El crimen de tus letras

Capítulo 7: Estallido

— ¿En qué puto momento ibas a decirme? —le preguntó Lien sentándose frente a un somnoliento Gabriel.

Le fue muy difícil controlar su tono de voz, porque lo que más quería en ese momento era gritarle, pero sabía que todos los comensales se voltearían a verlo y odiaba llamar la atención.

Eran las 10 de la noche ya, pero recién comenzaban a llegar personas a cenar. Algo muy característico de Buenos Aires era que el día terminaba muy tarde, así que posiblemente a Gabriel no le llamó la atención que lo llamara tan tarde. 

—Primero que nada, buenas noches —bufó. Odiaba que le hablaran mal cuando estaba cansado.

El escritor no podía mantener la compostura de la forma en la que hubiera deseado. No quería tener una cena incómoda, pero la rabia hacía que le importara tan poco que simplemente quería gritarle a Gabriel.

—Lo hiciste a propósito —le recriminó cada vez más molesto.

—Hago muchas cosas a propósito, así que tendrás que ser más específico. —Le pidió haciendo círculos invisibles con su mano—. Una de las pocas cosas que no hago a propósito es ser sexy, eso me sale solo.

Morales llevó ambas manos a su rostro, comenzaba a caer en desesperación. Gabriel era todo un personaje que solía hacerlo reír, pero en esos momentos su actitud lo estaba enloqueciendo.

El mundo que lo rodeaba se veía tan alegre y él se sentía angustiado. No sabía si por la información que había recibido o porque había perdido nuevamente la dosis de felicidad que le daba Ariadna, solo se sentía fatal. Estaba aún más molesto, porque sus emociones dependían de que una veinteañera le sonriera y se quedara a su lado trabajando en silencio.

Maldecía el haber nacido tan sincero, el no poder ponerse una careta como el resto del mundo para fingir que estaba bien hacía que se sintiera peor. Dudaba seriamente que todos sean felices, nadie podía ser feliz en ese mundo que se encontraban.

Respiró hondo, tratando de evitar que el enojo se filtrara por su tono de voz.

—Gabriel, no me jodas. Vos sabías que Ariadna tenía amnesia —habló con ira mal contenida.

—Ah, hablabas de eso —respondió desinteresado mirando el menú del restaurante.

El desinterés de su amigo solo hacía que se pusiera de peor humor. Se quedó mirándolo en silencio, al borde de darle una catarata de insultos.

—Oh…. ¿crees que te junté con ella a propósito porque tenes amnesia disociativa? —le preguntó con rostro inocente—. Lien, no seas tan arrogante, esto no tiene nada que ver contigo.

—Había media docena de escritores nuevos, podía haberle enseñado a cualquiera. —Cada vez que hablaba sus brazos se movían de forma más brusca, en un intento por controlar su enojo—. ¿Querés hacerme creer que todo esto fue por casualidad? ¡¿Qué lección de mierda querías enseñarme, diablo?! —Exclamó haciendo alusión al mensaje que le había dejado a Ariadna y a él.

La cara de “no entender” del editor lo ponía de peor humor. Gabriel podría ser muy carismático y fingir ser hueco, pero era un manipulador y planificador que daba miedo a veces. Sentía que de alguna forma había planeado eso, para darle una retorcida lección.

¿Qué quería? ¿Obligarlo a seguir adelante? ¿Quería que viera quién pudo ser si hubiera enfrentado las cosas de otra forma? No le importaba lo que quisiera enseñarle, él no sabía lo que significaba perder la memoria, la cabeza y la vida que posiblemente había planeado con ella. No sabía lo que significaba despertar sabiendo que algo te faltaba, que alguien te faltaba, pero sin saber que era. 

Él nunca entendería lo que le pasó.

—Escuchame, yo solo le estaba dando una oportunidad a una muchacha que había perdido todo y que, aún así, deseaba continuar con su vida —habló con calma, pero sabía que estaba colmando su paciencia—. No sabía ni siquiera quién era, pero siguió adelante y, aunque creo que nadie debería pasar por eso, logró superarlo. ¿Entendido?

El escritor entendió fuerte y claro la reprimenda. Gabriel quería obligarlo a avanzar con su vida, como si perder la memoria por un golpe o lo que sea, fuera lo mismo que tener lagunas mentales por un evento traumático. No había punto de comparación.

Aunque, conocía bien a Gabriel, quería creer que si él pensaba que sus casos eran similares, significaba que las circunstancias en las que Ariadna perdió la memoria fueron algo especiales.

—Entendido, diablo.

—Ahora, comamos, estoy muerto de hambre.

 

<<Si la enfrento podré saber la verdad… Pero puede negarlo, no tengo pruebas para demostrar lo contrario.>> Ariadna murmuraba en voz baja mientras meditaba. << ¿Cómo puedo saber si tengo alguna hermana? ¿Dónde puedo buscar eso?>>

Tecleó en su computadora el nombre que creía que sería de su “hermana”. Carolina Abreu Sánchez, no recordaba ni siquiera haber visto una foto, un documento, siquiera una mención. Si lo pensaba la chica de sus sueños era menor que ella, por lo que podría ser menor de edad, no tenía la capacidad de irse sola de la casa, a menos que estuviera emancipada.

Anotó en un borrador lo poco que sabía mientras cargaba la página. Volvió a centrarse en lo que encontró. Comenzó a revisar y encontró una antigua red social de uso personal que parecía ser de ella. Ingresó con una ceja levantada, no recordaba tenerla, pero ahí estaba. Podía ver varias imágenes de ella en la adolescencia, no se veía como una adolescente normal, las fotos eran muy artificiales. Tendría que investigarlo más a fondo, pero no tardó prácticamente nada en encontrar lo que quería.

Podía apreciar la imagen de la niña que había visto en sus sueños, solo que unos años mayores. Estaban las dos, la menor la abrazaba con fuerza, mientras ella sonreía tímida y sonrojada. No parecían tener más de 13 años, se vio con el cabello recogido en dos trenzas y un sombrero que solían usar los graduados.

Debajo de la publicación, vio un pequeño mensaje, “mi hermana apoyándome en mi fiesta de egresados (odia las fotos). Estaba harta de la secundaria, universidad allá voy.”



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En el texto hay: amor, venganza, escritores

Editado: 04.10.2021

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