“ —Siempre tuve una extraña fascinación por no morir —Tabares me hablaba entre nervioso y bromista, yo solo bufé. —¿Por qué estás tan molesta? —se acercó por detrás mío y masajeó mis hombros.
No tenía ni idea por qué estaba de mal humor en esos momentos, solo había estado con mala cara desde que llegamos a la casa. Tabares ocasionalmente hablaba en alemán, lo que hacía que me pusiera de peor mal humor, no me gusta no entender lo que dice. Odiaba que el único idioma que conozco sea el español, sino me burlaría de él haciéndole lo mismo.
¿Era por el plan? Había sido muy específica, incendien el lugar, que parezca un accidente, había una caja de protecciones eléctricas que estaba mal hecha, podían haber generado un incendio fácilmente, sin levantar sospecha cuando fueran a investigar lo sucedido, borraron mi ingreso, parece que nunca estuve ahí.
Y la razón era obvia, ya no necesitaba esa coartada, aunque no sabía por qué.
Tras unas averiguaciones me enteré de por qué habían actuado así. El idiota de Tabares quería impresionarme, quizás eran sus emociones las que me tenían de mal humor, había actuado de forma imprudente.
Las emociones te hacen débil y sus estupideces pueden salirnos caro. No quiero más investigaciones detrás nuestro, ya era más que suficiente con el secuestro, las tentativas de homicidio y el lavado de dinero. ¿Ahora encima el asesinato de un montón de enfermeros y pacientes psiaquiatricos? No quiero eso, ni para mi, ni para él.
Todo eso me llevó a quedarme sentada en el sofá, de mal humor. No paraba de repetir que se vendrían algunos problemas, que necesitábamos relajarnos y mantener la calma antes de que empiecen a aparecer. Para mi, el mensaje era fuerte y claro, algo me tenía que decir y no quería que me altere. Algo malo ya había pasado y estaba ocultando, eso me hacía estar aún más molesta.
Se sentó a mi lado y me abrazó, haciendo que apoyara mi cabeza en su pecho, yo solo me dejé estar.
—Entiendo que no te guste la situación…
—Y me gustará menos con lo que tienes para decir, ¿verdad?
—Perspicaz como siempre, grillito —sonrió acariciando mi cabeza.
Me quedé en silencio, esperando su respuesta, él solo continuaba acariciando mi cabeza.
— ¿Qué opinas si esta vez hacemos bien el tratamiento? —propuso dulcemente—. Medicación, terapia, encontraré a alguien que no dude en ayudarte, al mejor que haya… mi padre dejó mucho dinero, tanto que dudo que pueda gastarlo entero algún día. Creo que encontré a alguien que puede curarte, y aunque no lo pudiera hacer, podrías tener una mejor calidad de vida.
Me quedé en silencio… ¿Alguien que pudiera curarme? Parecía el comienzo de un mal chiste, hace tiempo había perdido la esperanza. Durante mucho tiempo me dejaron en claro que era imposible hacer algo por mi, el mundo me dijo que no una y otra vez.
No me distraje con ese hecho, sabía que lo que quería decirme era algo más que eso, su evasión solo me hizo saber que era mucho más serio de lo que quería dar a entender.
Quería hablar, comencé a rascar mi piel, me sentía observada, miré en todas direcciones, podía sentir clavados los ojos de alguien en mí.
—Alguien nos está observando…”
Ariadna tragó en seco, era el primer de muchos emails que le había mandado. No reconocía al emisor, pero las cosas se estaban poniendo cada vez más raras. Incluso ella se sintió observada. Levantó la mirada, no había nadie alrededor, trató de tranquilizarse.
Comenzó a toser, había muchos más emails, no sabía si lo que la inquietaba era la insistencia del emisor, el hecho de que supiera que habían quemado su casa o que ese personaje que había creado también le gustara incendiar cosas.
<< ¿Y si soy yo la siguiente cosa que quiere quemar?>>