El cuaderno mágico de Lili

Capítulo 17

Aparte de ser apuesto, galán y caballeroso, Ryan era un tipo puntual. Habían acordado encontrarse en casa de Liliane a las ocho de la noche, pero él y su Mustang GT del 2017 arribaron quince minutos antes de la hora señalada. Liliane lo vio parquearse en el portal desde la ventana de su habitación, después de recibir un mensaje por WhatsApp advirtiendo que saliera a recibirlo.

— ¡Mamá, es Ryan! —exclamó Liliane a todo pulmón—.

Desde el cambio radical de personalidad de Soledad, ambas mujeres se habían convertido en amigas íntimas. Mientras ella se atrevía a contarle sus secretos, recibía a cambio útiles consejos. Aparte de trucos de maquillaje y vestimenta, por ejemplo, había aprendido mucho sobre sexualidad y el complejo comportamiento de los hombres a la hora de ligar. Soledad hablaba mucho sobre hacerse respe-tar, no forzar las relaciones y esperar pacientemente al hombre indi-cado. Ella creía en esas cosas del amor y el destino, y no se cansaba de repetir que había sido Enrique quien la ayudó a convertirse en lo que era hoy, a sentar los pies sobre la tierra. Liliane no tenía ni soberana idea de cómo reaccionar si Ryan simplemente tomaba la iniciativa y decidía besarla o si se sobrepasaba y quería abusar de ella. Con Logan había experimentado la dicha del primer beso, es cierto, pero después de aquel desastroso desenlace decidió que eso no podía contar como una experiencia positiva. Debía reiniciar el asunto desde cero y ello implicaba volver a comportarse como una muchachita inexperta y tonta.

— ¿Quieres que vaya por él y lo haga pasar?

— No. Digo sí. Digo, por favor. ¡Dios!

— Relájate. Es normal que te sientas nerviosa en la primera cita.

— Lo sé. Ahora subiré a mi habitación.

— ¿Quieres que te llame enseguida o necesitas unos minutos?

— Dame cinco...

Soledad asiente con la mirada y sonríe cómplice. Liliane corre a la ventana de su habitación y observa la escena mientras se frota las manos. Ve a Soledad acercarse a Ryan y recibirlo con un saludo de beso en la mejilla. Sonríen y mantienen una pequeña conversación. Al parecer ambos habían simpatizado al primer contacto visual.

Ryan se dirige al auto y lo estaciona sobre la vereda de entrada. Soledad lo encamina hacia la puerta que conecta el exterior con la sala y después de varios segundos agónicos desaparecen. Logra escuchar sus voces en la planta baja y enseguida empieza a sentir un temblor en el cuerpo. Decide tranquilizarse respirando lenta y profundamente, pero considera seriamente recurrir al cuaderno ya que el ataque de nervios no cede.

— ¡Lili, hija, Ryan está aquí! —escuchó repentinamente—. ¿Podrías bajar?

El corazón se le detuvo unos segundos y hasta perdió la respiración. Fue el chirrido de la puerta lo que la devolvió a la realidad.

— Lili, pequeña, ¿qué pasa?

— Solo... solo dame unos segundos sí. Ya bajo.

Liliane rodea la cama rápidamente para llegar a la mesita de noche y tomar el cuaderno en busca de ayuda. Está a punto de abrirlo, pero entonces recapacita y se propone enfrentar sus miedos. ¿Acaso el cuaderno saltará a defenderme cada vez que se lo pida? Se reprochó enérgica. Y si no lo tengo a disposición, ¿dejaré que mis miedos me venzan? ¡Por supuesto que no! Se contestó.

Treinta segundos después estaba bajando las escaleras con aquel aire de seguridad y grandeza que solo las celebridades pueden presumir. El vestido rojo ceñido al cuerpo apenas si avanzaba a cubrir sus piernas. Su espalda estaba desnuda y apenas unos hilos lo sujetaban cruzando sus hombros. El escote dejaba al descubierto la piel deliciosa del contorno de sus senos hasta cerrarse en un punto por debajo del estómago. Solo se percató de la reacción de Ryan cuando pisó el último peldaño. El tipo había quedado petrificado, inmóvil, con la boca abierta y los ojos saliéndose de sus orbitas.

Se acercó a él y con delicadeza susurró en su oído: ¡Ryan!

El muchacho se sobresaltó y pegó un brinco. Miró hacia el costa-do con pánico, intentando recuperar el sentido del tiempo y espacio.

— ¿Liliane? —preguntó desorientado, pero sonriendo disimuladamente—. Te ves... ¡Divina!

— ¡Lo sé! —responde vanidosa—.

Ambos se miran fijamente y sonríen, hasta que Soledad los interrumpe aclarándose la garganta.

— Ella es Soledad, mi mamá... —logra decir Liliane—.

— Su hija me ha hablado muy bien sobre usted —responde Ryan siguiéndole la corriente a su casi chica—. Es un gusto el por fin po-der conocerla...



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En el texto hay: juvenil, drama, suspenso

Editado: 04.12.2019

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