Adriel
Mis ganas de vivir eran nulas.
La alarma sonaba con tanta insistencia que juro por Dios y mis padres que cuando la sentí lo primero que hice fue lanzarla contra la pared.
Mucho mejor.
Creo que se me estaba pegando esa maña de lanzar cosa de mi jefe.
Pero me valía nada, ya que el dolor de cabeza que me cargaba era grande. Y que la luz de la mañana entrara por la ventana solo incrementaba mis ganas de no volver abrir los ojos.
Me aferre a mi almohada y escondí la cabeza en ella, no estaba para nadie y mucho menos para la vida.
—Mierda, me debes un despertado nuevo.—murmuro alguien a lo lejos y supe por un momento que lo que paso a noche no era más que la realidad y no un sueño.
Saque la cabeza dudoso de la almohada y cuando mi vista se posó en el cuerpo sexy y vestido cerrando las cortina para que no entrara el sol. Solo sabía que me emborrache y ni siquiera pude llegar hasta mi casa.
Porque aquella habitación no era mi habitación, fruncí el ceño un poco molesto al verla cuando me trajo un vaso con agua y una pastilla.
—¿Qué hora es?—pregunte un poco dudoso aceptando lo que me entrego.
Se veía muy hermosa de mañana con ese vestido negro pegado a su cuerpo, la vi que comenzó hacerse un moño mientras se agachaba a buscar algo bajo la cama.
—Bueno me imagino que cuando el reloj sonó eran las 6:30 a.m.—murmuro ella desde el piso, me incline hacia un lado cuando su perfecto trasero se inclinó un poco arriba.—¿Dónde te metiste?—siguió murmurando aunque no le estaba prestación atención.
Llevaba un vestido largo hasta más arriba de sus rodillas, era pegado que hacían que su figura resaltara y eso solo me provoco.
—¡Ahí está!—chillo ella alzando un tacón negro y me sonrió a modo de victoria.
Se veía muy tierna.
—¿Y mi ropa?—pregunte levantándome de la cama, note que no traía más nada que no fuera mi ropa interior bóxer.
A lo que llegue a la conclusión que tampoco me la había tirado también, no solo porque traía mi ropa interior puesta, sino porque ella estaría pegada a mí como un chicle. Cosa que siempre me pasa cuando amanezco con una chica en su cama.
Ella señalo una ropa que estaba perfectamente doblada en una silla.
—Cuando llegamos a noches estaba tan borracho que tuve que quitarte la ropa porque la habías vomitado, la lave justamente cuando te quedaste dormido y ahí está.—comenzó a colocarse sus tacones mientras hablaba.—Cuando te vayas por favor, cierra bien la puerta y no le digas a nadie más que saliste de mi apartamento.
Se me hizo muy raro pero lo pase porque si mal no recuerdo, tenía que estar en el trabajo antes de las 7 porque teníamos que hablar con la viuda del muerto.
—Aja, abrir la llave de escape de gas, encender un fosforo cuando este saliendo y llamar la policía cuando el edificio esté en llamas... anotado y confirmado.—me levante y sin esperar a que contestara, agarre mi ropa y me fui al baño.
Creo que la broma del gas se me quedo por el caso que tengo pendiente, aunque ahora que lo pienso eso lo fueran hecho más fácil para mí en vez de abrir la llave de gas y esperar una muerte lenta y segura.
Para cuando salí ella no estaba y yo estaba solo, no me puse a mirar su apartamento porque estaba sobre la hora. Baje el ascensor que por cierto estábamos en el quinto piso y cuando llegue al aparcamiento vi mi auto.
Y si antes no le mencione a la chica sin nombre que debía pagar el rayón que le hizo a mi bebe, ahora me estaré lamentando mucho porque no tenía tiempo para pelear algo que paso por mi culpa por beber tanto.
***
—Un café grande con dos de azúcar, por favor.
—Buenos días agente Miller, ya se lo traigo.—me hablo Eve, la camarera de la cafetería que era exclusivo para el departamento policial.—Aquí tiene.—me tendió mi café y lo acepte.
—Gracias Eve.—me despedí.
Cuando ya me estaba yendo ella me llamo.
—¿Señor?—pregunto ella dudosa.
Yo solo me reí porque siempre tenía este problema con ella, éramos casi de la misma edad y ella me trataba de usted.
—Eve ¿Que dije sobre decirme señor?
—Que lo llame por su nombre o apellido, pero nunca de usted porque usted es tan joven como yo.—murmuro ella nerviosa apartando su mirada.
Me causo más gracias al ver que sus mejillas se estaban poniendo sonrojadas pero ese era pan de cada día aquí.
Me volví acerca a la barra donde ella me estaba atendiendo e hice con mis manos una señal para que hablara, mientras me bebía mi café.
<<Esto si era mi medicina, era como mi fuente de vida.>>
—¿Tiene resaca?—pregunto ella bajito que solo me causo ternura.
¿Era tan obvio?
—¿Por qué lo pregunta Eve?
—Porque desde que llego, no saludo como siempre hace con unos Buenos días y desde que lo vi llegar con esa gafa puesta y con el ceño fruncido lo deduje.—ella hablaba tan rápido como la loca de esta mañana que solo me provocaba callarla con un beso.
Pero en esta vida no podía hacer eso, ya era adulto y yo a Eve la veía como mi hermana menor. Ya que cuando llegue nuevo aquí ella fue de mucha ayuda para mí, y aunque era muy nerviosa nunca pregunto demás o se metió en mi vida como otras.
—Es solo que salí tarde del trabajo y cuando llegue al apartamento mis vecinos tenía una gran fiesta... ya te puedes imaginar que no pegue un ojo toda la noche.—me bebí mi café, pero la resaca no pasaba. Así que antes que otro de mis colegas se me adelantar mire a la chica sonrojada frente de mi.—Me puedes dar otro café grande con dos de azúcar y muy pero muy fuerte, para tener las ganas de seguir soportando a mi jefe.
Ella sonrió sonrojada, asintió y la vi prepararme el café. Así que aproveche de sacar mi celular, donde lo encendí porque si no mal recuerdo yo lo había apagado a noche cuando me moleste con Malika.