Adriel
El olor a pólvora es lo único que inunda mis fosas nasales, los gritos se mezclan con los disparos que se hacían de diestra a siniestra. Los casquillos caen al suelo y el seguro es quitado para quitarle la vida a otra alma que no vale estar aquí en la tierra.
—¡Arriba hay cinco y están punto de salir por el lado este! —grita alguien por el intercomunicador en mi oído, y solo sé que lo único que hago es moverme junto con otras tres personas más que captamos las ordenes.
— ¡Abajo!—una bala pasa rozándome el hombro y me tiro al suelo justo en el momento cuando mi compañero me lo dice.
En medio de aquella oscuridad nos movemos hasta que vemos nuestro objetivo y le hacemos una emboscada cubriendo las áreas por donde no tendrán salida y los apuntamos con nuestras armas.
—¡Manos arriba! ¡Suelte arma y todos al suelo dije! —grito mi compañero sin dejar de apuntar al jefe de la banda criminal.
Se dejaron de escuchar disparo en la bodega y más persona con uniforme especial llegaron para impedir que el premio gordo se fuera.
— Pero miren a quien tenemos aquí, si es Joan con su combo de traficantes.—habla el jefe que comanda el operativo y aunque quiero hacer algo no puedo.
Yo pedí su ayuda y tenía que aceptar sus reglas, nuestro uniforme nos cubría de pies a cabeza para no mostrar nuestra identidad. Y aunque en el chaleco decía FBI solo era una farsa para este operativo, y para aquello que están en el suelo que lo creyeron.
— No hicimos nada malo.—el tipo que estaba contra el suelo vestido de negro con su traje que ya no estaba pulcro levanto la cara en el momento que mi supuesto amigo se colocara frente de él y lo levantara a las fuerza como si fuera un perro que por cierto el odiaba.
Ese hombre trataba a los delincuentes como basura de lo que eran, y los trataría así hasta el final.
—De rodilla, que tenemos que hablar. —volvió a patearlo en el estómago y el tipo se removía en el piso del dolor.
— ¡No he hecho nada dije!—volvió a excusar con su acento francés pero no funciono.
— ¡No mientas que mis hombres encontraron a las chicas muertas en el sótano!—esta vez su bota impacto en su cara y sangre salió.
Es lo que hacen, matan a las chicas para que no hablen y no le importar perder mercancía si pueden conseguir otras. Es un maldito ciclo que ya estaba cansado, no importaba tantas veces que atraparan gente como él en la trata de blanca, otro loco tomaría su lugar en este puesto. Aunque siempre nos encargáramos de quitar una basura más de la calles.
—Damné. —dijo en medio de dolor y la sangre que salía por su boca, mi amigo se agacho a su altura y si no tuviéramos el rostros cubierto puedo decir que estaba sonriendo porque esto era lo que él disfrutaba.
Ese hombre alto de más de dos metros contextura robusta y un porte de querer pisar todo a su paso, cualquier criminal que se topara en la calle con él lo pensaría dos veces en atreverse a tocarlo. Por eso cuando él se quita el pasamontaña su pelo marrón agarrado en una coleta alta es lo que mis ojos capta.
— Aunque no practico mucho mi francés, creo que escuche decirme maldito.—sus manos enguatada apretaron el rostro golpeado donde una vez estuvo su bota.
Me moví un poco y vi como el rostro de Joan abandonada cualquier color en él al percatarse de quien tenían al frente, trago grueso
— Luciano Brown.—aquel francés volvió a tragar saliva y podía ver miedo en sus ojos por tener el hombre que todo el mundo en el bajo mundo criminal respectaba.
Luciano era el criminal que algunos querían tener de premio, como el FBI quería descubrir y desmentir que todas sus cuentas que eran legales eran fachadas. Luciano era un multimillonario que para la sociedad se había ganado cada peso que tiene y empresa con el sudor de su frente cuando había estudiado administración de empresa internacional.
Pero el destino solo le jugó una mala broma cuando su madre fue secuestrada, violada y la mataron como si fuera un cerdo y no una persona, cuando el apenas se estaba graduando, cuando quiso buscar venganza su padre solo le advirtió o más bien le revelo que así era el mundo criminal.
Cuando el viejo murió todas las posiciones de su padre pasaron a él como un puesto en la mesa de la mafia, el dejo el puesto que su padre tenía de trata de blancas porque eso él le traía recuerdos y cuando descubrió la verdad de todo aquello, construyo algo legal con sus manos y lo ilegal siempre se mantendría como un secreto que el mismo se ganó.
Cada miembro de aquella mesa que participaron en las obscenidades de su madre le corto la cabeza sin antes hacerle lo mismo que ellos le hicieron a su madre.
Por eso cuando alguien quiere meterse con Luciano debe pensársela dos veces si quiere conservar su cabeza.
¿Quizás te pregunte de donde nos conocimos o como termine de amigo de alguien como él? Pues nos conocimos el día que mi padre arresto a su padre, la primera vez que vi a Luciano en un jurado su semblante no mostraba nada pero sabía que disfrutaba ver su padre entre rejas. Después que su padre le dieron cadena perpetua pude ver una pequeña sonrisa en su rostro que aunque hubiera un cuarto de la mitad de la ciudad en el juicio nadie lo noto.
Solo sé que después me toco investigar una muerte que ocurrió en sus empresas, él fue educado y amable ayudándome en todo y eso porque la víctima había sido su secretaria. Recuerdo el día que me dijo que si tenía un sospechoso no dudara en decírselo, pero yo no era como otros detectives que andaba por ahí revelando todos mis progresos.
Ni siquiera tenía notas escrita en los informes del caso. Bueno, no en mi apartamento.
Recuerdo que solo me tomo dos días para descubrir que el asesino era uno de sus empleados, cuando fui arrestarlo él estuvo ahí observando en cada momento y antes que el chico saliera por la puerta su cabeza había explotado.