“Enfado, eso sentía en el momento que Tabares me dijo la noticia, no me sorprendía que me la hubiera ocultado.
La casa rápidamente se había vuelto un campo de guerra, había cosas tiradas por todos lados, en ningún momento apunté hacia él, pero ganas no me faltaban. No podía controlar mi enfado, aunque trataba de respirar hondo y cortar hasta diez, no servía de nada.
Levanté mi cabellera para tratar de sentir algo de frío en la nuca, sentía mucho calor repentinamente, posiblemente tenía la cara más roja que de costumbre. Volví a clavar mi mirada en Tabares, él se estremeció.
—Ey, no será tanto tiempo —trató de mediar conmigo.
— ¿Estás castigandome? —le pregunté con los ojos llorosos—. ¿Es una especie de castigo retorcido? ¡No sé quién te crees que eres para decir algo como eso!
—No, no… —me miró preocupado—. Solo trato de protegerte, necesito mantenerte oculta hasta que todo se enfríe… Preparar bien nuestro siguiente movimiento antes de hacerlo y vos saber hacer bien esas cosas…
Negué con mi cabeza, ya no quería más problemas, había arruinado todo por mi debilidad. ¿Qué tan buena idea era ponerme a cargo de algo? Estaba loco, realmente loco.
—Por favor, en este tiempo trata de reflexionar, tómalo como unas vacaciones para tu salud mental —juntó ambas manos suplicantes.
Lo ignoré, subí por la escalera al piso superior, me encerré de un portazo en mi habitación y me dejé caer en la cama. No iba a obedecerle, no me importaba sus deseos, él no era quién para decirme qué hacer.
Traté de que mi llanto mermara, nuevamente me sentía observada, ese sentimiento era molesto, odiaba cuando comenzaba porque después empezaba a sentir que todo el mundo me quería matar.
Volteé la mirada, en la mesa de luz había una muñeca de trapo muy parecida a mi, piel pálida, ojos negros y pelo del mismo cuando estaba al natural. La había hecho hace un tiempo con mis propias manos, había estado muy feliz cuando lo hice.
En el piso estaba otra muñeca de trapo, sonreí, era igual al de la persona que extrañaba. Sonreí y la tomé entre mis manos, acaricié su pelo. ¿Es posible querer tanto a alguien que serías capaz de matarlo? Al parecer sí.
Tomé mi muñeca con vergüenza y la acerqué a la otra para que se dieran un beso, hacer esa estupidez siempre me ponía a reír, parecía bajo el consumo de algún estupefaciente. Había una especie de placer en hacerlo que no podía explicar.
¿Pudo haber un momento en el que nuestra vida hubiera sido mejor? Quisiera creer que había alguna forma de que terminaramos felices, pero las personas como yo no podían ser felices.
Me levanté decidida, si mi destino era estar lejos suyo, entonces lo crearía con mis propias manos.
La habitación estaba rodeada de peluches, todos hechos a mano por mí, de personas que conocía. Todos tenían nombre y apellido, solía utilizarlos para fingir que alguna vez tuve una vida normal, interactuando con personas normales.
Las cortinas violetas de mi habitación comenzaron a bailar con el viento, todo era del mismo color. No parecía la habitación de una chica de mi edad.
Vi la ventana abierta, sonreí ampliamente, una idea loca cruzó mi cabeza.
Cambiaré mi destino, lo haré con mis propias manos, aún puedo arreglarlo, mientras esté viva no es muy tarde.
No es muy tarde
Voy por ti…”