El cronista de Shálayim: La Historia del Reino. Parte I

Capítulo VIII La Nueva Atlántida

Capítulo VIII
La Nueva Atlántida.

A un poco más de la mitad del 1er año de Felipe I la tierra en la que se habitaban hubo una peste, comenzó a tener muchos cambios y junto con este mal vino una larga sequía, dado que las guerras y conjuros comenzaron hacer desaparecer la gran magia de los lugares antiguos en que se habitó otrora. Así como tanta sangre derramada hizo que males revivieran sobre los altos sitios sagrados, los mares y las montañas comenzaron a cambiar de sitio, se desgarraron y cayeron; los dragones de James V, quemaron las cosechas llenas de peste; los mares se salieron y empezaron a inundar las tierras bajas. Dado que las guerras habían destruido gran parte de la tierra y esta no los podía mantener más.

 

          Lo que desconocían los seres que vivirán en esa tierra, fue que en ese momento Lord God-ness, Sabio y poderoso, cambio el mundo conocido. Los principados, señoríos, gobernadores, potestades y huestes que habitan el universo abandonaron aquellos parajes, jurando vengarse de Aracnidus.  Planeado fue por el Magno Rey de reyes Malki-Tzedek para mover su “reino bendecido” al occidente, así se mudaron lejos de ese sitio al nuevo territorio que se mantenía en el Este.

 

          Cuando salió Felipe I de la urbe y visito los campos de batalla, el frente de batalla y los feudos. Observó la destrucción ocasionada por la gran guerra, volvió por su cetro al palacio Real en la ciudad. Mando reunir las armaduras mortales de los fieles al reino interino y les devolvió el aliento de vida.

 

God-ness - ¡Huid de aquí! ¡Viajad amadas personas, al final del mundo! ¡Volved sobre vuestros pies! Salid de en medio de ella, pueblo mío, salve cada uno su vida del ardor de la ira de mi persona. Regresan los días de castigo a la tierra. No desmaye vuestro corazón, ni temáis al rumor. Huid al oeste. Habitare en ellos, andaré entre vosotros; seré vuestro dios, vosotros seréis mi pueblo.

 

          Las águilas replicaron su llamado sobre las cordilleras y valles, llamaron al pueblo al éxodo. Después, al ver que las montañas comenzaban a caer, ordeno Felipe I reunirse con los principales, jefes y señores. Guiados por su rey interino Felipe I, trajeron cada uno sus barcas de acuerdo a su Casa y dominio. Subieron a ellas. Hubo una no muy pequeña asamblea afuera de la ciudad, en los puertos, sobre los navíos.

 

Felipe I – Os he convocado a todos vosotros, pues debemos buscar un lugar en donde reorganizarnos. Estableciendo el reino celeste. ¡Protectorados! ¡El cataclismo es evidente!

 

James V – Los reinos de los elfos han partido al poniente, navegando en sus navíos conforma de cisne. La mayoría de los pueblos enanos se han marchado hacia el occidente y también nosotros deberíamos.

 

Joseph McHael – Debemos cambiar de clima. Hallar en donde habitar.

 

Tizóc I- Conozco una tierra más allá del Mar Azul, la tierra de mis antepasados.

 

Catheline du Borak - Ahora que “La Tierra de en Medio” (así llamaban a la isla-continente) zozobra, ocultándose bajo las aguas. Los grandes y antiguos dragones han fallecido para siempre, los nuevos y pequeños dragones no son capaces de llevarnos sobre sus lomos, tendremos que hacernos a las barcas, también como lo hicieron los férreos enanos y ágiles elfos, navegaremos juntos hacia el occidente. Aquella tierra que decís es la que otrora descubriera mi padre Mikael, en donde la Brigada reformadora y sus tropas hace mucho tiempo establecieran sus casas, castillos y palacios cuando la persecución. Mucho antes de regresar al viejo mundo y llegar a esta isla-continente. Apoyo la propuesta de regresar, esa es una rica tierra para prosperar allí.

 

Edward McHael – Será toda una aventura ir hasta allá, hace mucho que no navegamos hacia ese sitio. Ver el gran y escondido reino, salían aguas por debajo del umbral del Monte Tzión hacia el oriente. Aquellas aguas descendían por debajo, hacia el lado derecho, al sur del Monte Tzión. De las cuales dice:

 

“Estas aguas salen a la región del oriente, descienden hacia el desierto y entran en el Gran Mar Azul. Y al entrar en el mar, las aguas son saneadas. Todo ser viviente que nade por dondequiera que entren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, pues serán saneadas. Vivirá todo lo que entre en este río. Junto a él estarán los pescadores, desde el manantial de la cabra hasta el manantial de las dos terneras. Y los peces, según su especie, serán tan abundantes como los peces del Mar Grande. Sus pantanos y sus lagunas no serán saneadas: quedarán para salinas. Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario. Su fruto será para alimento y su hoja para medicina.”

 

Marylin – Yo nací aquí, en este continente. Empero allá llegue navegue y siendo joven me establecí. Poseyendo propiedad y título en el Castillo del Dragón.




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