Han pasado exactamente dos días en los que tardó mi cuerpo en recuperarse, no del todo se recuperó pero ahora me puedo mover mejor. Dos días largos de reposo en mi cama acostada desde la mañana a la noche. Obviamente los detectives se encargaron de saber qué fue lo que me paso, mi tía Elena fue quien les dijo lo mismo que yo le dije: me caí de la bicicleta, ni más ni menos. Ahora que lo pienso, me siento completamente inútil sin un medio de trasporte para mi, la última vez que miré mi bicicleta fue cuando un auto la arroyó y la aplastó pasando las cuatro llantas sobre ella.
Sobre la siguiente muerte del asesino: no tenemos nada, el mensaje que nos dio la última vez no nos dice nada literalmente de cuál será la siguiente víctima o cómo será la sentencia de muerte. Nos dividimos la investigación ahora que tengo de obligación días de descanso: Pablo se está encargando de resolver el mensaje oculto, mientras Lucero se ocupa de los sospechosos asesinos.
No he estado del todo sola, estos días me ha acompañado Tommy cuando mi tía Elena está ocupada en el trabajo, y justo ahora está Lucero conmigo. Tommy jugaba en el piso con un oso de peluche mío de cuando era niña, Lucero se sentó en la silla de mi escritorio, y yo permanecía (como últimamente) acostada en mi cama con la espalda recargada en las almohadas.
-No ha pasado nada durante dos días enteros -dice Lucero.- ¿Crees que ya fue todo? De esto del asesino y las víctimas de la escuela.
-No estoy segura -digo.- Fue demasiado como para que al final no quede nada.
-Entonces hay más...
-Tal vez, y si no es así ahora lo que falta es mi juicio -digo con pocos ánimos.
-Toda la escuela habla de eso.
-Me alegra saber que soy más popular de lo que era antes en la escuela -sonrío intentando burlarme de mi misma.
Lucero sonríe, mira al piso, juega con sus dedos y me vuelve a mirar.
-Cambiado de tema -dice.- Dentro de una semana será mi cumpleaños y me gustaría que fueras.
-Oh, claro -sonrío.- Claro que voy ¿Quién más irá?
-Pues unos amigos míos y si quieres puedes llevar a Pablo. Será en mi casa.
-Ahí estaremos -afirmo con alegría.
Realmente sentí como poco a poco la pesadilla en la que vivía se iba de mi cuerpo y mente, se marchaba de mi vida, dejando en su lugar una oportunidad de vivir bien mi presente como lo hacía antes.
-¿Te puedo contar algo? -pregunta Lucero de repente.
-Claro.
-Aún recuerdo... Aún recuerdo el primer día de clases -dice.- Tú y yo fuimos las únicas mujeres que habían entrado en ese curso...
-Lo recuerdo yo también; la mayoría eran chicos.
También aún mantengo el recuerdo de cómo me sentía: eran todos hombres, Lucero y yo eramos las únicas mujeres en ese grado, en cierto punto se sentía sofocante.
-¡Si! -responde inmediatamente.- Recuerdo que en la hora de receso tú estabas sola y sentada en unas de las escaleras de la escuela -su mirada se perdió en el aire.- Eras tan reservada y de pocas palabras con algunos chicos que se te acercaban, creo que estabas tan asustada como yo. Quería hablarte y acercarme a ti para almorzar juntas... No sé por qué preferí ir con los otros chicos...
Ese día no almorcé en receso, me dediqué a mirar mi nueva escuela en silencio y desde lo lejos. Noté a mi grupo que se habían juntado en una sola mesa del comedor, ahí estaba Lucero rodeada de los otros compañeros nuevos varones, yo no me acerqué. Lucero se llevaba bien con los chicos, en cambio yo: la mayoría de las relaciones de amistad que tuve habían sido de chicas. Seguí sola observando como socializaban los pequeños grupos que se formaban en el comedor.
-El primer día me identifique con los compañeros nuevos -continúa:- y tú tan callada seguías solamente observando.
-Creí que nadie me notaba -confese.
-Pues te equivocas -ríe.- La mitad de los chicos hablaban de ti como si fueras una especie que nunca vieron, en un buen sentido -Vuelve a retomar el tema:- El segundo día, al comienzo de las clases, tú estabas en la entrada esperando a que timbraran para iniciar las clases y yo me senté a tu lado, no sé si la notaste, fue lo mismo en la hora del almuerzo pero el problema fue que ya no estabas en las escaleras, te habías quedado en el siguiente salón que nos tocaba, y yo seguía con los chicos. Duró así la primera semana; te veía sola, no hablabas mucho, y te mantenías en los trabajos. Hasta que Pablo se acercó a ti y dejaste de estar sola desde ese preciso momento.