaré en cuenta —mantuvo la sonrisa.

—Wow, no lo creí capaz de hacer un gesto como ese… ¿Se siente bien? 

Después de esa carcajada no lo había visto animado en ningún momento, siempre parecía aburrido e incómodo. En ese momento casi se lo veía alegre.

<<Mejor que en mucho tiempo.>> Volvió a reírse, cerró los ojos para disfrutar ese acto y esos sentimientos, al menos por un segundo—. Siempre lo estoy, el problema es que soy muy cautivador, no quiero que me vean solo como una cara bonita.

—Problemas de gente bonita —comentó mirándolo con preocupación fingida—. Te entiendo, debe serte abrumador —dio una pequeña risita, agrandado.



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En el texto hay: amor, venganza, escritores

Editado: 04.10.2021

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