El cuervo

Jirones Malditos

Doy una bocanada de aire como si no hubiera respirado nunca. Antes de si quiera preguntarme dónde estoy, paso mis manos por todo mi cuerpo tres veces... solo para estar seguro. La cabeza me da vueltas y siento que tengo la peor resaca de mi vida, aunque no recuerdo absolutamente nada de ayer o de antes de ayer o... bueno, nada en realidad. Logro sentarme y doy una arcada, pero no tengo nada en el estómago que pueda botar. Respiro profundamente y mi boca seca se digna en decir una palabra a pesar de que yo no he ordenado nada.

- ¡Francisco!

Digo mi nombre justo antes de que el dolor de cabeza se haga insoportable y una gran cantidad de recuerdos lleguen a mí como si algo los estuviera escribiendo en mi cerebro con una máquina de escribir en este momento, de esas que hacen un ruido horrible y hay que presionar con fuerza para que digiten una letra.

Suspiro antes de ponerme de pie, de todas formas el suelo es muy duro y esa sábana vieja no lo hace más cómodo. Una bolsa húmeda y una pequeña caja es lo primero que veo ya que están puestos de tal manera que sean lo único que vea.

- Una pila y un pan con... ¿atún? Espero que sea atún.

Es extraño no recordar el sonido de mi propia voz, pero me es fácil acostumbrarme a ella, así que empiezo a tararear para familiarizarme.

Salgo lentamente de la carpa en la que estoy y veo que a lo largo de la calle hay más tiendas del mismo estilo que la mía. Algunas personas deambulan por el lugar, todas se ven igual de desorientadas que yo.

- ¿Te puedes callar? Odio el ruido después de beber.

Doy un salto en mi sitio al escuchar la voz de alguien más, es como si no recordara que existen otras personas. Dejo de tararear y volteo para ver a un hombre que se frota las sienes con ambas manos, parece estar intentando recordar las cosas.

- ¡Luis!
- Un gusto, yo soy Francisco.

El hombre me mira un poco extrañado.

- No sé por qué dije eso, pero -Luis extiende la mano y me lanza una sonrisa sincera- mucho gusto, Francisco.

Estrecho su mano y suspiro antes de ver a mi alrededor otra vez: arena, confusión y un largo muro de madera que pareciera evitar que salgamos de aquí... o quizá que algo entre, no lo sé.

 

Día 1

El pueblo no es tan grande, en su mayoría es un descampado gigante. Al lado de las carpas hay una especie de plaza con un farol que siempre está apagado. Hace una o dos horas vi que se reunieron algunas personas y hablaron, no participé, estuve ocupado revisando el kit de herramientas que ignoré al despertar y mágicamente me volvieron ciertos recuerdos: soy ingeniero químico, aunque no sé cómo explicar bien lo que sé.

- Oye, Pancho -Luis encontró rápidamente una forma de no llamarme por mi nombre-, ¿vas a ir allá afuera? Alguien abrió un portón enorme y dejó ver la ciudad destruida.
- ¿Afuera? ¿Hay algo interesante?
- Un idiota con un perro en el hombro dice que la emoción se esconde entre la arena. Al animal le falta una pata.

Luis ríe como si le hubieran contado el mejor chiste que ha escuchado jamás mientras yo rebusco entre mis recuerdos algo sobre la ciudad devastada, pero no encuentro más respuesta... la ciudad siempre ha estado así.

- Iré, supongo, no hay nada mejor que hacer.
- Haz lo que quieras, yo iré a ver ese pozo que dicen que está en el centro del pueblo.

El pozo no es tan profundo, lo revisé mientras investigaba el lugar, el agua que contiene es turbia, pero parece potable. No dudé en llenar una botella de plástico que encontré tirada, total, la sed podría ser mortal.

Frente al portal del pueblo se extiende un inmenso desierto, algunas carreteras aún se pueden ver y las ruinas de los edificios parecieran burlarse de mí al intentar recordar qué fue lo que pasó, digo, en algún momento esos edificios debieron estar en pie y brillar por su gran utilidad, pero ahora solo son escombros sin sentido. Cruzo la puerta y un escalofrío recorre mi espalda, no obstante, camino en línea recta y rebusco entre las ruinas de vez en cuando. Finalmente llego a una farmacia que aún tiene el cartel casi intacto: "FarmaSalud." Irónico. Me escabullo entre lo que alguna vez fue una ventana y veo que ya ha habido personas por aquí ya que todos los estantes están abiertos, algunas paredes tienen dibujos y mensajes que no se pueden leer, algunas letras están escritas con sangre. Recorro el almacén del lugar sin éxito, pero, antes de darme por vencido, encuentro un frasco de analgésicos en el piso.

- Bueno, de algo sirvió todo esto.

Suspiro y me siento un rato junto a una pared que parece sólida, bebo mi agua de un tirón y salgo a la ciudad devastada otra vez, a pesar de que caminé en línea recta, no puedo ver el pueblo desde aquí. Camino un poco con el sol sobre mis hombros, la ruta de regreso parece eterna, sin embargo, un gruñido me obliga a detenerme. Volteo rápidamente y veo a tres personas dando vueltas erráticamente, parecen moverse sin sentido alguno y de vez en cuando dan manotazos al aire. "Zombis" - pienso inmediatamente como si ya los conociera, como si siempre hubieran estado, como si... no lo sé, pero sé que el agua les hace daño, lástima que ya no tengo ni una gota. La piel se me eriza y trago la poca saliva de mi boca mientras doy un paso sigiloso para continuar mi camino, pero esas cosas parecieran tener la audición de un gato y voltean hacia donde estoy acercándose rápidamente.

En menos de un parpadeo tengo a uno encima, los otros dos parecen ser más lentos. Lo empujo sin pensarlo y, al ver que cae al suelo, piso su cabeza repetidas veces hasta que el taco de mi zapato se hunde dentro de su cráneo. Quizá la adrenalina o el miedo, pero sin darme cuenta he abandonado el lugar corriendo tan rápido que cruzo el portal del pueblo y llego a mi carpa.

Me dejo caer sobre la sábana sucia que me recibió al despertar por primera vez y me doy el tiempo de limpiar mis zapatos, sacudir mi ropa y arreglar mi casa, bueno, arreglar la caja y el trozo de tela. Se me hace extraño que los nervios y el miedo hayan desaparecido, quizá el pan con lo que aparenta ser atún me den una sensación de alivio, pero siento como si todo esto ya lo hubiera experimentado antes. Salgo de mi tienda y me dirijo al farol donde el mismo tipo con el perro en el hombro habla para un grupo de personas.

- Lo he estado pensando, creo que debemos ponerle un nombre a este lugar y... -el perro le ladra al oído y el hombre pareciera entenderle- sí, el pueblo queda en un jirón, eres muy observador, Pata -el perro vuelve a ladrar y el hombre asiente con la cabeza-. Y sí, este lugar parece maldito.

Las personas hablan entre sí, el supuesto líder parece estar loco, pero todos lo dejan hablar, quizá porque confían en él, quizá porque el entretenimiento es escaso en este lugar.

- ¡Jirones Malditos! Pata está de acuerdo con el nombre y yo también.

Yo no opino, pero las personas parecieran asentir entre ellas, así que está decidido. El nombre pareciera condenarnos a todos a la muerte, pero, quién sabe, por algún motivo siento que hemos venido aquí a morir. Como si algo nos hubiera puesto en este lugar solo para... ¿morir?

Qué más da, iré a dormir, total, no hay luz y la oscuridad pareciera atraer a los monstruos.



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En el texto hay: zombis, sobrenatural, pueblo

Editado: 21.03.2023

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