Narrador Omnisciente
Lágrimas negras llenas de dolor pintan un hermoso rostro donde su inocencia fue robada, una pequeña inocente llorar y se retuerce en las pesadillas que la consume cada vez que está en su cama.
Un padre preocupado corre a ella cuando escucha el grito de terror de su pequeña.
—Ya paso pequeña, ya paso, solo es una pesadilla.—la consuela él sin saber qué pasa en sus recuerdos.
<<No es una pesadilla.>>
Quiere decirle ella, pero no puede, por lo que llorar y llorar toda la noche.
—Papi, papi, el monstruo estuvo otra vez...— susurra ella con voz quebrada.
Su padre, sin entender qué pasa, queriendo que todo dolor desaparezca de su hija. Se vuelve cada día más loco buscando una ayuda que no llega.
Hace seis meses que comenzaron estas pesadillas, pero ella no dice nada, odia el contacto de otros y ya no sonreí. Solo lo volvió hacer con la vecina, esa pequeña siente que está más segura con ella que en su propia casa. Por eso, como todas las noches la carga, aunque ella diga que no, la lleva a su cama y la acuesta dejándole espacio.
Los brazos de su madre la arropa y ella termina más llorando.
—¿Quieres contarnos la nueva pesadilla cariño?—pregunta su madre en un susurro pasando sus manos por los risos de su pequeña
A pesar de que la pequeña Abril es trigueña, tiene unos risos dorados hermosos. Haciéndola ver más hermosa representando la nacionalidad de donde viene.
La niña niega llorando, pero esta vez se calma, solo no quiere dormir más en su cama. Donde el monstruo le robo su inocencia dañando la hermosa princesa que vivía ahí.
Ahora, ahora solo era una muñeca dañada que solo quería estar con Blanca. La pelo anaranjada, le daba abrazos cariñosos no como mamá, sino como diciéndole que con ella estaría más seguro.
Sus galletas eran como medicinas para el alma, y le sacaba más sonrisas de la que podía decir que haya sonreído todo esto meses.
—Mañana la llevaré a un terapeuta, no me gusta esto amor.—le dice su esposo y ella asiente cuando nota que su pequeña ya está dormida.
¿Quién dijo que el enemigo no vive en tu propia casa? En tu mismo techo, a tu lado o a quilómetros.
Nadie sabe qué ocurre en una ciudad grande, pero hay millones de niños siendo abusados y que sus padres no se den cuentan. La cifra crece y crece más a cada momento, y las personas no hacen nada.
Por eso las manos de Malika marcan un número tembloroso, no le importa lo que pueda pasar después. Pero si nadie pudo salvar esa pequeña, ella lo hará.
—Departamento de Policía de New York, ¿Habla el Jefe Bravo en que puedo ayudarle?—se escuchó la voz impotente del hombre que le amargaba los días cuando vivía con Adriel.
Pero era el único en que podía pensar en estos momentos, y si alguien podía ayudarla era él.
Respiro fuerte antes de volver a mirar el diario con tanta rabia e impotencia.
—Soy yo Malika, necesito tu ayuda.
Ezequiel, que ya estaba a punto de irse, solo estaba terminado de firmar unos papeles, no se podía creer quien era la que lo estaba llamando. Y por eso la sonrisa que dibujo su rostro fue malvada antes de hacerle un asentimiento a su esposa que lo esperara afuera que ya salía.
Cuando Taylor salió, él sonrió más abiertamente antes de dejarse caer en su silla.
—¿Mi ayuda? —Bufo, antes de reír.—Vamos, si piensa en volver es mejor que sigas bajo tierra, porque en la vida de mi sobrino no vuelve entrar.
—No te estoy llamando para hablar de iel, es otra cosa.
Volvió a bufar el Jefe Bravo antes de soltar una sonrisa sarcástica.
—Por favor Malika, lleva semanas desaparecidas y espero que sigas así. Y de la nada necesita mi ayuda, quizás ya viste las noticias del incidente que tuvo mi sobrino y quieres volver...
—¿Qué incidente?—lo corto cerrando el diario levantándose del sillón donde estaba sentada.
No veía noticias porque sabía que Adriel aparecería en ellas, así que pensó que era mejor bloquear ese canal.
—No te hagas ahora la que no sabe nada, si casi media ciudad sabe lo que le paso Adriel. Por lo que te mantendrá alejada de él y de esta ciudad. No te quiero en su vida...
— ¡Quiero colocar una denuncia de violación!—lo corto porque aunque le costara, prefería hablar de Abril que de Adriel.
El Jefe Bravo estaba a punto de seguir insultándola, pero escuchar lo que soltó lo dejo en blanco.
— ¿Tú... tú fuiste...?
—¡No! Fue una vecina.—eso hizo que respirar mejor.
Aunque odiaba a esa chica, no le deseaba tanto el mal, además tenía un juramento que cumplir.
—Necesito tu ayuda, por favor.—rogó y era algo que odiaba, pero necesitaba su ayuda.
El jefe soltó un suspiro de cansancio antes de mirar el techo de su oficina y después el celular.
—Está bien, nos vemos mañana en la central.
No espero que ella respondiera, sino que colgó y se levantó de la silla saliendo de su oficina.
—¿Nos vamos? —Taylor se acercó a él dándole un beso en los labios que él respondió a su esposa.
—Sí, solo era una llamada equivocada.—respondió él sabiendo las palabras siguiente de su amada.
Ella asintió y agarro su mano.
— ¿Entonces hoy si nos vamos a nuestra luna de miel?—ella apretó su mano sin dejar de caminar al taxi que los esperaba que lo llevaría directo al aeropuerto.
Aunque Ezequiel estaba que decía que si, no pudo. Como jodía que fuera un general y policía, su primer matrimonio fue un fracaso porque siempre estaba en el trabajo y ahora con el de Taylor él se propuso a que no se repitiera la historia otra vez y por lo que vio se está volviendo a repetir.
Entraron al taxi, él se volteó a mirar a la preciosa esposa que lo había aceptado tal y como era, y no se explicaba como un ser lleno de luz se pudo fijar en alguien que se la pasaba, el 95% gritando y 5% lanzando cosas.