El cuaderno mágico de Lili

Capítulo 4

A pie, de la casa al colegio, a Liliane le toma alrededor de treinta minutos. Ella acostumbra a caminar porque encuentra en esta rutina una forma sana y saludable de ejercitarse, aunque también es la excusa perfecta para observar disimuladamente a los chicos más guapos del barrio o aquellos que salen a entrenarse en pantalones cortos y camisetas sin mangas exhibiendo sus músculos tonificados. Además, ha notado que en las últimas semanas algunos muchachos osan en admirarla y sonreírle presuntuosamente, uno que otro se atreve a guiñarle un ojo y hasta existe aquel que se ha detenido frecuentemente a saludarla: se ha presentado como Daniel, aunque Liliane se haya propuesto ignorarle. No porque parezca un tipo maleducado o carezca de atractivo físico. Al contrario. Su cabello mulato y rizado combinaba perfectamente con el tono caramelo de su piel y de sus pupilas enormes. Era delgado y poco atlético, pero se le daba bien lo de montar en bicicleta. En varias ocasiones lo había pillado surcando la avenida a toda velocidad, gritando, realizando piruetas peligrosas y hasta desafiando a ciertos conductores. Se había ofrecido a llevarla al colegio y hasta enseñarle a manejar, pero Liliane odiaba la aventura extrema y prefería no prestarle atención antes que desi- lusionarle.

 

Una vez en el portón de entrada del instituto, saluda a Don Pedro, el amistoso conserje con el que se conocen desde hace tres años y se cruza con su profesora preferida, la licenciada Melanie Ulloa, a un costado del patio principal donde varios grupos de jóvenes juegan al fútbol escandalosamente.

— ¡Hola querida! —exclama mientras le acaricia la barbilla—.

— Hola señorita Ulloa... —responde sonriendo tímidamente—.

— ¿Qué tal tu inicio de clase?

— Excelente...

— ¿Sabías que de ahora en adelante seré tu supervisora? O más bien dicho, vuestra supervisora.

— ¿De verdad? La felicito...

— Gracias. Aunque reconozco que no será tarea sencilla...

— Debe serlo. En especial si tiene que lidiar con el estúpido grupito ese...

— Ya... Nada de vocabulario grotesco. Una señorita tan educada como tú debe guardar la compostura.

— Lo siento...

— Tranquila cariño. Ahora ve a tu salón. Ha sido un gusto saludarte...

Melanie se despide con una sonrisa rebosante y Liliane no puede evitar sentirse un poquito nerviosa: tiene a pocos metros de distancia (en la segunda planta, tercera puerta) la entrada a la mismísima sucursal del infierno. Aquel lugar diabólico donde habitaban los seres más abominables y atroces que haya conocido. Aquellos que no necesitaban manifestarse como entes oscuros o deformes (con cuernos, cola, cabezas o extremidades adicionales), porque se conformaban con ser simples seres humanos de carne y hueso. Jóvenes y señoritas de entre catorce y dieciséis años victimas de los cambios hormonales y las emociones: estructura física, voz, acné, depresión, socialización, peleas, amor... En fin.

Lo cierto es que Liliane dudó al momento de llegar a la puerta.

Estaba acostumbrada, debía reconocerlo. Que le costó un montón en principio, sí, también. Pero era el cuarto año consecutivo que compartía el salón con sus compañeros, así que supuso que no encontrarían la forma de sorprenderla más fácilmente.

Inhala un bocado de aire por la boca y suspira. Obliga a sus oídos a no escuchar, a su boca a no pronunciar palabra alguna, a sus ojos a enfocar cualquier cosa que no sean ellas. Saca un cuaderno de la mochila y lo sostiene contra su pecho, para irradiar algo de valentía entre tantos nervios y fragilidad.

Da los primeros pasos dentro del salón y de reojo (contrario a lo que se prohibió en inicio), logra distinguir al grupito. Las tres están reunidas en un pequeño círculo, conversando de quien sabe qué cosas o planeando la siguiente maldad en su contra. Scarlett, como siempre, llevaba puesta su boina vino tinto con la insignia del colegio estampada y la chaqueta del mismo color, que se la entregaban a los cinco estudiantes más sobresalientes de la institución en cualquiera de los ámbitos educativos (calificaciones, deportes, música, teatro, danza, etc.). Nunca nadie había podido explicarse como una muchacha tan desabrida y detestable como ella pudo obtener tal merecimiento por encima de otros estudiantes que seguramente lo merecían, pero las malas lenguas comentaban que se debía básicamente a su indiscutible belleza física y por ser la novia del chico más popular y destacado del instituto Robin Dávalos.

Junto a Scarlett, están Marcia y Clementine, las amigas inseparables. Ellas presumen su amistad y confianza desde tiempos inmemorables, al punto de considerarse “hermanas gemelas adoptivas”. Contradictoriamente, solo Scarlett sobresalía. Scarlett era la imagen de portada de la revista trimestral del colegio. Scarlett tenía al novio más guay. Scarlett disfrutaba de eventos VIP y paseos por lugares exóticos fuera del país en representación del instituto...



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En el texto hay: juvenil, drama, suspenso

Editado: 04.12.2019

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