El cuerpo del hijo

17

Pese a ciertas reticencias de Lorenzo y del doctor Carriego que se miraban con algo de desconfianza, las dos parejas se sentaron en el jardín a compartir sus vivencias de los últimos días para intentar sacar algunas conclusiones. María contó en detalle lo que recordó de aquella mañana en que la falsa Olivia Lagos los había llamado  para extraerle sangre, luego de la última consulta con Carina López, a lo que Lorenzo agregó su aprensión por la falta de identificación de los botellines donde la mujer conservó el plasma y remarcó detalles de su rostro. Aunque ninguno de los dos hospitalarios recordaron a alguien que se le pareciese, el buen manejo del lápiz que tenía el galeno sirvió para realizar una especie de retrato hablado de la mujer, a quien ni así, lograron reconocer dentro del personal del nosocomio.

También relató María todo lo que, entre nebulosas, recordaba de la noche de su parto, mientras que su esposo contó, algo avergonzado, lo que vivió mientras la esperaba, del supuesto doctor Carriego que conoció esa noche y del sitio donde llevaron a María. También se hizo una especie de retrato del tal doctor, dibujo ante el cual tanto Olivia como Pastor parecieron dudar e intercambiaron miradas interrogantes. Pero ninguno dijo nada.

Luego de la descripción que diera Lorenzo del sitio donde había esperado y los pasillos que hubo recorrido hasta llegar a la habitación donde se tenía internada a su esposa, los dos hospitalarios fruncieron el entrecejo. 

Olivia, pensativa, concluyó que tal vez, se habría desarrollado en lo que llamaban «Sector E»; miró a Pastor con cara de circunstancia.

—¿Qué es el sector E? —quiso saber Lorenzo, que restregaba sus manos, una contra la otra,  con nerviosismo.

—Son dos pisos, en el ala Este del hospital, que están en reparación desde hace años —apuntó la enfermera—. Creo que la obra está detenida. Al personal no nos está permitido ingresar en esa zona.

—Y ¿por qué pensás que la llevaron allí? —le preguntó el médico.

Olivia dudó unos segundos antes de hablar y cuando lo  hizo, lo hizo en voz muy baja.

—Conozco a un par de chicas de limpieza; me contaron que tienen que ir dos veces a la semana a recoger basura y a baldear los pasillos. —El médico asintió en silencio—. Alguna vez le pregunté a una de ellas cómo es que hay basura en esos pisos si se supone que nadie trabaja allí, me respondió que tal vez la dejan los obreros y que ellas tienen que limpiar para que no se acumule polvo porque bueno, ya se sabe... es un hospital.

Pastor, que había apoyado los codos sobre sus rodillas y entrelazado sus manos hacia el frente, levantó los ojos y los fijó en los de la joven, con el entrecejo fruncido.

—¡Hace un montón de tiempo que no veo obreros en el hospital! —dijo entre pensativo y desconcertado

—¡Tal cual! —repuso la enfermera—, también lo noté y se los mencioné a las chicas; pero ellas creen que trabajan de noche.

 —Eso es imposible. De noche no se hace ruido en un hospital, los pacientes tienen que descansar... No, no, no... ¿Cuáles son los días en que tienen que recoger esa basura?

Olivia negó con la cabeza. —No les pregunté. No puse atención a eso porque no era relevante para mí en aquél momento. Pero se me acaba de ocurrir algo...

—¿Qué?

—Me voy a meter en el sector E, a espiar.

—¡Ni se te ocurra!

—¡Olivia, puede ser peligroso! —intervino María con voz cansada. 

La enfermera clavó sus ojos en los del médico.

—Vos me vas a acompañar —insinuó con énfasis. Tras un marcado gesto de asombro, el médico aceptó.

—Tenés razón. Sí. Vamos a ir hoy mismo. 

—¿Hoy? —se asombró Lorenzo.

 —Sí, tengo turno en un rato —repuso el galeno—. Es feriado. Es el mejor momento.

—Yo tengo franco, pero puedo pasar un rato a... —Olivia se llevó el dedo a los labios, intentando encontrar una buena excusa—. ¡Buscar unos papeles que tal vez me olvidé en mi locker! Lorenzo... ¿por qué no nos acompañás, así nos aseguramos que sea el mismo lugar del que nos hablaste?

El muchacho se levantó de un salto de su asiento y empezó a caminar por el césped con las manos enganchadas en los bolsillos traseros del jean, que se había calzado a las apuradas antes de abrir la puerta a los recién llegados. Su inquietud tenía que ver con la desconfianza. ¿Y si estos dos estaban metidos en algo turbio y lo llevaban allí para «desaparecerlo» igual que a la doctora Carina? 

—Pero... —balbuceó mirando a su esposa, que no parecía de acuerdo con él. Ella confiaba en la otra pareja—. ¿No vamos a ir a buscar a la familia de las fotos?

María suspiró y abrió la boca para responder.

—¿Qué fotos? —preguntó Olivia. Pastor Carriego reprochó su indiscreción con una mirada endurecida—. Perdón —sonrió ella—. A veces soy un poco imprudente.

—No es nada del otro mundo —murmuró María—, es solo una caja de fotos que creemos, son de los antiguos dueños de esta casa. Fueron asesinados.

—¡Oh, Dios mío! —se compadeció Olivia.

—Sí... un horror... Lo extraño es que también había un embarazo de por medio...  —murmuró la joven. Lorenzo torció la boca y se acercó a ella. 

—No te llenes la cabeza de tonterías, amor —rogó, masajeando sus hombros—. Ella insiste en devolver esa caja —dijo, dirigiéndose a los invitados—. Pero aún no damos con la familia.

—¿Quieren ver las fotos? —preguntó María.

—¿Para qué? —se molestó su esposo. No quería importunar al médico y a la enfermera  con las tonterías de su mujer; además, no terminaba de confiar en ellos. Sobre todo en el doctor.

—Me encantaría —respondió Olivia, advirtiendo la ansiedad de la muchacha.

Lorenzo suspiró resignado mientras que su mujer se levantaba a buscar la caja, que había quedado sobre la mesa de la cocina. 

—De paso —señaló con una sonrisa—, prepararé té y traeré algunas masitas para acompañar.




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