El crimen de tus letras

6- Manicomio

“Escuchaba el monótono discurso de mi doctora de fondo, hablaba con esa voz tan aburrida, repitiendo cosas que no me interesan. Creo que en algún punto se dio cuenta que me estaba aburriendo, porque se quedó en silencio durante unos minutos. 

El espíritu del año nuevo parecía no poder poseerla, pero no la culpo, un trabajo tan aburrido como ese no podía hacer más que amargarte la vida.

—Al fin algo de silencio. Debería ser considerado tortura lo que hace, cada vez que no escucho voces empieza a hablar usted —me burlé.

—Escúcheme, para mejorar necesito que también ponga de su parte, que hable en las sesiones, que no se resista al tratamiento. Entiendo que es difícil a veces, pero si no lo hace nunca podrá mejorar.

—Ninqui pidrí mijirir —me burlé en uno de mis mayores gestos infantiles, haciéndole honor a mi edad, 16 años—. Esto es como el cáncer, se hace más resistente y listo cada vez que intenta removerlo —reí.

La expresión dura de la doctora cambió a una más suave, incluso hasta me sonrió, cosa que me generó un escalofrío.

Tengo la teoría de que, las personas que se la pasan estudiando la locura, son las que peores están. Toman a los pacientes como si que fueran pequeños monitos, los deshumanizan, me dan asco, y a su vez algo de pena. Parecían un grupo de frustrados que no tenían la inteligencia necesaria para ser doctores de verdad.

—El saber que lo comparas con el cáncer, una enfermedad, me hace darme cuenta que realmente no disfrutas esto, que lo ves como la enfermedad que es.

—Yo creo que en realidad solo utilicé una mala analogía —suspiré. —No importa, el mensaje es claro, creo. No se meta, déjeme en paz, déjenme ir de una vez. No sé con qué derecho creen que pueden mantenerme acá. No soy un animal, soy un ser humano. ¿Con qué derecho determinan que me pueden encerrar?

La doctora suspiró, llevó sus manos a los bolsillos de su bata, tratando de mantener la paciencia. 

—Ya lo hablamos, su tutor…

— ¡Mi tutor se puede poner en la fila para irse a la meirda! —exclamé enfadada. —Si quiere puede ponerse detrás de él, yo les doy las indicaciones —sonreí.

La doctora me miró cansada. Es que me da asco este sistema, sus expresiones. ¿Con qué derecho me juzgan? ¿Con qué miden si estoy bien o no? Siento impotencia porque no me dejan ir, siento como mi corazón se acelera envenenado por el odio. 

Respiré hondo, no hay forma de vida más desagradable que quienes manejan los psiquiatras y cada miembros de estos.

—Seguiremos hablando más tarde, hasta luego.

Tuve que contener mis ganas de insultarla, no quería tener más problemas de los que ya tenía.

Soledad, un momento en el que podía quedarme recostada en mi cama antes de que me manden a la habitación acolchonada. Casi me escapo la última vez, fui más lista que los pedófilos que tienen por enfermeros, pero después que se enteraron… Dudo que salgan con vida cuando Tabares los encuentre.

¿Qué más puedo hacer? No importa, después de todo, si me escapara, no tendría a donde ir, mi familia ya no existe, la persona que más amo en el mundo se desvanece… Es su culpa, si tan solo me hubiera escuchado nada de esto habría pasado.

¿Me habrías aceptado si te hubiera confesado todo lo que sentía? Crecer a tu lado fue el mayor privilegio que tuve, ahora siento como nuestros hermosos recuerdos comienzan a desvanecerse, incluso yo comienzo a flaquear.

Te amaba tanto que tenía que ser yo la que acabara contigo, no podía permitir que alguien más lo hiciera. No podía dejar que alguien más vea como tu vida se desvanecía.

Por comentarios de los enfermeros, tengo entendido que pronto acabará el año. Reí amargamente, me había prometido que este año estaría en tus brazos y te declararía lo que sentía. 

¿En qué momento todo se puso de cabeza? ¿En qué momento nos perdimos?

Natalia me estaba mirando, con sus ojos abiertos, su mirada juzgona. Sentía que podía abalanzarse sobre mí en cualquier momento. ¿Por qué necesita mirarme? ¡¿Qué mierda le hice yo para que me siga a donde quiera que vaya?! Si tan solo pudiera asesinarla, lo haría con gusto. Si maté a alguien que quería con mi alma, entonces no dudaría en matar a alguien que odiaba.

Escuché una fuerte explosión, apenas tuve tiempo de cubrir mi cabeza con ambas manos. El lugar se llenó de polvo, comencé a toser. Me incorporé fastidiada, odio el polvo, el cuerpo aún me dolía, aunque lo que quedaba de la herida de bala no era más que una cicatriz y un moretón.

— ¡¿A quién mierda se le ocurrió la idea de la bomba?! Dije específicamente que un incendio accidental sería mejor—gruñí.

—L-lo siento señora —murmuró un muchacho de unos veinti tantos, ni siquiera sabía su nombre.

—Ahora tendré un horrible resfriado, genial. Quiero muerta a la estúpida doctora —señalé enojada, el resto no me importa, pero a ella la quiero muerta. —Ya estaba harta de este lugar —suspiré tratando de contener mi enojo. —¿Dónde está Tabares? 

Sentí como me tomaban de la cintura de la nada, me acababa de responder sola, a escasos centímetros podía sentir su mirada. Había pasado de la compasiva, dulce y suave mirada de siempre a una más agresiva y pícara. A veces siento que tengo dos novios en un solo cuerpo.

Fräulein —me saludó con una sonrisa seductora.

—Mierda, Tabares, que no sé alemán —bufé. Podría aprender en un año, quizás dos, pero nunca me había esforzado. Él lo sabía bastante bien, por lo que me enfurecía que dijera eso.

—No grites y apuremonos —me pidió en un susurro, era irónico que bajara la voz luego de haber activado una bomba en mi habitación.

Lo seguí en silencio, había un auto esperándonos, no sé qué necesidad tan intensa le había surgido por irnos de esta forma, tan ruidosa y extraña. Podía haberme sacado tranquilamente del manicomio solo con algunos trámites, sabía que estaba sucediendo algo que no quería decirme, pero luego se lo sacaré.



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En el texto hay: amor, venganza, escritores

Editado: 04.10.2021

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