El cuaderno mágico de Lili

Capítulo 7

Arribar al camino del bosque, desde el colegio, normalmente le tomaba a Liliane entre quince y veinte minutos. Hoy, apenas le bastaron siete. La veloz carrera que emprendió en ese corto lapso de tiempo la dejó sin aliento cuando tuvo que enfrentarse a la pequeña pendiente antes de cruzar la verdadera profundidad de los matorrales. Para colmo de males, el cielo empezaba a cubrirse con un espeso manto de nubes grises que ya derramaban las primeras gotas de lluvia sobre su rostro. Vaya mierda, ¡qué mejor manera de terminar una jornada tan decepcionante! Pensó.

Sintió que una gota del tamaño de una canica impactó violentamente contra su brazo. Pero no era producto de la lluvia, sino más bien de la persistencia de su llanto. No se había fijado en ello por la rapidez de su escapada, aunque ahora parecía consciente del alcan-ce de la tragedia. No había parado de llorar durante los últimos diez minutos, por lo que debía haberse deshidratado significativamente. “Las gotas de lluvia no serán suficientes para calmar la sed infinita que invade mi alma”, filosofó tragando fluidos nasales.

Liliane escucha el crujir de un relámpago y se asusta. Reacciona dando el brinco más apoteósico de su vida, aunque no puede evitar el reverendo impacto de la caída. Cayó de bruces tan violentamente, que perdió la consciencia durante unos minutos.

Cuando se recupera, abre los ojos lentamente y gime. Se ha lastimado la nariz, los codos y las rodillas, que sangran. También nota que un torrencial aguacero cae sobre su humanidad, empapándola. Intenta levantar la cabeza para fijar la mirada en cualquier punto de la zona, pero está tan mareada que vuelve a tocar el suelo. Abre los ojos nuevamente y esta vez se percata de que las voluminosas gotas de lluvia dificultan su correcta visión. Ahora solo es capaz de divisar algunas sombras borrosas y nada más allá del pavimento. Llora entonces. Y lo hace desconsoladamente.

El aguacero incrementa en intensidad y trae consigo varias ráfagas de viento helado que golpean los árboles hasta torcer sus ramas. Liliane continúa tendida en el pavimento y se sorprende porque está sola en medio de una avenida que comúnmente suele ser transitada. No ha escuchado el zumbido molestoso de algún motor caliente, el escándalo de los estudiantes que emprenden el retorno a casa o los piropos que suelen lanzarle algunos jóvenes cuando cruzan la avenida a toda velocidad en sus bicicletas. Definitivamente se encuentra sola en medio de la nada. ¡Vaya mierda! Repite.

En un momento determinado, las ráfagas de viento envuelven el frágil cuerpo de Liliane, provocando que su temperatura disminuya de forma brusca, y como consecuencia, empiece a convulsionar. Se le dificulta tanto la respiración, que tiene que abrir la boca como un pez para obligar a sus pulmones a absorber el tan preciado oxígeno. Clava y arrastra sus uñas en el pavimento hasta escuchar un sonido metálico y sentir que se le desprenden de la carne de los dedos. Ha-bía comprendido también que su maravillosa estancia en la Tierra estaba llegando a su fin y que debía pedir perdón en sus adentros si deseaba partir hacia la eternidad con la consciencia tranquila. Pidió perdón a su madre, a su padre, a los maestros de la escuela, al portero, a la señora del bar, a sus amigos cercanos y conocidos y hasta a Logan, porque había deseado que se pudriera en el infierno y quizás solo fue el títere manipulable de las enfermas y oxigenadas esas que cada día la hicieron sentir “inferior” al resto. ¡Algún día recibirán su merecido! Alcanzó a decir en voz baja.

Entonces dejó de pelear contra las convulsiones, la inclemencia del frío y su respiración agitada y se entregó de cuerpo y alma completa a los dominios de la muerte, que seguramente la estaba esperando en el portal con los brazos abiertos. Extrañaría el olor de las rosas, el color del amanecer y las innumerables cenas de las diez de la noche con sus padres, cuando en la familia reinaba una felicidad genuina. Hubiese dado cualquier cosa con tal de conservar aquellos agradables recuerdos y sencillamente no morir.

Pero el destino había jugado sus cartas y en esta mano debía salir vencedora.

— Lo escrito, escrito está —se escuchó decir de repente—.



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En el texto hay: juvenil, drama, suspenso

Editado: 04.12.2019

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