Adriel
Departamento de Policía de Nueva York, NYPD.
—¡Miller, los informen!—el grito que pego mi superior desde su oficina por el auricular del celular, solo me indicaba que hoy no estaba de buen humor.
<<Y yo que me levante con el pie izquierdo hoy.>>
—Oh Miller, está en problemas.—se burló el Teniente Sánchez mientras yo me levante de mi escritorio con los informen de los últimas taza de homicidios, robos, crímenes cibernético, entre otros.
Pase de ser un excelente Detective de homicidio de Canadá a estar en la policía como el archivero en Nueva York.
El Jefe Bravo que era nuestro superior, siempre estaba de mal humor y no me ayudaba mucho que todo el tiempo los platos rotos lo pagara conmigo.
—Cállate Sánchez.—brame molesto y caminé hasta el otro extremo del piso, para salir al corredor y llegar a la oficina del Jefe.
Era un edificio de cinco piso y en cada piso había un nivel, donde estaban cada rango y por lo que me tocó a mí. Era el sótano.
Cuando llegue a su oficina, tuve que agacharme a la hora de abrir la puerta porque vi como unas de sus medallas pasaba tan rápido que si no me agachaba, me daba en toda la cara.
<<Pinche enfermo.>>
Cada vez que estaba de mal humor, le daba por tirarle cosa a la gente y no importaba que fuera.
Si es una silla, su laptop, su celular, sus portaretratos familiares, sus bolas de tenis, lo que sea. Para él era su forma de desahogarse, cuando llegue aquí por primera vez siempre me lanzaba una taza de café.
Estaba a nada de renunciar y poner una queja del año, pero después me acordaba que el tipo era pesado y estaba aquí por mis padres y tío que me necesitaban mucho.
—¡Miller, por fin llegas! Pensé que las cucarachas ya te habían comido allá abajo.—me grito dando tres paso hacia mí y quitándome los informen de las manos a la mala.
<<Ojala te muera, imbécil.>>
—Disculpa Señor, pero el ascensor no funcionaba.
Si, ya las disculpa no funcionaban aquí. Porque el imbécil de mi Jefe, no las creía y solo para mandar estaba mandado hacer.
Él me ignoro como siempre y paso de mí, sentándose en su escritorio nuevo. El ultimo no duro que digamos. Este hombre era tan forzudo que parecía a la Roca, y tenía un cuerpo militar trabajado. Bueno no los voy a engañar, el hombre fue militar pero se tuvo que retirar por una lesión de rodilla y vino a parar aquí como Jefe del Departamento de Policía.
—¿Me puedo retirar Señor?—pregunte porque siempre teníamos que hacerlo, por respecto.
Él solo asintió y yo me di la vuelta para salir, pero cuando estaba llegando a la puerta el imbécil me llama de nuevo.
—Miller ¿Por qué todavía el fantasma sigue suelto?—yo ni siquiera sabía de ese caso.
Pero por lo que escuche, el caso lo llevaba un Detective que llevaba años tras del asesino en serie más buscado. Le decían fantasma porque no tenía identidad y rostros, no sabíamos si era un hombre o una mujer, pero por la mente más macabra era un hombre.
—No se Señor, yo no estoy metido en ese caso.
Él asintió como si me entendiera y volvió a sus papeles. Ahí si salí huyendo antes que me mande hacer otra cosa. Para cuando llegue de nuevo a mi puesto de trabajo, me encontré con una pequeña caja que me alegraba todas los días.
***
Tuve un día terrible, el Jefe Bravo no paraba de llamarme y la mayoría de los Agentes o Detectives estaban trabajando en sus casos. A mí me mantuvieron como el chico de los recados y eso solo empeoraba mi mal humor.
Abrí la puerta de mi apartamento para dos, todos estaba oscuro como siempre. Ya que eran las once de las noches y yo siempre llegaba a estas horas.
Encendí las luces y me despoje de lo que traía encima dejándolo en la pequeña mesa que es de mi trabajo, el apartamento a pesar de que era pequeño era hermoso y cómodo. Yo vivía con mi mejor amiga Malika, los dos nacimos en Canadá y como yo era unos años mayor que ella. Me toco cambiarme de lugar desde que mi padre se enfermó, ella quedo sola en Canadá hasta hace poco que me pidió ayuda y tuve que insistir mucho que ella se viniera a vivir conmigo.
Sus padres quedaron viviendo allá, pero ella quería ayudarlo económicamente y bueno, el trabajo que consiguió aquí no fue muy bueno, porque nunca se graduó y ahora anda estudiando de noche y trabaja de día en un refugio de animales.
A pesar de que Malika ha sido el amor de mi vida desde que estábamos en la prepa, nunca se lo conté. Y era mejor para los dos, ella era una mujer muy hermosa de pelo rojizo tirando más naranjado y un cuerpazo de infarto. Todos los chicos siempre estaban detrás de ella, pero ella no vivía para relaciones largas y a mí solo me veía como su mejor amigo.
<<Ósea, ya estaba en la Zona Friend.>>
Respire hondo antes de quitarme toda la ropa y darme una ducha, para cuando termine de ducharme solo me quede con el pantalón puesto de la pijama y camine hasta la cocina. Cocine algo más ligero, algo que no fuera pesado porque mañana seria otro día cansado y necesitaba relajarme.
Ya estaba terminando todo cuando se escuchó que abrieron la puerta del apartamento y escuche como lanzaban algo al piso escandalosamente.
<<Aquí vamos otra vez.>>
Voltee los ojos y termine de colocar la mesa.
—¡Iel!—y ahí estaba ella gritando como una loca.
—¡En la cocina Lika!
Los dos desde que nos conocimos, nunca nos llamamos por nuestros nombres sino que usamos la abreviación que más nos guste.
Ella entro con unos ánimos muy cansado antes de dejarse cae en la mesa y poner la boca de piquito.
Le voy a contar un pequeño secreto que solo es de nosotros dos y otro lo veían muy raro, y que solo a mí me mataba.
Cuando nos conocimos fue en detención, ella había hecho unos grafitis en los baños del colegio y yo, bueno... Me había metido con el profesor de educación física. Ella tenía unos treces años y yo quince, cosa que estábamos en nuestra edad un poquito loca con las hormonas revuelta.